Capítulo 9
882palabras
2024-04-22 10:42
Finalmente, sus familias se retiraron, dejándolos solos en la casa. Ella intentó captar la atención de Levi, quien estaba absorto en su teléfono, sentado en un sofá frente a ella.
Con un suspiro, carraspeó antes de preguntar: “¿Dónde está nuestro dormitorio?”. Eso hizo que él dejara su teléfono para mirarla.
“¿Nuestro dormitorio? ¿Es una broma? ¿Piensas que voy a compartir dormitorio contigo después de lo que hiciste?”, se burló. Se levantó, y ella notó cómo cerraba su mano en un puño. Volvió a hablar: “Sigue soñando, Emma. No hay forma de que comparta dormitorio contigo. Si fueras Gianna, tal vez lo haría”.

Se aproximó a ella. Su estatura, considerablemente más alta -seis pies y tres pulgadas, frente a los cinco pies y ocho pulgadas de ella- la obligó a levantar la mirada para encontrarse con sus ojos llenos de ira: “Escúchame bien, mujer egoísta”, soltó.
La sujetó del brazo y la atrajo hacia él, casi soltando una maldición al sentir su aliento caliente: “O firmas los papeles de divorcio o convertiré tu vida en un infierno”, amenazó.
Pero ella era Emma, y no le temía a nadie, mucho menos a Levi. Se liberó de su agarre y lo enfrentó, intentando sostener su mirada: “Inténtalo, no me importará tomar represalias”, dijo con una sonrisa. “Elegiré mi propia habitación. Y para que sepas, nunca te daré el divorcio”.
No alcanzó a terminar su frase cuando Levi la tomó del cabello y la jaló hacia él.
Aunque el tirón en su cuero cabelludo le causaba dolor, no emitió sonido alguno, limitándose a fruncir el ceño. A pesar de que Levi incrementó la presión en su agarré, ella permaneció silencio, soportando el dolor y manteniendo su mirada con firmeza.
“Desconoces de lo que soy capaz. Podría acabar contigo”.

Incluso con el dolor persistente en su cuero cabelludo por el firme agarre, ella sonrió y se esforzó por soltarse.
“Me. Da. Igual”, declaró.
Entonces fue el turno de Levi de esbozar una sonrisa: “Eres resistente. Veremos cómo te va con eso”, dijo antes de soltarla finalmente.
Emma se giró rápidamente y subió por sus cosas. Escogió la puerta más cercana a las escaleras, y al entrar a la habitación, se apoyó contra la puerta cerrada y se llevó una mano al pecho, dejando escapar una lágrima que rápidamente secó.

Se llevó la mano al cuero cabelludo, sintiendo aún la presión del agarre de Levi. Aún podía sentir la tensión en su piel, pero sabía que debía ser fuerte. Estaba determinada a soportarlo todo. No le importaba enfrentar la ira del hombre que amaba…
No podía mostrarse vulnerable ante él. Estaba dispuesta a hacer lo que fuera necesario para ganarse su amor. Intentaría hacer que olvidara a Gianna. Pero, ¿sería capaz?
Ignoró el dolor en su cuero cabelludo y exploró la amplia habitación. Corrió las pesadas cortinas grises que le impedían ver el magnífico océano. Deslizó la puerta y salió al balcón. El aire fresco la envolvió, ofreciéndole consuelo mientras se acercaba al borde. Se aferró a la barandilla, levantó el rostro, cerró los ojos y, al abrirlos, contempló el horizonte. El sol empezaba a ponerse, bañando el vasto océano verde azulado con sus radiantes rayos anaranjados.
La sensación de dolor en su cuero cabelludo se esfumó. Aún le resultaba increíble que Levi pudiera lastimarla, pero reconocía su error… Quizás él actuó así movido por su ira. Ella intentaría comprenderlo. Era algo que debía hacer…
***
Levi entró a su habitación, se despojó de sus prendas y se encaminó al baño. En un momento de enfado, golpeó la pared de azulejos. Sus nudillos empezaron a sangrar mientras el agua de la ducha caía sobre su cuerpo.
Se preguntaba por qué el destino se mostraba tan severo con él. ¿Por qué tenía que pasar por tanto sufrimiento? Y fue en ese instante cuando se dio cuenta de que Emma era la causa de todo. La había considerado una hermana, una mejor amiga. Jamás imaginó que ella sería quien lo llevaría a su ruina…
Aún no le había comunicado a Gianna acerca de su boda y desconocía cómo hacerlo. Golpeó nuevamente la pared y soltó un grito.
Una vez que terminó, se vistió y guardó la llave dorada en su bolso antes de salir.
Él fue quien seleccionó la casa y su ubicación. Si los Hollis buscaban complicarle la existencia, él respondería de la misma manera. Qué más daba si se trata de Emma, a quien antes valoraba como una amiga.
Su amigo, Adan, era el propietario de la agencia inmobiliaria de Cameo Shores. De ese modo, obtuvo la casa a un precio reducido, aunque fue su tío David quien realizó la compra. Así, la residencia les fue presentada como un obsequio de boda por parte de los Hollis.
“Recién casados, sí, claro”, murmuró entre dientes.
Se paró frente a la puerta situada al final del pasillo en el segundo piso, que acababa de ser iluminada por una luz tenue proveniente de las lámparas de pared. Introdujo la llave dorada en la cerradura y, acto seguido, giró el picaporte.
Sus ojos se iluminaron al observar todas las cosas que había preparado un día antes de la boda.
«Ahora vamos a ver cuánto puedes resistir, Emma», reflexionó. «Voy a hacer que lamentes haber dejado que tu apellido se convirtiera en Liam».