Capítulo 10
1692palabras
2024-01-22 09:33
A la mañana siguiente, el teléfono de Raelynn retumbó repetidamente a causa de una avalancha de mensajes de texto, con Lyla como responsable. No había pegado ojo en toda la noche tras la discusión de rigor con Damien, quien se había ido a dormir al sofá del salón.
Eran las tres de la madrugada cuando le dio por mirar la hora. ¡Maldita diferencia horaria...! Eran las seis de la mañana en Florida, así que Lyla justo debía de estar viendo ahora las noticias. Además, era como una afición suya la de leerse y releerse toda los artículos y columnas de cotilleos que salían en los periódicos, para luego comentarlas enardecidamente con la propia Raelynn mientras esta se preparaba el café o desayunaba.
'Te llamaré más tarde cuando estés despierta, pero tienes que contármelo TODO.", rezaba su último mensaje desde la pantalla bloqueada.
Raelynn cogió el móvil para revisar el resto de notificaciones, y descubrió que Lyla le había mandado una captura de pantalla de lo que habían publicado tres canales de noticias distintos, todos artículos con títulares vergonzosos: 'la bestia y la bella', 'el frío presidente en ebullición', 'descaro y poderío', etcétera. Se le fue poniendo cara de horror al pasar las páginas, leyendo cosas como llevaba un 'despampanante suéter rosa'. ¿Eso significaba que consideraban la prenda de mala calidad o indigna? A saber.
Le sorprendió lo bien que habían quedado las fotos al final, comparado con lo que se esperaba. Todas sus respuestas en la entrevista estaban meticulosamente redactadas, como si hubiesen sido articuladas por una mujer su sumo recato y elegancia.
Hicieron de su imagen y palabras una imagen completamente distinta a la suya, hasta el punto de no ser capaz de identificarse con esa supuesta representación de sí misma. El suéter maltratado parecía recién salido de un taller de diseño, sus gafas de sol reverberaban con grácil negrura, los labios color ciruela refulgían de puro atractivo femenino, y hasta su bolso de cincuenta dólares se había transformado en algo que a todas luces habría de valer un mínimo de tres mil dólares, y todo gracias a un meticuloso resultado de sus contornos, sombras y brillos.
El corazón dio un vuelco cuando se topó con una foto en la que salía Rodrigo junto a ella, ambos felices y sonrientes como la pareja más íntima del universo. Le sacaba como una cabeza de alto, ahora que se fijaba.
"Es imposible que tuviésemos esta pinta.", frunció el ceño, y lo hizo aun más al rememorar el candor del otro, viendo su brazo rodearla en algunas de las imágenes. Se enfureció consigo misma ante su incontrolable capricho de querer estar entre sus brazos de nuevo.
Las fotografías rezumaban química entre ambos, por no hablar de aquella en la que él salía inclinándose sobre ella para besarla, casi sacada de un cuento de hadas. Ella quedó plasmada mientras le agarraba del hombro apasionadamente, luciendo su centelleante anillo.
Se quedó mirando la ilustración un buen rato, haciendo zoom y alejando con los dedos. Todavía sentía el resquicio de su fragancia y el arropo de sus brazos, casi como si consiguieran aportarle un extraño consuelo y cobijo desde el pasado. Parte de su reciente insomnio venía condicionado por la inquietante idea de no volver a verle hasta dentro de más de una semana, con lo que, sintiéndose rara y descolocado por el mero hecho de sentirse así, acabó perdiendo algo de tensión hasta rendirse al sueño, con el teléfono en el pecho.
Damien se preparó para el primer día de trabajo en su nueva empresa. Como medía más del metro ochenta de alto, dormir en el sofá implicaba para él un amanecer cuanto menos dolorido y malhumorado. Evitó mirar a Raelynn, que se hallaba durmiendo a pierna suelta en su cama, para ir a lo suyo con el mayor sigilo posible.
No quería que se le fuera el enfado, porque estaba seguro de que en cuanto posara los ojos sobre su plácida carita durmiente, le perdonaría todo. Qué tranquila, qué inocente era su rostro inconsciente... Resultaba casi surrealista el cambio que pegaba cuando despertaba y empezaba a soltar quejas a diestro y siniestro.
Le sobrevino el dilema de despertarla o no para mostrarle su nuevo atuendo de trabajo. Quizás solo conseguiría importunarla... Todavía sopesaba la posibilidad de que la chica dijera la verdad, a pesar de todo.
Siempre había pensado que no merecía estar con ella, porque sus necesidades fisiológicas eran superiores a los sentimientos que le suscitaba, hasta el punto de a duras pensar contener su impaciencia hasta casarse, con tal de acostarse juntos y mantener relaciones sexuales lo antes posible.
Ella se autodenominaba como una mujer moderna con creencias conservadoras y sensatas, pero en el fondo estaba bastante chapada a la antigua, empecinada en seguir virgen hasta el matrimonio. Si bien Damien accedió a ello, en el fondo le incomodaba bastante esa situación.
Durante los últimos dieciséis meses que había estado en esa relación de larga distancia con ella, hubo al menos tres mujeres que se interesaron activamente por él. Pasó con frecuencia, desde una colega del trabajo hasta una vecina india que se les acercó a él y a sus amigos en un picnic de cierto domingo por la tarde.
Hizo todo lo posible por mantenerse leal a Raelynn, más que nada porque la chica solía perder los estribos solo por pillarle mirando siquiera a otra chica. Fue decisión de ella la de no tener contacto sexual alguno hasta estar casados, para lo cual faltaba cerca de un año, dado que ninguno de los dos se sentía seguro para dar ese paso tan importante, ni tan pronto. Él, sin ir más lejos, tenía ahora veintiocho años, y a su parecer, echarse esposa antes de los treinta era bastante precipitado.
Tomó un sorbo de café mientras revisaba su teléfono para comprobar que llevaba todo a punto para su primer día. Vivir en San Francisco era mucho más caro que en Atlanta, pero su sueldo también era casi el doble de alto, por no hablar del ascenso.
Su compañero de cricket de Atlanta le envió un mensaje de texto con un enlace. 'Me ha pasado esto Abbie... Creo que deberías dejarlo con Raelynn, si no es indiscreción.', le había escrito, a lo que el otro pinchó rápido en el hipervínculo.
Para cuando terminó de ver las fotografías y leer los artículos, no se lo pensó a la hora de irrumpir en la habitación de Raelynn y tirarle del codo, iracundo.
"¡Raelynn! Tenemos que hablar ahora mismo."
Se despertó aturdida, sin saber dónde tenía la mano derecha.
"¡Anda, mira, preparadito para la oficina...! Me encanta el azul marino...", sonrió adormilada, antes de que la estampa de Damien de repente se tornara en la de Rodrgio, vestido con ese elegante conjunto que llevaba cuando salió del coche el día anterior: una camisa azul celeste con botones, chaqueta de traje con gemelos, un par de zapatos de cuero clásicos, reloj de pulsera analógico... Estaba a punto de quedarse frita de nuevo, pero Damien le asestó un pequeño codazo.
"¡Despierta, Raelynn...! ¿Me vas a explicar qué c*ño es esto?", le arrojó el teléfono sobre la manta para que lo mirara.
Una imagen ampliada de Rodrigo y Raelynn ocupaba toda la pantalla, en la cual ella se estaba mirando el codo y Rodrigo le sonreí cálidamente mientras le ponía las gafas de sol con mimo. Saltaba a la vista, según aquella imagen al menos, que el hombre la estaba tratando de complacer, a pesar de que ella estaba en mitad de un berrinche o algo por el estilo.
Pasando el dedo por la pantalla, vio que había otra foto en la que ambos intercambiaban miradas de aprecio, como si se conocieran desde hacía años y estuviesen deseosos de abrazarse.
"Dijiste que lo del beso fue de buenas a primeras, sin previo aviso y en contra de tu voluntad. ¿Cómo explicas esto, entonces? Está claro que estas fotos os las han tomado sin ser conscientes de que os estaban viendo los paparazi, y hay aquí artículos de cómo habéis estado en contacto desde hace un año. Dice también que hacéis una parejita perfecta... Ah, y lo del compromiso, ¿cuándo me lo ibas a contar? Nunca, ¿verdad? Supongo que todo esto lo tengo que averiguar en las noticias, como cualquier desconocido."
"Anoche me quité el anillo nada más llegar a casa y me puse a discutir contigo, así que se me pasó por completo... Aparte, tampoco habría sido un buen momento para sacar el tema, porque ni siquiera fue un..."
"Nunca es buen momento para sacar temas como este, Raelynn. ¿Vas a sincerarte conmigo de una vez y explicarme por qué te miraba con esa intimidad? ¿En serio le conoces desde hace un año?"
"No, es una mentira suya. ¿De verdad te vas a tragar todo lo que venga en esos artículos, en lugar de creerme a mí? Pero si es super descarado lo mucho que han manipulado todo... Mira esas fotos mías, que parezco Greta Garbo. ¿Alguna vez me has visto así de guapa? Ni de lejos, por mucho que me embuta entera en ropa de marca y maquillaje."
"¿Me estás diciendo que todas estas fotos son mentira, que no sientes nada por él?"
"Es más complicado que eso, Damien. No lo vas a entender... Da igual."
"¿Cómo que no lo entenderé? Depende de mí si quiero entenderlo o no, ¡pero al menos trata de defenderte, j*der, Raelynn! Es que es como decir que el sol por el oeste y se pone por el sur. ¡No tiene sentido!"
"Anoche lo intenté, Damien, pero todo lo que te decía solo sirvió para enfadarte más."
"¡Pues explícate mejor...!", rebatió él, antes de suspirar amargamente. "Veo que ya tienes todo bien recogidito para vuelo... ¿Cuándo lo tienes?"
"Esta noche, e un vuelo nocturno."
"Vale, pues nos vemos después del trabajo... Quizás no deberíamos seguir juntos, Raelynn. Por más que no quieras admitirlo, parece que te gusta, y mucho."
"Lo entiendo...", agachó ella la cabeza, clavando la mirada en el suelo helado bajo sus pies.
Casi se inclinó hacia para besarla por la costumbre, pero se detuvo a tiempo, antes de alejarse por la puerta.