Capítulo 56
935palabras
2024-04-28 10:25
Levi caminaba de un lado a otro, maldiciendo entre dientes. Habían pasado treinta minutos desde que llamó a Luke y este aún no llegaba. Volvió a secarse la frente con el dorso de la mano, señal inequívoca de que su paciencia se agotaba. Justo en ese momento sonó el timbre.
Cuando abrió, estuvo a punto de darle un puñetazo en pleno rostro a su visitante.
“¡Hey, amigo! Cálmate, ¿quieres? Tuve que atender una emergencia primero, se trataba de un caso de vida o muerte”.
“¡Entra de una vez!”, farfulló Levi.
“¡Vaya!, esta casa es enorme. Debió costar una buena suma… ¿Vives aquí con Gianna?”, preguntó Luke nada más entrar, observando el lugar con gesto apreciativo.
“Ella no está, se fue de viaje. Volverá en una semana”, repuso Levi, subiendo las escaleras hacia los dormitorios.
“Entonces, ¿a quién tengo que examinar? ¿A ti?”, quiso saber el otro.
“¡Cállate y sígueme!”, contestó Levi con brusquedad, lo que hizo reír al médico.
“El mismo Levi de siempre… Solo Gianna es capaz de ablandar tu corazón, ¿eh?”
El aludido no se molestó en contestar y entró en la habitación donde yacía Emma. La había vestido mientras esperaba la llegada del médico.
“¿Y qué estamos haciendo…? ¡Vaya, vaya! ¿Qué tenemos aquí?” El hombre lanzó un silbido cuando vio a Emma dormida. “¿Quién es ese ángel?”
“¡Agárrate, Luke! ¡Esa chica es mi esposa!”
“¡Oye, oye, espera! ¡¿Tu qué?! ¿Cuándo te casaste y por qué no nos invitaste a...?”
“Fue algo imprevisto. Debí casarme contra mi voluntad. En verdad no la amo…”
“¡¿Qué?!…” Luke casi se echó a reír: “Bueno, dirás que no la amas, pero por la manera en que dices ‘es mi esposa’, suena lo contrario, viejo amigo”, declaró, imitando a la perfección la forma de hablar de Levi.
“¡Ya cállate y examínala! Tiene una fiebre muy alta y… Se desmayó”.
Luke se acercó a la mujer que yacía sumida en un profundo sopor. Estaba envuelta en un edredón y al ver su cara con más cuidado, notó que sus mejillas estaban encendidas. Luego frunció el ceño cuando le vio los moretones.
“Veo que has estado golpeando a tu esposa”, afirmó Luke antes de volverse a ver a Levi, pero este desvió los ojos. “¡Solo trátala y después lárgate!”, exigió.
“No, amigo, no es tan sencillo. Dime, ¿la golpeaste?”
“Ella no obedece…”, intentó justificarse Levi.
“Entonces, ¡Adan tenía razón! Si no lo hubiera visto, no lo creería. Y menos todavía que me llamaras por ese motivo… ¡No hay necesidad de ser violento y lo sabes!”
“¡Solo fue un poco de disciplina, nada más!”, exclamó Levi.
“¿Qué estás diciendo? ¡No es correcto golpear a las mujeres bajo ninguna circunstancia! ¿Y tú aspiras a convertirte en representante?… No me dejas otra alternativa que poner al jefe al tanto de esto”.
“¡Mi*rda, hombre! ¿Viniste a sermonearme o a atender a un paciente?”
Luke sonrió maliciosamente: “¿Por qué no la matas de una vez y así acabas con el problema?”
Levi gruñó y se limitó a mirar a Emma. Entonces Luke sacudió la cabeza y se volvió hacia la joven para tocar su frente con suavidad. Luego le tomó la temperatura.
“Tiene mucha fiebre”, dijo mientras miraba el termómetro digital. “Pon agua fresca en una palangana y consigue una toalla, la humedeces y luego la frotas por todo su cuerpo hasta que le baje un poco la temperatura. Aquí te dejo estos medicamentos y unas indicaciones para que los tome tres veces al día. Y no te atrevas a foll*rla hasta que se recupere, ¿me has comprendido?”
“¡Mald*to imb*cil!”, farfulló Levi, pero Luke lo ignoró.
En cambio, comentó pensativamente: “Es muy hermosa… Creo haberla visto antes, pero no recuerdo dónde…”
“Ella fue mi amiga de la infancia…”
“¡Ajá! Lo sabía. Entonces, ¿por qué la golpeaste? Si tuvieron que casarse contra tu voluntad, al menos deberías intentar llevarte bien con ella. Quién sabe si con el tiempo descubren que son el uno para el otro. No dejes que el odio se apodere de tu alma. En cuanto a Gianna…” Luke hizo una pausa y sacudió la cabeza antes de decir: “Bueno, ¡ya no importa!” Enseguida se puso de pie. “Tengo que irme, amigo. Recuerda mi consejo: trata mejor a tu esposa”.
Levi se limitó a hacer una mueca de desagrado y acompañó a su amigo hasta la salida. Después fue en busca de una palangana y una toalla limpia, dispuesto a seguir sus instrucciones.
Una vez en la habitación, acomodó todo con cuidado sobre una mesa, empapó la toalla, exprimió el exceso de humedad y comenzó a frotar suavemente la cara y el cuello de la joven.
“Hmmm…”, gimió Emma, llamando a su madre.
Levi continuó con su tarea hasta que ella abrió los ojos.
Al verlo, un visible estremecimiento la recorrió. Trató de alejarse, pero sentía las extremidades tan pesadas que apenas pudo moverse.
“¡Quédate quieta!”, le ordenó Levi secamente.
Unas lágrimas se deslizaron silenciosamente de sus ojos y Levi las vio. Enseguida frunció el ceño.
“Ya te dije que te quedaras quieta”.
Emma asintió y se quedó inmóvil.
“Ahora iré a la cocina a preparar algo… Luego lo traeré aquí y tú comerás y te tomarás unas medicinas, ¿entendido?”
Emma se limitó a asentir. Se sentía demasiado débil para hablar.
“Necesitas recuperarte rápido. Todavía nos quedan muchos juegos por jugar, ¿vale?”, continuó él.
Ella abrió un poco los ojos, diciéndose para sus adentros que era preferible seguir enferma.
“¿Está claro?”, insistió él.
Emma no tuvo otra opción que mostrarse de acuerdo.
“¡Bien!”, dijo él y la envolvió nuevamente con el edredón antes de llevar al baño la palangana y la toalla. Después salió.