Capítulo 31
1017palabras
2024-01-26 13:52
Raelynn se fue al baño más apartado y libre de gente, en donde se sacó el estuche de las lentillas de su bolso blanco y realizó la operación pertinente. Una vez que hubo terminado, fue a salir del baño, pero chocó con cierto cuerpo rocoso.
"Rodrigo...", alzó la vista aturullada, preguntándose si habría bebido tanto como para ver alucinaciones.
El hombre se abalanzó sobre ella con avidez, la rodeó con los brazos y la besó violentamente. Raelynn, demasiado desprevenida como para corresponderle, se frotó los ojos con una mano, incrédula, y luego trató de zafarse de sus manos que la aferraban por la cintura.

"Rodrigo, este es el baño de ch...", logró empezar a quejarse, pero él volvía a callarle con otro beso, al tiempo que la levantaba en vilo para ponerla sobre los lavabos. Su embriagadora colonia de coco, vainilla y almizcle la embriagaron de repente, sumada a la excitación y alcoholización del momento, claro está.
Su marido la abrió de piernas y se internó entre sus muslos, juntando sendos cuerpos sin dejar de atacarle la boca desaforadamente. Ella se dejó hacer, sintiendo una oleada de calor que le bajó hasta la entrepierna.
"Qué suave...", se regocijó él con voz entrecortada, chupando sus labios. "¡Y qué dulce...!"
El joven profundizó y acentuó aún más el beso, mordisqueándole el labio inferior y gruñendo de satisfacción cuando ella le engarzó las piernas alrededor de la cintura.
Según le agarraba con firmeza del pelo por la nuca, con la otra mano le asió el muslo, clavándole los dedos fieramente. Procedió entonces a desplazar sus sedientos labios hacia el cuello de la chica, quien dejó escapar un par de gemidos ahogados ante la succión y el leve contacto de sus dientes.
"Rodrigo..."

"Mm...", murmuró él, antes de que ella le cogiera el rostro con las manos para besarle, frotándose contra su ingle de manera crecientemente lujuriosa.
"No podemos hacer esto...", dijo él entonces entre pequeños jadeos, al tiempo que reposaba su frente contra la de su mujer.
"Pero quiero hacerlo...", le besó ella la nariz, regresando otra vez a sus labios. El acalorado joven afianzó su agarre para morderle los labios con cierto salvajismo y posesividad.
"¡No vuelvas a besar a nadie delante de mí...!", le recriminó con suma cólera. "Voy a matar a ese cabrón a hostia limpia..."

"¿Estás de broma? Pero sí tú también...", fue a decirle ella, atónita, pero él, dando un largo suspiro, se dio la vuelta antes de que pudiera acabar su respuesta.
"¡Flipante...!", se llevó ella la mano a la frente, viendo con estupefacción cómo él se iba por la puerta.
Se fijó entonces en que dentro de uno de los baños separados había un par de pies, los cuales calzaban zapatos de tacón de estampado de leopardo. Ya los había visto al entrar a los aseos antes, pero ahora les prestó especial atención. Tras bajarse de los lavabos en donde estaba subida, la puerta se abrió de golpe, y los pies caminaron hacia ella.
Ariana se puso delante, más enfadada que nunca.
"¿Qué te pasa a ti ahora? ¿Por qué estás tan rara?", le inquirió Raelynn, aún aturdida.
Cuando se giró para mirarse en el espejo, sintió el sabor de la sangre.
Le sangraba el labio inferior, y estaba segura de tener al menos cinco moretones en el cuello. Todavía le persistían ciertos hormigueos en la zona de la entrepierna, pero con una leve sensación de vacío, como si su organismo llorara por verse desprovisto de la presencia del hombre.
Ariana le lanzó miradas furibundas a su reflejo en el espejo, pero Raelynn ignoró su presencia por un minuto, tratando aún de procesar lo que acababa de suceder. A pesar de todo la confusión que reinaba en su interior, no pudo evitar sonrojarse de nuevo.
Bufó agresivamente cuando su hermana le interrumpió sus pensamientos de lujuria, quebrando también el silencio..
"¿Cómo se siente robarle el novio a alguien, privándoles de la felicidad que se merecen como pareja?"
"¿Qué...?", farfulló Raelynn, volteándose hacia ella. "¿Desde cuándo defiendes tú a Amelia? Bueno, supongo que me lo debía esperar ya, viniendo de ti. Da igual quién sea mi enemigo, que tú siempre te pondrás de su lado y en mi contra."
"No me estoy refiriendo a la z*rra esa de Amelia.", rebatió ella, lo cual provocó en Raelynn una inesperada intriga.
"¿De quién hablas, entonces? ¿Hay otra mujer?"
"Lo había, pero ya no, y todo gracias a ti."
"No cuántos cubatas te habrás trincado, pero no tiene ningún sentido lo que dices...", le echó en cara Raelynn con la intención de salir de allí, pero se detuvo en seco ante el odio que rezumaba la mirada de Ariana.
Aparte de repetirle hasta la saciedad a Raelynn que sus padres la habían encontrado en un contenedor de la basura, como todo hermana mayor hacía con sus menores, Ariana siempre se había portado fatal con ella. De hecho, fue solo cuando llegó a la etapa universitaria cuando Raelynn cobró consciencia de que lo que vivió con su hermana mayor había sido acoso, y no trastadas inocentes.
Raelynn envidiaba a su hermana por muchas cosas, empezando por sus ojos grisáceos y pómulos altos de su abuela, y siguiendo por la altura que había heredado de su padre, así como la belleza facial de su madre. Para Raelynn, Ariana era un cúmulo de rasgos idílicos. Cuando ella dejó de crecer cerca del metro cincuenta, Ariana le sacaba casi una cabeza, cosa de la cual se lamentó muchas veces por haber sacado los genes defectuosos de sus progenitores.
"¿Tengo que aguantarme y escuchar cómo te lo cepillas en público? Ojalá supieras al menos guardar las apariencias y buscarte una habitación para vuestras obscenidades, porque hay que ver cómo chillas, hija.", le gruñó Ariana.
"Para empezar, no me lo he cepillado, sino que nos hemos besado, simplemente. Y para seguir, es mi marido, y haré con él lo que me dé la gana, incluso si es gemir tanto como un cochino en matadero.", le espetó Raelynn, comprobando muy a su pesar que su hermana no había cambiado nada en todos aquellos años.