Capítulo 7
2563palabras
2024-01-22 09:32
"Señorita Raelynn Bivens, ¿he de asumir que este es un matrimonio forzado, aparte de conllevar un pacto clandestino?", le sonrió Easton Evilthrift a Raelynn.
"¿Sí?", arqueó ella una ceja ante el sarcasmo y constante burla que el amigo abogado de Rodrigo le profesaba.
"¿Qué más da que la boda se celebre en San Francisco, en Las Vegas o en la tundra siberiana? No deja de ser un paripé."
"Pero tampoco deja de ser una boda, y la primera, para más inri. Ya sé incluso qué color usaré para mi sari... Bueno, ya lo tengo planeado desde hace años, en realidad. Aparte, en mi ciudad natal hay un baniano sagrado que los recién casado visitan para bendecir la prosperidad de su unión, así que he de cumplir mi promesa y llevar a mi esposo allí, por muy de pega que sea todo."
"¿Le hiciste una promesa al árbol?", indagó Easton con socarronería, antes de desviar una mirada de burlesco estupor hacia Rodrigo.
"Así es, y será mejor que no te burles del 'árbol', como lo llamas tú."
Rodrigo, que no daba crédito a lo que estaba oyendo, cogió el pisapapeles del monto de hojas que al que estaba engarzado e hizo además de arrojárselo a la cabeza cuando ella no miraba, sin llegar a hacerlo del todo, claro está.
"Bueno, ¿y en qué consistía esa promesa, si se puede saber? Ya me pica la curiosidad, y todo.", le inquirió Easton según empujaba los papeles hacia Rodrigo, resignado. Al fin y al cabo, no dependía del abogado convencerla para que firmara.
"Pedí un hombre rico, guapo, inteligente y fuerte, como mi marido..." Su voz se atascó al darse cuenta de por qué había orado todos aquellos años.
Aun tras conocer a Damien, nunca había cambiado las mismas palabras de su rezo, repitiéndolas como quien memoriza una fórmula matemática. Tampoco debía de extrañar a nadie, existiendo tanto cuento de hada delirante y tanta figura femenina en la familia que la había hecho fantasear con un marido todopoderoso y que daba sentido a la existencia misma de su mujer. ¿Qué iba a pensar una adolescente ingenua como ella, si no conocía otra cosa más que lo que le contaban? Su hermana, por su parte, también pecaba del mismo sesgo cultural, priorizando la caza de un hombre perfecto ante todo. Sin embargo, Raelynn giró la vista en dirección a Rodrigo, ante cuyo careto jocoso se indignó.
"Pensándolo mejor, no quiero un hombre con ninguna de esas cualidades, sino uno amable y sensato, de tal manera que ambos antepongamos el bienestar del otro ante todo, de manera recíproca. No me interesa ningún cabra loca que se cree un maharajá al volante de su cochecito cara y se para todo el rato haciendo de menos..."
"¿Perdona?", la cortó Rodrigo. "¿Es que no te das cuenta de lo mucho que parloteas y haces perder el tiempo a los demás? Tarde casi dos horas en recogerte, subirte al coche y traerte hasta aquí, por no hablar de todo el papeleo que me he tenido que tragar. ¿Y tú, en lugar de agradecérmelo, vas y te pones a echarme en cara tonterías, encima de mencionar no sé que de un baniano?"
"Rodrigo, amigo, se supone que tienes que convencerla, no echar más leña al fuego.", examinó Easton la hora en su reloj, para a continuación levantarse y ponerse la chaqueta.
"Pf... Por favor, no me dejes con ella y sus historietas de higueras, sapos y centauros.", le suplicó Rodrigo ante el furibundo reojo de Raelynn, que aferraba el bolígrafo con exagerada fuerza.
"Vale, a ver, deja que lo intente un última vez antes de irme, que quiero cenar pronto con Ianira. Raelynn, bonita, mira... Imagínate que esto es como un reality, un concurso para ver quién desempeña mejor el rol de novia. ¿entiendes? Guárdate esas ilusiones y fantasías tuyas para tu marido de verdad, pero por ahora solo basta con que aparezcas vestida de novia un momentito para gozar de todas las ventajas que implica ser la esposa de uno de los jóvenes más exitosos que hay, dentro del top 10 de hombres más atractivos de Norteamérica... Ah, y esto también.", le pasó entonces un ejemplar de la revista Cars Bay Area. "Ahí lo pone, 'lentre los 10 principales innovadores tecnológicos del año.' Tienes al alcance a un joven adinerado, bien puesto, innovador y avispado, pero lo quieres sacrificar por qué, ¿por un árbol?"
"En caso de que consigas convencerme, mis padres no accederán tampoco, pues son muy costumbristas y evitarán a toda costa que la boda se dé en una iglesia. Aparte de eso, con lo tacaños que son, seguro que a mi padre le da un infarto si le digo que cojan un vuelo para acá en una semana, en lugar de resignarse a venir más tarde, en clase turista."
Rodrigo se rio entre dientes ante el último punto de la chica. "Pensaba que la única ovejita negra en este mundo cruel, pero parece que lo raro te viene de familia."
"Va siendo hora ya de que madures, Rodrigo.", le espetó Raelynn, alterada. "No te vendría mal abrirte un poco de mente y respetar el estilo de vida y moral de los demás."
"¿Cómo...? Mira quién fue a hablar..."
"Rodrigo..., cálmate, no entres al trapo.", le avisó entre dientes Easton.
De pronto, Rodrigo arrastró hacia él la silla en la que estaba sentada Raelynn, y esta se congeló, creyendo que el otro la iba a colocar a ella encima de su regazo. Esa fue la manera en la que Damien se disculpó con ella por haberse comido con los ojos frecuentemente a la primera mujer que pasaba por delante suya..., y la verdad es que surtió efecto.
"Vale, nos vemos, pues.", le puso la mano Easton a Rodrigo en la espalda, poco antes de salir de la oficina. A la muchacha se le aceleraron las pulsaciones cuando el joven rozó su brazo con el suyo, y el cerebro le dejó de responder ante la cercanía de sus fascinantes ojazos,
"Ejem...", carraspeó Rodrigo, rompiendo el silencio y haciendo entrar en razón a una abochornada Raelynn. La puerta se abrió entonces de golpe, e Easton irrumpió a través del umbral, jadeando.
"Tu padre... Está aquí...", le informó a Rodrigo.
"¡Mi*rda...! Venga, limpia la mesa, ¡rápido!"
Ambos hombres se afanaron en recoger todas las hojas sin grapar para luego agolparlas atropelladamente en el interior de los cajones del escritorio. Una vez terminaron, Easton se quitó la chaqueta para volver a sentarse, aparentando naturalidad o sosiego.
"¿Quieres un poco de café? ¿Zumo, quizás? Llamaré a Emery.", le propuso cortésmente a Raelynn.
"¡Raelynn! Qué sorpresa...", resonó una profunda voz de barítono por la suite, precediendo al padre de Rodrigo antes de que este mismo se internara en la estancia. "He oído por boca de Emery que habías venido."
Si bien Rodrigo irradiaba carisma y una exacerbada confianza en sí mismo, su padre despedía un ineludible aura autoritaria, de esa que, de él así desearlo, podría hacer que cualquiera quedara postrado a sus pies, volcado en complacer sus mandatos.
"Eh..., h-hola...", tartamudeó Raelynn, a lo que el recién llegado alargó la mano para tomar ambas de las suyas, palmeándole campechanamente en el dorso.
"Llámame papá, ¿vale? Dime, ¿a qué se debe tu quierda presencia?", cambió su mirada hacia su hijo, algo más frío. "No será que te están obligando a firmar a mis espaldas, ¿verdad, querida?"
Rodrigo le pasó entonces el brazo por encima a la chica para arrimarla hacia sí antes de que ella pudiese replicar. "La he invitado a tomarnos un café, papá. Me comentó de su visa laboral, por lo que consideramos conveniente consultar el tema con Easton."
"No me digas... Bueno, quedan ya nueve días para la boda, así que no tienes que preocuparte del tema de los papeles de inmigrante. Ya he hablado todo con Sergio, y tus padres vienen aquí en una semana."
"Entonces..., ¿ya saben cuándo es la boda? Porque yo me acabo de enterar ahora.", preguntó una confundida Raelynn.
"Ah, veo que Rodrigo no te lo ha dicho... Sé que os habéis conocido apenas hace unas horas, pero espero que profundicéis en vuestra relación lo suficiente como para poner en común temas tan serios como este...", le lanzó una mirada dura a su hijo.
"Dice que cotorreo demasiado y le hago perder el tiempo.", argumentó ella, aprovechando la oportunidad. "Yo estoy dispuesta a intimar más con él, pero me topo con un muro lleno de desprecio y grosería.
Rodrigo se sorprendió ante la rapidez de su acusación, dada la impronta inocente que la había caracterizado hasta el momento. Deslizó su mano por la espalda de la chica, para acto seguido introducírsela por dentro del suéter y pellizcarla con fuerza de la cintura.. Su cuerpo se estremeció repentinamente, de tal manera que su cuerpo cayó presa de una descarga chispeante como reacción, irrevocablemente acallada.
"Tenemos que hablar esta noche.", le comunicó el padre al hijo con severidad, para regocijo interno de Raelynn, quien eludió deliberadamente la rencorosa mirada de Rodrigo. Le sobrevino un déjà vu de trece años atrás, cuando la sometió a una de esas miradas que parecen llevar como objetivo calcinar hasta los huesos de la otra persona. El padre, entretanto, se sacó una pequeña cajita de joyas del traje.
"A tus padres no les convence que estés tanto tiempo en San Francisco con Rodrigo antes de la boda, así que han solicitado que regreses a Florida de inmediato. Eso sí, quiero que vayáis los dos mañana a la rueda de prensa, que al menos de eso se saca tajada también.", precisó el hombre más mayor conforme le hacía entrega de la cajita a Rodrigo, quien extrajo de ella un anillo con tres diamantes incrustados. El de más al medio del trío presentaba unas dimensiones portentosas, lo cual sumado a su talla estilo princesa, hacía de la joya un refulgente tesoro utópico.
"Rodrigo ya estaba al tanto de las medidas de tu dedo antes incluso de verte, ¿sabes? Spencer y yo nos entendemos bastante bien cuando se trata de cosas como esta."
"Jamás en mi vida había visto algo tan hermoso...", se maravilló Raelynn, ensimismada momentáneamente ante la ironía de que los diamantes simbolizaran el amor eterno e imperecedero, mientras que el contrato para reducir la duración de su boda a un año yacían a escasos centímetros de ella, ocultos.
"Está diseñado específicamente para vuestra unión, ¿ves...? Las tres piedras representan el pasado, presente y futuro de ambos, antes y después de emparejaros."
A Raelynn le acaeció una oleada de emociones cuando Rodrigo le tomó la mano y le colocó el anillo en el dedo anular. Idealizaba demasiado el concepto del matrimonio y del novio ideal como para conformarse de buena gana con aquel montaje de conveniencia, y menos aún recibiendo el anillo dentro de una oficina de abogacía de escasos metros cuadrados.
Le brotaron lágrimas de los ojos al cobrar consciencia de que su otrora ensalzada imagen mental del matrimonio había quedado ahora por los suelos, contaminada. Sus padres, que tanto hincapié hacían en las costumbres y tradiciones, acabaron poniendo toda la carne en el asador en pos de aquella artificial alianza financiera.
"¿Raelynn...?", se extrañó Rodrigo, perplejo de presenciar las lágrimas que corrían por las mejillas de la chica. Temiendo que se fuera a ir de la lengua ante el padre en un momento de debilidad mental, se apresuró a la hora de extender la mano hacia ella y secarle las lágrimas con el pulgar, fingiendo preocupación. Al verla llorar antes siquiera de haber dado comienzo el plan, empezó a dudar seriamente de si sería capaz de mantener la compostura durante todo un año.
"Veo que Sergio no se equivocaba cuando dijo que estas cosas te emocionan... ¡Anímate, anda, que pronto estarán aquí! Además, ya podréis celebrar la boda a tu manera cuando vayáis juntos algún día a la India.", le dio Álvaro unas palmaditas en la cabeza, mucho más sosegador que Rodrigo.
"Los anillos de diamantes son especiales, ¿lo sabías? Fíjate.", le mostró Ávaro a la Raelynn su anillo. "Aquí van las cenizas de mi esposa, con lo que me siento más cerca de ella siempre... En este diamante reposa su esencia, incluso tras ella haber partido."
Raelynn contempló, impresionada, el pequeño diamante celeste que relucía desde su engaste en la banda de platino.
"Bueno, yo me voy a ir marchando ya. Llévala a algún lugar agradable, y más te vale que no vuelva a llorar, ¿me oyes? A ver si te pones un poco las pilas como futuro marido.", le dedicó a Rodrigo unos ojos reprochadores, para luego irse por la puerta.
"Hay que ver, Raelynn... ¿Se puede saber a que viene tanto lloriqueo? Al final vas a hacer que me suba la tensión.", se dirigió Rodrigo a la muchacha, en un tono que casi daba a entender que ella tenía culpa de algo. Después de haber presenciado a decenas y decenas de chicas en el instituto y la universidad derramar lágrimas a causa de su descarado donjuanismo, el joven había acabado por desarrollar una especie de inmunidad a la influencia del llanto ajeno, por no decir que se había vuelto deficiente mental en cuanto a lo que inteligencia emocional se refería.
"¿Se ha ido ya?", preguntó Easton mientras salía de su escondite. Aterrorizado por la mera estampa de Álvaro y su temperamento, siempre le evitaba como a la peste, y era su socio más mayor el que se encargaba de lidiar con el hombre.
"No me digas que él también te ha hecho llorar.", le sugirió a Realynn, según esta se limpiaba la cara de lágrimas.
"¡Vaya...! A ver, déjame ver ese anillo.", exclamó de pronto, alucinado. "¿Cuánto cuesta esto?"
"Catorce millones.", concretó Rodrigo.
"¡¿Qué?! ¡¿Dólares?! No, no puedo ponerme algo así de valioso todos los días... Prefiero privar a mi dedo del riesgo de ser cortado por cualquier maleante avaricioso."
"Haz lo que te dé la gana, pero será mejor que para mañana sí que te lo pongas, porque no te recomiendo sufrir la cólera de mi padre cuando no te lo vea..."
"No tiene sentido gastarse semejante millonada en un anillo que supuestamente sirve para dar el pego... ¿Puedo devolverlo por otra opción un poco más práctica, menos ostentosa?"
"No lo he comprado para que te guste a ti, Raelynn, sino para que el populacho y la prensa se fijen en él.", apuntó él, a lo que ella le volvió la cara.
"Voy a firmar el contrato.", le dijo la chica mientras extendía la mano hacia el cajón, y tanto Easton como Rodrigo se quedaron de piedra. "¿Qué?", expresaron al unísono.
"Prefiero firmarlo de una vez, en lugar de estarme un siglo leyendo un montón de frases que me van a hundir más la moral, si cabe. Paso ya de todo..., más aun viendo que a mis padres les importo un soberano mojón."
"Pero...", fue a objetar Easton, pero se detuvo ante la intensa mirada de Rodrigo, quien le entregó a la chica el bolígrafo para que escribiera su rúbrica. Raelynn plasmó el correspondiente garabato en cada punto resaltado, antes de devolverle el conjunto de papeles."
"¡Hurra! Al fin un poco de avance, que ya era hora. Bueno, con esto y un bizcocho...", agarró Easton su chaqueta una vez más, para acto seguido salir corriendo de la oficina al ver que le habían dado las cuatro y media de la tarde.