Capítulo 11
1171palabras
2024-04-22 10:42
Levi se puso de pie y abandonó la cocina. Si no lograba convencerla para que cambiara de opinión, a pesar de sus súplicas y peticiones, entonces debía idear un plan para que ella accediera a liberarlo.
Si bien era consciente de que Emma era terca y consentida, también sabía de su bondad. Sin embargo, la Emma con la que se encontraba en ese momento parecía haber cambiado drásticamente, mostrándose más bien como alguien insensible, egoísta y despiadada.
Si realmente quisiera asistirlo con su empresa, podría haberle extendido su apoyo como amiga, sin complicar su vida de la manera en que lo hizo…
Se acomodó en el sofá y encendió el televisor, dejando su café en la mesa central. Su teléfono vibró, y al revisarlo, soltó un suspiro al ver el remitente.
El mensaje era de Gianna.
Ella regresaría la semana entrante y esperaba que él fuera a recogerla al aeropuerto. Su prometida, una modelo de bikinis emergente en la industria, nunca lo hacía sentirse solo y siempre estaba allí para él. Por ello, anhelaba casarse con ella después de años de noviazgo. Sin embargo, la muerte de su padre y los problemas subsiguientes en la empresa familiar lo obligaron a posponer su boda.
Tenía planes de casarse con Gianna el mes siguiente, pero Emma lo arruinó todo…
[Gianna: Hola, amor. Acabo de desayunar. ¿Y tú qué haces?]
Levi esbozó una sonrisa mientras tecleaba su respuesta.
Emma lo observó sonreír mientras usaba su teléfono. Tomó su café y se acercó a él, indiferente a la posibilidad de que se molestara nuevamente.
Levi no parecía notar que ella se acercaba. Y lo cierto era que Emma nunca lo había visto sonreír de esa manera. Layla tenía razón: estaba profundamente enamorado de Gianna. A pesar de ello, estaba decidida a no dejar que esa mujer se quedara con él para siempre. Estaba dispuesta a ser la antagonista y mantener a Levi atado a ella, si fuera necesario, eternamente.
La sonrisa en el rostro de Levi persistía, lo cual le resultaba ligeramente molesto.
Acto seguido, se posicionó detrás de él y, de manera intencionada, derramó un poco de café caliente sobre su teléfono, provocando que él exclamara sorprendido y soltara un: “¡M*ldición!”.
“L-Lo siento…”, empezó a decir con un toque de sarcasmo, pero no pudo terminar su falsa disculpa antes de que Levi la tomara del cabello y la atrajera hacia él. Sus rodillas chocaron con el respaldo del sofá, aunque no emitió ninguna queja.
“¡¿Qué has hecho?!”, reclamó Levi, furioso.
“Yo… lo siento…”.
Ella se quedó quieta mientras él la tironeaba para tenerla más cerca, y apretaba su agarre con más fuerza. Se aferró a sus brazos, intentando mitigar el dolor, pero no dijo nada, solo sostuvo su mirada.
“¡Me has derramado café a propósito, m*ldita sea!”, exclamó Levi, iracundo. Emma podía percibir toda su ira en ese momento.
Estuvo a punto de levantar su mano izquierda para golpearla, pero las palabras de su madre resonaron en su mente: «Nunca le hagas daño a Emma, hijo. No te impongas sobre ella. Tu padre lamentó profundamente sus acciones hacia mí antes de su muerte. Yo elegí ser sumisa ante él, pero Emma es diferente. No intentes dominarla, hijo. Por favor».
Esas fueron las palabras de Isabella al verlo empacando. Y al recordarlas, bajó la mano.
Con la mirada fija en ella, dijo: “Por última vez, firma el divorcio y déjame ir”. Aún la sujetaba del cabello, esperanzado en evitar causarle más daño.
Una lágrima se deslizó por la mejilla de Emma mientras negaba con la cabeza. “Es la única forma… de salvarte”.
“Entonces, te haré cambiar de opinión”, declaró Levi. Acto seguido, la arrastró sin importarle la fuerza con la que tiraba de su cabello.
Subieron las escaleras, pero Emma no podía mantener su ritmo.
“Levi, detente”, pidió.
Sin embargo, él no hizo caso y la siguió arrastrando hasta el segundo piso.
Emma, reuniendo todas sus fuerzas, sujetó el brazo con el que él le tiraba del cabello e intentó frenarlo: “¡De… Detente! ¡Levi!”, gritó.
Finalmente, se detuvo y la miró. Sus rodillas se doblaron y cayó al suelo al encontrarse con su mirada.
“Tú no eres así, Levi…”, empezó.
“¡Es porque te niegas a concederme mi libertad!”, exclamó él, señalándola. Luego soltó su cabello y se limpió la cara con la mano.
“Déjame libre, Emma. Y te aseguro que no te lastimaré”.
Ella comprendió la gravedad de la situación cuando negó con la cabeza.
Levi volvió a estirarla, y en ese momento, el dolor fue más intenso, arrastrándola por el cabello como si fuera un objeto inerte.
“¡No! ¡Levi, por favor, no!”, gritaba ella, agobiada por el dolor mientras intentaba sujetarse de él.
Sentía como su cuerpo se arrastraba por el suelo, intentando levantarse para mitigar el dolor, pero él era demasiado fuerte.
La arrastró a través de un pasillo oscuro hacia una puerta negra en el lado izquierdo de la casa, sacó una llave de su bolsillo y la abrió. Los sollozos de Emma se intensificaron, pero a él parecía no importarle.
Al abrir la puerta, la arrastró hacia dentro y la soltó tras cerrarla.
Emma observó el entorno con una mirada de asombro. Levi, con las manos en los bolsillos, declaró: “Afirmaste que este matrimonio era la única manera de salvarnos a ambos, y a la empresa, ¿correcto?”.
Ante el silencio de la joven, continuó: “Ahora, esta será mi forma de convertir tu vida en un infierno, hasta que me ruegues que te deje libre”.
Emma negó con la cabeza: “Nunca… te dejaré…”, articuló entre lágrimas, casi en un susurro, mientras permanecía en el suelo.
Él emitió una risa siniestra que le heló la sangre, haciendo que sus lágrimas cesaran y lo observara fijamente.
Sus ojos se abrieron de par en par al encontrarse con una versión alterada de Levi. Ya no era el hombre que ella conocía, aquel que jamás haría daño a otros. Ese hombre era diferente, como si estuviera poseído por algún espíritu maléfico…
Se aproximó y se agachó frente a ella, agarrándola del cabello sin que ella emitiera sonido alguno, a pesar del intenso dolor que sentía. Susurró en su oído izquierdo: “Entonces, bienvenida a mi sala de juegos, Emma”. Luego, la soltó.
Se levantó y siguió hablando: “De niños éramos compañeros de juegos, ¿cierto, Emma?”.
Las lágrimas brotaron nuevamente de sus ojos, pero ella logró responder con un: “Sí”.
“Entonces, volvamos a ser compañeros de juegos, Emma”.
En ese instante, ella comprendió que estaba sufriendo las consecuencias de sus actos: la ira de Levi.
Se prometió hacer todo lo posible por él, pero su padre tenía razón; la persona que una vez conoció cambió irrevocablemente después de ser dañada…
Aunque no entendía completamente lo que veía, sabía que era una creación de Levi, y nunca habría imaginado la existencia de un lugar así.
“Emma, por todos los años que compartimos, te imploro por última vez: Déjame libre”.
Ella sostuvo su mirada y, en ese momento, su respuesta determinó el destino de su vida junto a Levi: “No”.