Capítulo 8
1023palabras
2024-04-22 10:42
Luego de la boda, Emma se enteró de que la decisión sobre su nueva residencia había sido tomada por Levi, y que había sido el dinero de su padre lo que financió la compra de la casa, lo cual le ofreció una pequeña esperanza de que Levi deseara brindarle una vida cómoda.
Celebraron su unión en un restaurante, y aunque la celebración no fue tan ostentosa como ella había imaginado, se sintió agradecida porque él no mostró ninguna objeción durante la ceremonia de compromiso ante el juez. No obstante, podía percibir el enojo en su mirada…
Emma lo amaba, y era todo lo que sabía en ese momento. Estaba determinada a salvar su empresa y, de igual manera, salvarlo a él de las garras de esa mujer. Estaba dispuesta a asumir el papel de la antagonista en la historia de Levi y Gianna, sin importar cómo se desarrollara su vida sin él, ya que sentía que había perdido su libertad. Estaba lista para tomar el riesgo, sin importar las consecuencias.
La boda fue una ceremonia breve y sencilla. Dado que el juez solo estaba disponible a las cuatro de la tarde, optaron por cenar fuera después. Al terminar, Adan los llevó a su nueva vivienda. Acompañados por sus padres, e incluso la madre de Levi y su enfermera privada.
Adan se transportó en el coche de Levi, destinado originalmente para ella. Pero Emma decidió viajar una última vez en el vehículo de sus padres, ya que luego se mudaría a vivir con su marido.
La nueva casa en Cameo Shores estaba a una distancia de casi treinta y ocho millas de Los Ángeles, donde residían sus padres.
Emma se preguntaba por qué Levi había elegido un lugar tan alejado para vivir, considerando que el imperio empresarial de los Liam se encontraba en Los Ángeles. Aunque el viaje directo podría tomarle alrededor de cuarenta y siete minutos, le parecía distante.
Un aspecto positivo de Cameo Shores era su baja tasa de delincuencia comparada con otros barrios de Newport Beach, California, lo que representaba un consuelo para ella, ya que no necesitaron contratar guardias, empleadas domésticas ni choferes, una decisión que fue completamente suya.
Sin embargo, su madre insistió en que, como mínimo, deberían contar con alguien que les ayudara con la limpieza, sugiriendo una persona que pudiera ir al menos una vez a la semana, especialmente durante los fines de semana.
La preocupación principal de su madre radicaba en el temor de que su hija tuviera que encargarse de todas las labores domésticas por sí misma, algo a lo que no estaba acostumbrada.
“Gracias, Papá, por mantener nuestra boda lejos de los ojos de la prensa”, expresó, intentando romper el silencio que reinaba en el coche.
“Haría cualquier cosa por mi pequeña”, respondió él.
La madre de Emma le apretó la mano afectuosamente y le sonrió: “Te mereces lo mejor, querida”, aseguró.
“Te visitaremos una o dos veces a la semana, siempre que nuestros compromisos con la empresa nos lo permitan, ¿está bien?”, propuso su padre, mirándola a través del espejo retrovisor. Él iba sentado en el asiento del copiloto, y Emma al lado de su madre, mientras que el conductor de la familia se encargaba de manejar el vehículo.
“No es necesario que hagan eso. Ya estoy casada y quiero demostrar que puedo ser independiente. Si necesitan algo, pueden llamarme”, les dijo.
“Está bien, entonces. Pero no dudes en llamarnos si Levi te hace algo malo o te maltrata…”.
“Papá, Levi jamás haría algo así”, rechazó. Se preguntaba por qué sus padres siempre sospechaban que él podría llegar a lastimarla físicamente.
A pesar de haber obtenido su aprobación, su padre seguía expresando preocupaciones sobre la posibilidad de que él se volviera violento y la hiriera, lo cual la desconcertaba profundamente.
Aunque Levi podría herirla emocionalmente, dado que ya había empezado a complicar su vida, ella se consideraba preparada para enfrentar eso, pero la idea de un daño físico la inquietaba. Sin embargo, confiaba en que eso no sucedería.
Levi siempre había sido respetuoso y nunca había recurrido a la violencia, incluso ante provocaciones externas. Nunca había golpeado a alguien, independientemente de cuánto lo incitaran, optando por simplemente confrontarlos con la mirada hasta dejarlos desconcertados.
Alguna vez le dijo que lo mejor ante un desafío a pelear era ignorarlo, ya que los provocadores se detendrían al notar desinterés. Ese había sido su consejo…
“Levi es un hombre de bien, papá”.
“Eso era antes de que te comprometieras y te casaras con él, Emma. Me preocupa lo que pueda hacerte más adelante”, replicó David. El temor era perceptible en sus palabras.
Tras ese comentario, el silencio se apoderó del ambiente, y poco después llegaron a su destino. Emma quedó impresionada al ver la casa por primera vez, ya que era amplia y lujosa.
Al bajarse del coche, se dirigió hacia Levi, quien solo le ofreció una mirada vacía. En ese momento, deseó que él al menos intentara mostrarse afectuoso frente a sus padres.
Se acercó a su tía Isabella, y bajando la mirada, saludó: “Hola, tía”.
Su tía le respondió con una sonrisa: “De ahora en adelante puedes llamarme mamá, querida. Ahora somos familia”, le dijo la mujer.
Ella agarró la mano de su tía y la apretó: “Desearía poder llamarte ‘mamá’ sin reservas, pero temo que Levi me dirija otra de sus miradas fulminantes si llega a oírme”, comentó entre risas.
Ya intentó referirse a su tía Isabella como ‘mamá’ después de salir del ayuntamiento, pero Levi la sorprendió lanzándole una mirada de desaprobación. Parecía no estar de acuerdo con la idea…
La mujer mayor se echó a reír: “No te preocupes por Levi, querida. Así es él. Pero dime, ¿realmente te sientes cómoda aquí? Me refiero a… ¿sin ninguna ayuda doméstica?”.
Ella confirmó con un gesto afirmativo: “Claro que sí. Nos las arreglaremos, mamá”, aseguró, murmurando la última palabra con suavidad, lo que provocó que Isabella riera y negara con la cabeza.
En ese momento, Levi se acercó y, con un gesto brusco, alejó la silla de ruedas de su madre. Ella frunció el ceño ante el acto, que le pareció algo descortés.