Capítulo 12
894palabras
2024-04-22 10:42
Durante la noche, mientras Emma organizaba su armario, un sonido en la puerta captó su atención.
Al abrir, encontró a Levi esperándola, y le pidió que se dirigiera a su oficina como si los eventos previos no hubieran tenido lugar.
Aunque aún sentía dolor en su cuero cabelludo, se comprometió a soportar cualquier sufrimiento con tal de permanecer junto a él. Estaba dispuesta a enfrentar cualquier dolor si eso era lo único que él sabía hacer como reacción a sus acciones, con la esperanza de que, eventualmente, reconociera los sacrificios y decisiones que había tomado para protegerlo.
Se miró en el espejo antes de salir de su habitación, vistiendo solo una camiseta negra sin mangas y shorts de algodón, dejando su largo cabello suelto, rozando su cintura.
Reflexionó sobre cuánto tiempo había pasado desde su último corte de pelo, considerando la posibilidad de cortárselo nuevamente dentro de un mes.
La oficina de Levi se ubicaba cerca de su habitación, al otro extremo del segundo piso. Atravesó el oscuro corredor y se detuvo ante la puerta negra, recordando cómo la había arrastrado hacia allí anteriormente.
Aunque no lograba comprender completamente el diseño interior de la habitación, notó una sábana roja sedosa sobre una amplia cama negra y no pudo descifrar el estilo de la decoración. Los objetos allí presentes, incluyendo látigos y esposas, le sugerían que Levi podría tener inclinaciones más oscuras, con las cuales ella solo estaba vagamente familiarizada.
Emma negó con la cabeza y continuó su camino.
Llegó ante una puerta de color marrón y tocó tres veces antes de entrar.
Reconoció que era la oficina de Levi al ver su nombre inscrito en la puerta. Supuso que la habitación contigua podría ser su dormitorio.
A pesar de estar casados, dormían en habitaciones separadas, lo cual ella ya anticipaba.
Al cerrar la puerta, observó a Levi de pie junto a la ventana, contemplando las luces cercanas a la costa.
“¿Q-Querías algo?”, inquirió con un ligero tartamudeo mientras caminaba hacia su escritorio.
Levi se giró hacia ella, y sus miradas se cruzaron.
“Gianna se alojará aquí a partir de la próxima semana”, informó.
“¿Perdón?”.
Levi notó cómo ella fruncía el ceño, indicándole que repitiera su pregunta. Quería confirmar que había escuchado correctamente.
“Gianna se quedará aquí conmigo, con nosotros, a partir de la próxima semana…”.
Emma soltó una risa cargada de sarcasmo: “¿Y por qué ella tendría que estar aquí?”.
“¿Por qué?”, replicó él, con un tono casi burlón: “Porque es mi prometida y la mujer a quien amo”, enfatizó la última palabra. Y el dolor se intensificó en el pecho de Emma al asimilar esa realidad.
“Pero yo soy tu esposa”, afirmó, señalándose a sí misma.
Levi se aproximó, imponiéndose sobre ella, obligándola a alzar la vista.
“Nuestro matrimonio fue solo un trámite, Emma. Por si lo has olvidado. Gianna es mi primer amor. La mujer con quien deseo casarme”.
Emma negó con la cabeza, respondiendo: “Estoy dispuesta a hacer lo que sea, cualquier cosa”.
Entonces, lo miró fijamente. “Con tal de que… no traigas a Gianna aquí”.
Una sonrisa perversa apareció en los labios de Levi preguntar: “¿Cualquier cosa?”.
Ella confirmó, asintiendo.
Emma creyó haberlo convencido, pero se sorprendió cuando él la agarró bruscamente y la atrajo hacia su cuerpo.
“¿Piensas que soy un idiota? Puedo hacerte hacer cualquier cosa, incluso sin tu consentimiento voluntario”, expresó apretando los dientes. La ira siempre era evidente en su mirada.
Una lágrima se deslizó del ojo izquierdo de la joven.
“Ahí lo tienes. Llora, Emma. No me importa. Recuerda esto: sea cual sea mi decisión, tú no tienes voz ni voto. Traeré a cualquier mujer que desee a esta casa y me es indiferente si tu padre la compró, ya que ambos han arruinado mi felicidad”.
La soltó y ella perdió el equilibrio por el empujón, cayendo al suelo. Se arrastró hacia él y abrazó su pierna izquierda.
“Por favor… no lo hagas”, suplicó.
Levi se pasó la mano por el rostro, indeciso sobre cómo manejar a la desesperada mujer. Estaba perdiendo la paciencia con ella. A pesar de querer respetar los deseos de su madre, la actitud de Emma lo incitaba a la violencia, deseando solamente herirla y castigarla.
Adicionalmente, se sentía atraído por el perfecto físico de la joven, el cual deseaba fervientemente.
Se inclinó hacia ella, tirándole del cabello para alejarla.
“Hagamos un trato. Me comportaré bien contigo delante de nuestros padres y amigos, pero a cambio, me permitirás encontrar algo de felicidad con Gianna. Ella se quedará aquí. Y tranquila, será nuestro secreto. A menos que… tú hables”, se acercó a su rostro: “¿Entendido?”.
Emma, confundida, solo pudo negar con la cabeza.
“Te lo repito, ¿entendido?”.
“No. Haz lo que quieras conmigo, pero mi respuesta sigue siendo NO. Y no voy a permitir que Gianna se quede en esta casa”, replicó. Emma se sorprendió de su propia valentía al confrontarlo sin titubear.
“Ya veo. Entonces, me encargaré de hacerte cambiar de opinión”, afirmó mientras la levantaba del suelo, estirándola del cabello. Ella gritó de dolor intentando liberarse, pero la fuerza de Levi era superior.
“Cada vez que me contradigas, serás castigada. ¿Quedó claro?”.
Emma intentó liberarse dándole una patada en la pierna, pero Levi frunció el ceño y la miró, furioso. Momentos después, soltó su cabello para pasar a arrastrarla por el brazo.
Y Emma ya intuía hacia dónde la llevaba…