Capítulo 55
777palabras
2024-04-28 10:23
Levi notó el inusual calor que emanaba del cuerpo de Emma cuando ella soltó su mi*mbro… La forma en que se movía era diferente, sin duda tenía fiebre. Pero, ¡al car*jo con eso! No era culpa suya que se hubiera enfermado. Ella debería velar por su salud, pero no lo hizo. Al contrario, decidió meterse en esto. Estuvo de acuerdo, así que, ¿por qué no debería?
El problema era que esto iba a interferir con sus juegos; él lo estaba disfrutando aunque, ¡diablos!, ella parecía estar a punto de colapsar.
“Elige uno más y cuando hayas terminado, quítate de mi vista”, le dijo con rudeza.

Emma tomó la caja y sacó una papeleta. La desenrolló y leyó en voz baja lo que estaba escrito en ella: “Sé una vaquera”. Enseguida, sus manos comenzaron a temblar.
“Muy bien, ¡hazlo! Después podrás irte. Pero… Asegúrate de satisfacerme. Si no es así, te obligaré a que hagas las dos restantes”.
“Yo… ¡Ya no puedo seguir!.. Ten piedad…”
“¿Piedad? ¿En serio, Emma?”, preguntó él y dejó escapar una carcajada sarcástica: “¿No es gracioso? Te rogué desde el principio que me dejaras ir, pero tú no me escuchaste. Y ahora me suplicas piedad… ¡Bah! ¡Eres patética! Si de verdad me amabas, no debiste encadenarme en este estúpido matrimonio. Ahora, ¡haz lo que te dije!”, ordenó Levi, haciendo que a Emma se le llenaran los ojos de lágrimas.
Él frunció el ceño cuando sus miradas se encontraron: “Aunque derramaras un río de lágrimas, no cambiaré de opinión. Harás lo que te diga, ¿entiendes?… ¡Mald*ta sea, hazlo ahora!”, rugió y se acostó en la cama.
Emma se secó las lágrimas mientras se despojaba de las bragas y se subía a la cama.

‘Oh, Dios, dame fuerzas’, oró en silencio. Las iba a necesitar, pues se sentía mareada y su piel ardía.
“¡Móntame!”, ordenó Levi tirando de sus caderas para alinearlas con su duro y firme mi*mbro rosado. Emma cerró los ojos y obedeció, sintiendo dolor al insertarlo en su interior. Dio un respingo y tuvo que aferrarse a él. Cuando logró introducirlo completamente, respiró hondo antes de empezar a balancearse con cuidado.
Aquel ritmo no era del agrado de Levi, que de inmediato le ordenó moverse más rápido.
Emma hizo su mejor esfuerzo, pero se sentía demasiado débil para darle lo que él quería. De pronto, recibió una bofetada que la hizo gritar y llorar con fuerza.

“Te dije que lo hicieras bien para que pudieras irte, pero eres terca. ¡Más rápido!”, exclamó furioso. Luego puso sus brazos detrás de su cabeza y se reclinó cómodamente para mirarla mientras se movía sobre él.
Emma no podía dejar de llorar, y sus sollozos irritaron tanto al hombre que enseguida le propinó otra bofetada. Esta vez, ella lanzó un grito y se desplomó a un lado.
“¡Jod*r! ¡Verdaderamente, estás decidida a desobedecerme!”
“Yo… Ya no puedo continuar”, susurró Emma. Sus ojos se cerraron lentamente y su cuerpo se rindió sin poder evitarlo, por más que era consciente del enojo de Levi, quien a pesar de todo seguía insistiendo en que hiciera lo que le había pedido.
Como no reaccionaba, Levi se incorporó, elevándose sobre ella para azotarle el trasero. Emma lloró más fuerte. Primero la había abofeteado y ahora le daba de nalgadas.
“¡Eres una estúpida! ¡Te mereces esto y más!”, afirmó él con crueldad y continuó golpeando su trasero hasta cansarse. Luego la puso boca abajo para penetrarla desde atrás y comenzó a embestir con fuerza.
En ese momento, Emma deseó perder el conocimiento, ya que Levi la trataba como si fuera un objeto. Tal vez se lo merecía, pero, ¿por qué él no podía perdonarla?, ¿por qué no lo discutía serenamente? Ella podría cambiar de opinión y darle lo que quería si decidían que las cosas entre ellos no iban a funcionar.
Levi entrecerró los ojos, gimiendo mientras empujaba una y otra vez. En un momento la tomó de ambas muñecas y se las puso en la espalda con brusquedad, haciéndola gritar de dolor.
Maldijo cuando su mi*mbro quedó oprimido firmemente dentro de ella y continuó follánd*la hasta empaparse por completo y correrse en su interior. Esto no lo detuvo, ya que continuó moviéndose con lentitud un rato hasta recobrarse. Entonces notó que los ojos de Emma estaban cerrados y que no se movía.
“¡Mald*ta sea!”, exclamó, saliendo de ella.
“¡Oye!”, la llamó sin obtener respuesta. Ella ni siquiera se movió. Levi la miró mientras se secaba la cara sudorosa con la palma de la mano.
Sin perder más tiempo fue al baño por una toalla y la envolvió. Después la condujo en brazos hasta su habitación y llamó a un médico amigo suyo.