Capítulo 60
845palabras
2024-05-17 00:51
¡Abrázala, emociónala, bésala y mátala!…
***
Tras su breve conversación con Levi, Emma no volvió a verlo hasta mucho después. Era sábado y ella sabía que el hombre no salía los fines de semana, a menos que estuviera con Gianna. En ese caso, solían pasar el día juntos. Sí, ella era la esposa, pero no disfrutaba de lo más gratificante del matrimonio. Levi nunca salía con ella. Le dolía, pero era su destino y tenía que aceptarlo.

Todas las chicas soñaban con un gran amor y una vida de cuento de hadas con su príncipe azul. Bueno, ella también podía decir que su vida era como un cuento de hadas, representando a la damisela en apuros, esperando que un hada madrina la salvara, o como Rapunzel en su torre, aguardando al príncipe para extender sus largas trenzas y ser rescatada… ¡Oh! ¡Qué estupidez tan grande! Esos eran unos cuentos malsanos escritos para engañar a los niños o a los incautos.
Así estaba, sumida en esas reflexiones, cuando Levi la vio arriba.
“¡Escucha! Tendremos una sesión de una hora esta noche a las siete. Gianna estará aquí la próxima semana y no sé si para entonces podré jugar contigo, porque creo que nos iremos a pasar unos días juntos en Florida…”, le anunció.
“¿Hablas en serio? Soy tu esposa, aunque solo esté en el papel. ¿Qué pasaría si mis padres se enteraran de que te vas de viaje con otra mujer?”
Levi soltó una carcajada: “¡Ay, Emma! ¿Vamos a discutir esto de nuevo?”
Ella suspiró y sacudió la cabeza. Algo en la voz profunda de Levi le dijo que debía detenerse.

“Mejor será que vuelva a mi habitación. Hasta luego”, fue todo lo que pudo decir y enseguida desapareció de su vista, dejándolo allí parado.
Por más que le disgustara la idea de esas vacaciones en Florida, decidió que tenía que distraerse para mantener el ánimo. Mientras tanto, intentó dormir un rato para olvidar y ni siquiera se molestó en bajar a comer más tarde, porque no había recuperado el apetito por completo.
Hacia el anochecer, Levi llamó a su puerta y le pidió que bajara a comer. Ella ignoraba si el hombre quería enmendarse o si su intención era simplemente compartir la comida que ordenó traer. ¡Ah!, ella nunca sabía qué pensar respecto a Levi. Dudaba de todo, excepto de una cosa: su amor por él.
Como siempre, ese hombre hacía lo que le daba la gana. En cualquier caso, obedeció. Comió, lavó los platos y luego subió a su cuarto otra vez.

Se dio una ducha rápida y se dirigió a la sala de juegos. Una vez allí, volvió a sentir el mismo extraño sentimiento: una mezcla de miedo y curiosidad. ¿A qué jugarían esta vez? Esperaba que él no la tratara con demasiada dureza, porque aún no se sentía recuperada por completo. Si se le ocurría llevar a cabo algo parecido a lo que soñó anoche… ‘¡Oh, santo cielo!, espero que no sea así’, pensó.
Esperó unos minutos más en el pasillo, pero Levi no se apareció. ¿Qué lo demoraba? Tal vez lo olvidó o se quedó dormido. Él solía ser puntual.
En eso, lo vio venir al fin: “¡Levi!”, susurró, haciéndole un gesto con la mano, pero el hombre solo asintió sin hablar y se detuvo a su lado para teclear el código de acceso a la habitación.
“¡Quítate la ropa, excepto el sostén y las bragas!”, ordenó mientras entraban a la sala de juegos.
Ella comenzó a quitarse la ropa, entretanto él iba hacia el gabinete y, en ese momento, Emma supo lo que obtendría cuando lo vio sacando unas bufandas.
¡Volvería a amarrarla!
“Recuéstate sobre la cama”, le indicó.
Emma obedeció.
“No te preocupes, no voy a obligarte a hacer actividades pesadas por ahora. Este será un juego bastante fácil. Lo único que tienes que hacer es quedarte acostada ahí”, le explicó Levi mientras le cogía las muñecas y la ataba a los postes de la cama con los pañuelos.
“Se trata de tocarte y besarte, pero… No debes dejar escapar un solo gemido. Deberás concentrarte en evitarlo”, dijo. “¡Tenemos una hora! Nos guiaremos por mi reloj”, añadió, subiéndose a la cama.
Luego se puso sobre ella y la miró: “Por supuesto, sabes que habrá un castigo si fallas…”
Emma asintió.
Levi sonrió maliciosamente mientras acercaba su rostro al suyo. Ella se equivocó creyendo que él se detendría en sus labios, pero en vez de eso, comenzó a plantar suaves besos a un lado de su cuello hasta la clavícula. Luego descendió hasta su pecho, deteniéndose en su escote.
Con una mano, Levi comenzó a acariciar su muslo y Emma se mordió el labio inferior, procurando a toda costa mantenerse en silencio. Pero el calor que provenía de su palma y de sus suaves labios despertó en ella las sensaciones más deliciosas. El exquisito hormigueo que le provocaba cada toque permanecía en su cuerpo, por lo que cada vez le era más difícil controlarse.
‘¡Cielos!’, se dijo. Si Levi le acariciaba los s*nos, era muy poco probable que lograra cohibirse.