Capítulo 57
1165palabras
2024-03-05 00:02
Tras dejar a un lado su teléfono, le asió la cara suavemente para plantarle un beso en los labios. "Soy yo el que te da la gracias a ti. La comida estaba deliciosa, y me alegra que al fin me dirijas la palabra."
"Si es que soy todo un amor, y muy fácil de complacer, también.", se rio ella, apoyando la cabeza en su hombro al tiempo que ella la aprisionaba un poco más entre sus brazos para besarla de nuevo.
"Y tanto que sí. Como dice papá, tengo mucha suerte de tenerte."
"Lo mismo digo.", se regocijó ella, cerrando los ojos mínimamente.
"No te me vayas a dormir, que ya estamos llegando. ¿Dónde has aparcado?"
Llamó a Lorenzo en cuanto llegaron a su coche.
"Recibirás un correo electrónico de Scarpellini para firmar el contr..."
Ella dejó escapar un grito de emoción, yendo a estrujarle entre sus bracillos.
"¡Gracias, gracias!"
"Debo decir...", farfulló él, recobrando el aliento: "...que me convencieron las palabras de este socio comercial, pero te aviso de que si tus padres pierden fuelle y dejan de estar a la altura de los requerimientos de Beacon Enterprises, no renovaremos el contrato."
"Me da igual todo eso, porque mi trabajo aquí ya está hecho. Vuelve a casa pronto, ¿vale?", se sonrió ella.
"Te veo en unas horas."
Raelynn se aferró a él más tiempo del previsto, sin querer apartarse de él. Siempre había pensado que su aspecto físico era lo más atractivo del hombre, pero poco a poco, esto había palideciendo ante su encantador trato, humor, tono de voz y hasta miradas. Su compañía implicaba una vorágine de comodidad casi adictiva.
Sin comerlo ni beberlo, se le avecinaban un montón de eventos por delante, empezando por aquella misma noche con su marido, y terminando por su propio cumpleaños y el próximo viaje de su padre. Tras transmitirle la buena noticia a su jefe, se pasó el resto del día en el trabajo sonriendo y en las nubes. Su entusiasmo se multiplicó aún más al llegar la hora de volver a casa.
Llamó a Rodrigo alrededor de las siete de la tarde, y al ver que no le respondía ni pasados treinta minutos, se puso a cenar. Lo llamó nuevamente a las ocho y media, a lo que él le respondió con un escueto 'estoy en reunión'.
Para cuando al fin regresó a cas, ya le habían dado las diez de la noche. Se encontró con todas la luces apagadas y la tele encendida con una película de Studio Ghibli puesta a bajo volumen. Raelynn estaba sentada en el suelo, dormida junto al sofá.
"Raelynn... Despierta, Raelynn."
"¿Eh...? Ah, por fin... ¿Cómo has tardado tanto?", le rodeó ella con los brazos a modo de saludo, aún adormecida.
"Lo siento. ¿Puedo llevarte a mi habitación?"
"Mm..., vale.", respondió ella, sin pensar mucho.
Una vez Rodrigo se hubo duchado, secado y cambiado, se deslizó en la cama junto a Raelynn, quien rezongó en sueños mientras se acercaba a una desconocida calidez corporal. Sin embargo, cuál no sería su sobresalto al toparse su mejilla con el pecho desnudo del otro.
"¡Estás aquí!", aspaventó ella.
Rodrigo se rió entre dientes. "¿No te he dicho que te iba a traer a mi habitación?"
"¿Y yo te dije que sí, en serio?", miró a su alrededor, comprobando que, en efecto, se encontraba en el cuarto del joven.
"Duerme aquí conmigo, por favor.", la tomó nuevamente entre sus brazos.
"Te echado de menos, Rodrigo... No sé por qué será que me atraes tanto, pero no puedo dejar de pensar en ti todo el rato, a todas horas...", apoyó ella de nuevo su cara sobre el torso de su marido, quien le alzó el rostro para besarla.
"Pues ya somos dos. Llevo todo el día queriendo volver a casa para estrecharte entre mis brazos de una vez... Nunca me he sentido así por nadie, y... bueno, eso me asusta un poco."
"¿Que te asusta? ¿Te refieres al cambio de nuestra relación?"
"Me refiero a que yo mismo cambie... Tengo miedo de que algún día me dejes de gustar, que se me apague la llama."
"¿Qué?"
"Llevo sin sentir nada por ninguna mujer con la que he estado en los últimos diez años... Tengo trastorno bipolar, y he estado medicándome con litio durante años para paliar los síntomas depresivos. No sé si estarás al tanto, pero uno de los efectos secundarios de ese medicamento es sufrir de momentos de vacío emocional, cuyas consecuencias pueden llegar a ser incluso más dañinas que la depresión en sí, a veces..."
Raelynn se levantó de la cama y lo agarró del brazo, apabullada. "Lo siento muchísimo, Rodrigo..."
La reacción de su esposa le sorprendió, pues se pensaba que ella ya estaría al corriente acerca de su trastorno por haber venido antes en su habitación. Aparte, también lo había incluido como información adicional en el contrato, el cual ahora corroboraba que no había leído nunca ella. Álvaro se lo dijo a su vez al padre de la chica antes de la boda, pero este no consideró relevante comunicárselo a su hija.
"¿Cuánto tiempo? O sea, que... ¿cuándo te lo diagnosticaron?"
"A los quince años, y mi médico me cambió la medicación hará menos de un par de años. Ni siquiera sabía que tenía un problema con todo el tema del vacío emocional y demás hasta que no cambié de tratamiento."
Ahora entendía por qué Amelia le había durado tanto, pese a que ninguna otra mujer antes que ella lo había hecho.
"Cuando estaba en la universidad, le hice mucho daño a cierta persona justo por esto... Luché por cambiar y poder estar con ella, pero no sabía cómo hacerlo. Nunca llegué a entender por qué, así que acabé catalogándome a mí mismo de la misma manera que lo hacía todo el mundo: como un desalmado despótico, un mujeriego ricachón y mimado. También lo pasé mal con los estudios, hasta el punto de tener que estar en la carrera seis años en lugar de cuatro. De no haber sido por el apoyo de mi padre, jamás habría conseguido salir adelante."
Raelynn permaneció en silencio por un momento antes de preguntar: "¿Cómo se llamaba esa persona?"
"Kavya. No sé qué habrá sido de ella a estas alturas, la verdad. Intenté dar con ella durante años, pero al final me acabé dando por vencido... Bueno, ella también tenía lo suyo, todo hay que decirlo. Estaba obsesionada y no se daba por vencida conmigo Cada par de días, salía con una nueva forma de intentar conquistarme o cortejarme, pero a mí me resultaba imposible seguir fingiendo que la correspondía..."
Ella se acurrucó un poco más contra él. "No creo que debas preocuparte por eso ahora que estás conmigo, porque además, ahora estás tomándote una medicación distinta, ¿no? Si aún quieres ahondar en lo del vacío emocional, podemos hacerlo juntos. Confía en mí, que sé lo que me digo."
"Vaya, Raelynn... ¡Di que sí, confiaré en que sepas lo que te dices!", sonrió él.