Capítulo 17
999palabras
2024-04-22 10:43
Por fin había llegado el día que Emma temía. A pesar de que había intentado todo, no logró evitar que Levi llevara a casa a Gianna y eso que le había dicho que soportaría cualquier clase de golpe o castigo. En ese momento el hombre iba a buscar a Gianna al aeropuerto.
«Si esa mujer se queda en mi casa, ¿cuál será mi papel? Además, ¿qué dirán los vecinos al ver a Levi con otra mujer?», se preguntó, pues la distancia entre las casas en Cameo Shores era de diez metros en promedio. Además, los altos muros de ladrillo que rodeaban su casa era un alma de doble filo: por una parte así se ahorraba la humillación de que los demás se enteraran de que su esposo tenía una amante; por el otro, nadie podría escuchar sus gritos.
Levi fue lo suficientemente inteligente como para llevarla a una casa que por fuera parecía perfectamente normal, pero que por dentro era prácticamente un calabozo. ¡Hasta sus padres habían caído en la trampa!

Negó con la cabeza y siguió preparando el desayuno, pero para su consternación, Levi le informó que necesitaba estar en su oficina antes de las ocho, pues Gianna legaría al aeropuerto a las diez. Luego se fue. Emma lanzó una risa siniestra. No entendía cómo ese descarado se atrevía a restregarle lo que hacía por su amante, a ella, que era su esposa.
«Es como si solo fuera su esposa para los reporteros», reflexionó, sentándose en el comedor. Desayunó sola.
Mientras comía, comenzó a pensar en los escenarios que ocurrirían una vez que llegara Gianna.
«¿Acaso Levi me castigara en su cuarto de juegos como ayer? ¿O Levi me hará la ley del hielo? Pero yo puedo decidir lo que puede hacerme Levi, ¿verdad? Después de todo, yo soy la esposa. Además, si Gianna accede a hacer todo lo que Levi quiere, eso no nos hace muy diferentes, ¿cierto? No, para ella es peor, pues seguiría siendo su amante», meditó.
¡Ahí tenía la respuesta! Ella lucharía por reforzar su papel como esposa, sin importarle si Levi la castigaba o le hacía daño. Y aunque a veces le diera miedo lo de la dominación, ahora que había empezado sabía que podía soportarlo.
Ayer le había dado una nalg*da que aunque le dolió, también le provocó placer. Lo que más quería era que le volviera a chupar los pez*nes. Era la primera vez que experimentaba una sensación así: mezcla de placer e incomodidad. Sin embargo, tampoco era que tuviera mucha voz en el asunto, pues su prioridad era complacer a Levi.

A las tres de la tarde terminó de lavar la ropa. Afortunadamente tenían secadora, así que la metió en un ciclo y apenas terminó, la sacó y la dobló. Únicamente había lavado su ropa y decidió que cuando Levi volviera, le preguntaría dónde guardaba su ropa sucia, pues le daba miedo entrar en su cuarto. Además, incluso aunque lo intentara, sabía que estaba cerrado con llave.
Estaba a punto de irse a su cuarto cuando escuchó un motor en la entrada. Levi había regresado.
Dejó en el piso el cesto en el que llevaba su ropa doblada y caminó a la puerta principal.
Emma abrió con una sonrisa, que se desvaneció apenas vio a otra mujer saliendo del carro.

Su mirada se cruzó con la de Levi, justo cuando él se quitaba la chamarra. Sintió que el corazón se le aceleraba y las rodillas se le doblaban, pero logró mantenerse firme.
"Hola, Emma", la saludó Gianna, caminando a la puerta. Acto seguido, sonríó con cautela y volteó a ver a Levi.
«¿Por qué me hacen esto?», se cuestionó. Como no tenía ganas de pelear, agarró el cesto con ropa y se fue directo a su cuarto. Apenas cerró la puerta, las lágrimas comenzaron a escurrir por sus mejillas y abrazó la ropa con todas sus fuerzas.
Había creído que sería capaz de soportarlo, pero la situación la había rebasado. Cuando pensó que ya no podía llorar más, se enjugó las lágrimas y salió. Apenas estivo en el pasillo, sintió que se le ponían los ojos llorosos.
"L-Levi... ¿necesitas algo? ¿Dónde está G-Gianna?", tartamudeó, recurriendo a toda su fuerza de voluntad para no ponerse a llorar ahí mismo.
El hombre frunció el ceño y guardó sus manos en los bolsillos de sus pantalones.
"¿Lloraste?" le preguntó, aunque sin volvetar a verla.
"Te prometo, que me quedaré aquí y nunca bajaré, para... darte privacidad", murmuró.
Ni siquiera tenía fuerzas para quejarse. Lo único que quería era dormir y no despertar.
Para su sorpresa, su esposo la empujó al cuarto, entró y cerró la puerta.
"Le…", comenzó
No pudo terminar, pues el hombre la besó con fuerza. Ella no podía creerlo. Sin embargo, cuando le beso adquirió un rimto frenético y él le mordió el labio, ella intentó romper el contacto. Sentía que le faltaba el aire, pero Levi no la dejaba en paz. Entonces lo entendió todo: el beso no era para transmitirle su amor, sino para castigarla.
Con la adrenalina a tope, lo pateó en la entrepierna, lo que hizo que el hombre por fin se detuviera. Acto seguido, se alejó todo lo que pudo de él.
A Emma se le desorbitaron los ojos al mirar la furia en los ojos de su hombre.
"Per… perdón", musitó, con miedo de que el hombre volviera a cachetearla como la vez pasada.
Levi hizo una mueca, se enderezó y caminó hacia la puerta. Ya estaba a punto de salir cuando se volteó y le dijo: "Nos vemos en esa habitación a las diez. Y quiero que en este instante bajes y nos preparares algo a Gianna y a mí". Luego, salió del cuarto.
La desdichada esposa cayó al suelo, mientras las lágrimas comenzaban a caer por sus mejillas.
«¿Por qué noa ser el hombre amable y considerado del que me enamoré?», pensó.
De aquel hombre dulce y considerado no quedaba nada. De hecho, ahora él la trataba como si fuera una mascota.