Capítulo 50
1430palabras
2024-04-28 10:09
El poder en la voz de Levi no disminuyó, lo que provocó escalofríos en Emma. Sus rodillas temblaron y estuvo a punto de caerse si no fuera por Layla que intervino y la sostuvo. En ese momento, Levi simplemente se alejó, pero Emma sabía que cuando Layla se fuera, tendría que afrontar lo que fuera que él quisiera hacerle.
Al día siguiente, Levi salió temprano de casa para acompañar a Gianna al aeropuerto. Por su parte, Layla debía salir a las 5:30 porque su vuelo era a las 8:30 y tenía que estar en el aeropuerto dos horas antes.
—No dejes que Levi te trate como basura. Es tu marido, aunque sólo sea en los papeles, eso te da derechos. Si tu mamá y tu papá se enteran de todo esto… estoy segura de que te obligarían a divorciarte de Levi —dijo Layla mientras se maquillaba la cara.

Al escuchar eso, Emma exhaló un profundo suspiro. —Sé que todavía tenemos una oportunidad con Levi, no te preocupes —respondió—. Él no me hará daño, puede que sea duro conmigo, pero nunca...
—No puedes mentirme a mí, Emma, pero no voy a discutir más contigo sobre este tema. Eres lo suficientemente madura para diferenciar lo que está bien de lo que está mal.
Emma volvió a lanzar un profundo suspiro. ¿Qué más podía hacer? Ella estaba enamorada de él y no le importaba lo mucho que Levi le mostrara cuánto la odiaba... nada cambiaría sus sentimientos: seguirían firmes y sólidos como una roca. No importaba cuánto la lastimara ni cuánto la ignorara, él seguiría estando en su corazón e incluso en su alma.
Poco después, cuando Layla terminó de arreglarse, el taxi que pidió por Internet llegó justo a tiempo. De inmediato, Emma la acompañó hasta la puerta principal.
—Por mucho que quiera quedarme, tengo trabajo que hacer, pero me aseguraré de visitarte de nuevo —afirmó Layla—. Me gustaría que me acompañaras al aeropuerto, pero Levi, tu ridículo esposo, te controla demasiado.
Ante eso, Emma le dedicó una sonrisa. —Está bien. Él sólo se preocupa por mí —replicó ella. Levi no le permitió salir de la casa para acompañarla y Layla casi lo golpea en ese momento. Sin embargo, Emma le rogó que se detuviera porque por más que quisiera desobedecerlo, eso no sería más que una tontería. Como dijo Levi: debía obedecer o enfrentar un castigo.

—¿Se preocupa por ti? Lo dudo. Más bien, parece que tiene un problema mental. De todos modos, te llamaré cuando regrese, así que será mejor que estés atenta a tu teléfono —dijo Layla mientras abría la puerta del asiento trasero.
—Esperaré. Cuídate —la saludó Emma y le hizo un gesto con la mano. Luego observó el taxi hasta que salió por la entrada principal y desapareció ante su vista.
Finalmente, se dio la vuelta, entró a su casa y cerró la puerta.
Ahora estaba sola otra vez... con Levi... Y no sabía cuándo volvería.

Como todavía era temprano, pasó tiempo en la sala de estar y se puso a mirar Netflix. La película que eligió ya había comenzado, pero no podía concentrarse, pues seguía pensando en Levi y lo que volvería a suceder entre ellos.
Exhaló un profundo suspiro al recordar todo lo que les había pasado.
Él era su primer hombre en todo.
Pasaron unos minutos y todavía no podía concentrarse en la película. Así que, apagó la televisión y se puso de pie. Estaba a punto de caminar cuando la puerta se abrió y apareció Levi, quien ahora caminaba en su dirección.
Ella abrió la boca para preguntar algo cuando Levi habló: —A la sala de juegos.
Emma simplemente asintió y subió las escaleras mientras Levi la seguía. Cuando llegó a la puerta, se detuvo y lo esperó.
Los ojos del hombre se dirigieron hacia ella y Emma esperó a que hablara, pero no dijo nada, sólo abrió la puerta y entró.
—Desnúdate —fue la primera palabra que dijo Levi una vez que entraron. Sin embargo, Emma solo lo miró a los ojos y negó con la cabeza. Ella todavía tenía su período.
—¿No quieres? —cuestionó Levi mientras se acercaba a Emma y ella caminaba hacia atrás—. ¿No me obedecerás?
—Yo… todavía tengo mi…
—No me importa. Sólo desnúdate. Obedece o te mostraré cómo es el infierno —amenazó él, lo que a Emma le provocó escalofríos en su cuerpo.
—Levi, por favor. Hablamos de esto. Después de mi...
—¿Te desnudarás o seré yo quien te rasgue la ropa? —la interrumpió.
Emma sacudió la cabeza mientras seguía retrocediendo hasta que tropezó con el borde de la cama.
Antes de que ella pudiera volverse, Levi la empujó a la cama, lo que la hizo jadear. Rápidamente comenzó a alejarse de él arrastrándose, pero Levi la atrajo tomándola del cabello.
—Levi, por favor —suplicó e hizo una mueca cuando el hombre apretó con más fuerza su cabello.
—¿Cuántas veces tengo que decirte que debes obedecerme? Que Layla te haya visitado no significa que ahora puedas atreverte a desobedecerme…
—No te estoy desobedeciendo, es que todavía tengo mi... ¡Ah! —Su grito estridente hizo eco en la habitación y sus lágrimas comenzaron a caer cuando Levi le tiró del cabello—. Levi…
—Ahora —dijo Levi tan cerca de Emma que ella sintió su cálido aliento casi quemándole la piel, lo que la hizo temblar de miedo—. Quítate la ropa, arrodíllate en la cama y dame la espalda —ordenó él y apretó los dientes antes de soltar su cabello.
Pronto, las manos temblorosas de Emma alcanzaron el borde inferior de su camisa y comenzaron a levantarla para quitársela.
Levi se mordió el labio inferior cuando vio lo blanca que era su piel, lo que lo tentó a darle un mordisco. Rápidamente, se acercó a ella de nuevo, deslizó su mano izquierda por su pecho y alcanzó uno de sus senos. Lentamente empezó a mover su mano mientras mordisqueaba la parte posterior de su oreja derecha. —La próxima vez —comenzó y le metió la lengua en el agujero de la oreja—, me obedecerás —dijo, pero Emma no respondió, sino que se limitó a apretar los puños y cerrar los ojos.
Levi estaba un poco enojado y le dio un mordisco en la oreja, lo que hizo que Emma gritara y tratara de alejarse, pero él tiró de ella con firmeza y apretó sus pechos con fuerza, haciéndola gemir.
Emma quiso protestar pero no pudo porque debía obedecer. Y ese ciclo continuaría a menos que ella le diera lo que él quería: el divorcio.
Levi continuó lo que estaba haciendo hasta que su mano derecha alcanzó su pecho derecho y comenzó a masajearlo. Ella todavía llevaba puesto el sostén, pero el calor de la mano de Levi atravesaba la espuma de la prenda.
Luego, Levi comenzó a mover su lengua hasta sus hombros y un gemido salió de los labios apretados de Emma, lo que motivó aún más a Levi. Pronto, su lengua llegó al gancho del sostén. Rápidamente, retiró su mano sobre sus pechos y le desabrochó el sujetador para arrojarlo lejos de ellos.
Las suaves y delicadas manos de Levi viajaron nuevamente desde su cintura hasta su busto… hasta llegar a sus pechos.
Ella gimió de nuevo cuando él comenzó a pellizcarle los pezones y a plantar suaves besos en su hombro derecho.
Emma no pudo evitar admitir para ella misma que le encantaban las caricias y los besos de Levi y que los deseaba cada vez más, sin importarle si dolían. De pronto, dejó escapar otro gemido cuando su lengua se arremolinó en el costado de su cuello hasta el lóbulo de la oreja y lo mordisqueó. Como no usaba aretes, sintió una sensación electrizante, que la hizo gemir su nombre.
—Eso es, Emma. Gime por mí —dijo él y sonrió.
La lengua y las cálidas manos de Levi seguían provocándola y parecía que alcanzaría su clímax en cualquier momento.
—¿Te gusta? —preguntó él de repente mientras continuaba con lo que estaba haciendo.
Emma asintió. —Me encan… —no pudo terminar sus palabras, pues Levi le dio un mordisco en el hombro derecho, haciéndola gritar de dolor y sorpresa. Se estremeció cuando el hombre continuó pellizcando sus pezones. Y por si fuera poco, el pezón que él le mordió el otro día todavía estaba afectado.
Cuando Levi quedó satisfecho con su mordida y con que Emma haya sido una buena chica al no protestar, la soltó y sus ojos brillaron al ver su marca.
—Arréglate tú sola —dijo y caminó hacia la puerta—. Y quiero que estés aquí a las ocho de la noche —añadió y salió de la habitación.