Capítulo 33
937palabras
2024-01-26 13:57
(Diez días después, en San Francisco...)
Easton, Alfredo y Rodrigo se encontraban en la mansión de este último para ver un partido de fútbol.
La residencia familiar se dividía en varias mansiones conectadas entre sí con cocinas y entradas separadas. La familia de Raelynn se hospedó en el ala oeste cuando la boda, el padre de Rodrigo solía quedarse más o menos en el medio, la abuela en el lado más al sur y el propio Rodrigo el extremo este, junto con Raelynn.
"Aquí hay plantas para rato, ¿eh? Ya me pensaba que habíamos entrado en la parte equivocada de la mansión.", comentó Alfredo, apartando una gran hoja de palma a un lado mientras se dirigía al salón.
"Es todo obra de mi querida esposita, que ha decido adueñarse de mi casa y convertirla en un parque jurásico. Ah, y no las llames 'plantas', que se las ha traído de su casa de Florida y son como sus mascotas, con nombres y todo. A mí me pone una cara de asesina cada que no me acuerdo de cómo se llaman... MIra, esta es Dracaena, la que parece un queso suizo se llama Monstera, y la de allí se llama... ¡yo qué sé, Culosucio!"
"Parece que te lo estás pasando en grande con ella.", dijo Alfredo, mojando un nacho en la salsa casera.
"Como me ponga a decir cosas...", suspiró Rodrigo, dejándose caer en el sofá junto a Easton. "Apenas me habla a menos que mi padre esté cerca, y este siempre dice lo mismo, independientemente de lo ridículamente mal que haga ella las cosas: '¡Qué bien! Ya se puede Rodrigo dar con un canto en los dientes por haber dado contigo.', o algo del estilo. El muy pelota hasta le pidió que le decorara su salón con plantas porque aparentemente ella 'lo hace con el corazón y se nota, mientras que la gente a la que él paga lo hace por dinero'.", le remedó el joven.
"¿Dónde está ella ahora? Quiero saludarla.", se interesó Easton, acercándose al armario para coger unos vasos altos donde servir la cerveza.
"En su habitación. Dice que me odia y que no quiere verme ni en pintura."
"Pero, ¿cuánto más os va a durar esto, un año, o qué? Si Raelynn no quiere hablar, no entiendo por qué no llamáis a su hermana para averiguar qué fue lo qué pasó realmente.", argumentó Alfredo, echando mano de una de las cervezas que había en el cubo con hielos.
"¿Llamarla? ¿Para qué, para recordarme qué excusa de mi*rda le puse para quitármela de encima? No sé por qué le habría mencionado eso a Raelynn después de todos estos años... Sí, recuerdo haberme acostado con ella porque cuando mi padre se puso hecho una fiera al día siguiente, creía que le había contado a sus padres lo que habíamos hecho. Lo que no sabía era que fue esta pequeña chivata de los c*jones la que se fue de la lengua con respecto a la otra chica."
"Cosas del karma, amigo.", se rio entre dientes Easton.
Ianira había sido la novia de Easton en el instituto, y una de las pocas mujeres con las que había estado. Nunca le vio el atractivo a ir de flor en flor y granjearse ex vengativas a diestro y siniestro.
"Jamás habría pensado que acabaría diciendo esto, pero de verdad que quiero que Raelynn me hable de una vez, y no como cuando finge estar bien cuando mi padre cerca, sino... Bueno, ya me entendéis, hablando normal conmigo, cotorreando como ella hace siempre. Si es que, por hablar, antes le habla antes al pez ese de allí que a mí."
"¿Estás seguro de que no quiere dirigirte la palabra, y ya está? ¿No hay nada más que estés obviando?"
'No sé, a eso es a lo que yo llegó, porque es lo que se ve. De hecho, con tal de no preguntarme cómo se llamaban mis perros, se ha inventado nombres para ellos, y ahora les llama Oreo, Chunky y Monkey.", enumeró los apodos mientras ponía los ojos en blanco. "Mis uso los ojos en blanco con desaprobación. "Mis peces de colores ahora son Tiklu y Piklu, y los peces ángel Chunnu y Munnu. Ah, y mi caballo es Buchkoo, por si os interesa. A saber qué c*ño significa eso..."
Aarón se echó a reír. "Tienen pinta de ser nombres de comidas indias. Son adorables."
"Quiero echarle en cara todas las tonterías que está haciendo con mi casa y la convivencia conmigo, pero como no abre el maldito hocico ese suyo, no puedo hacer nada. Llegué incluso a ir a disculparme con ella el domingo pasado cuando estaba en el jardín, pero justo me la encontré llorando, viendo fotos de Damien."
"A ver, también es normal. Estuvo con el como un año o así, ¿no? Siempre es al que dejan y no el que deja el que lo pasa pero...", puntualizó Alfredo, voz de la experiencia.
"Tuve que llamar al mindundi de su novio para enterarme de qué paso exactamente, porque ella de repente se negó a volver aquí en mi avión, diciéndome literalmente que me metiera el jet privado por el orto. Supuse que volverían juntos en el mismo vuelo, y de hecho lo preferí así, para que Amelia no se pusiera otra vez incómoda con ella."
"Si de verdad lo preferiste así, ¿por qué no pudiste pedir perdón por lo que pasó? Es más, ¿qué sacas haciendo con ella las paces, siquiera?", volvió Alfredo a hacer las veces de psicólogo.
"No sé...", fingió Rodrigo mirar atentamente el anuncio de la tele, mientras los otros dos intercambiaban miradas inquisitivas.