Capítulo 8
1235palabras
2024-01-11 11:55
Tiempo actual...
Mort y yo estamos sentados en el piso del balcón, hace tanto que no sentía el calor del sol en mi cuerpo, la suave caricia del viento sobre mi piel tenía los ojos cerrados disfrutando del sonido de las hojas de los árboles bailar, las aves cantar al volar y el sonido del agua proveniente de una fuente que estaba en el jardín de abajo; cuando abro los ojos me doy cuenta de que Mort me mira fijamente, parece estar muy entretenido.
— ¿Qué pasa? .– le pregunto ya que su mirada perece perdida, y si lo estaba ya que parpadea varias veces y se voltea a otro lado.

— Nada... solo que no entiendo porque estamos en el suelo. – risas provenientes de la parte baja desmoronan mi buen humor.
— No quiero que me vean... – digo en voz baja
— Puedo hacer algo para que sea así
— Bueno digamos que un 40% es por eso y un 60% porque no estoy lista para verles la cara a todos ellos aún.
— Tienes que agarra valor, no puedes estar encerrada aquí en esta habitación para siempre por miedo.
— Lose... pero créeme que miedo no es lo que siento, es solo que... deseaba tanto la aprobación y cariño de mis padres, el amor de Jair y que Cristina me considerara su mejor amiga como yo a ella, quería todo eso que cuanto tuve la oportunidad de tenerlo no sospeché... yo solo quería llenar esos vacíos, en verdad lo anhelaba.

— Anhelos y vacíos que ellos sabían perfectamente que tenías y se aprovecharon de ello, pensando en su beneficio propio, no en ti... – Tiene una manera tan directa y sin anestesia de decir las cosas, pero al final de cuentas tiene razón.
— Lo tengo claro ahora más que nunca, la Valeria de antes que huía de los problemas, que bajaba la cara y se dejaba humillar murió anoche en esta habitación, a partir de mañana Mort les daré el mismo trato que ellos me dieron a mí, una cucharada de su propia medicina.
.....
Ese día en la noche la casa quedó completamente solitaria, Jair salió, Mort me dijo que se fue con Cristina, pero no me importó, fui a la que era mi habitación, pero era un caos mi armario... me hervía la sangre de solo pensar que todas mis prendas fueron usadas por Cristina por desgracia no tenía nada más así que tomé un vestido azul marino tuvo de mangas largas y unas zapatillas negras y me fui de vuelta a mi habitación.

A la mañana siguiente me puse el vestido y con las zapatillas en la mano Mort y yo nos escabullimos por la casa, después él me dijo que no era necesario ya que nadie nos podía ver, sus habilidades sobrenaturales eran un tanto aterradoras, pero era bueno tener a la muerte de mi lado; como lo esperaba por ser viernes mis padres llegaron para desayunar, después mi querido esposo Jair se reunió con ellos y mi estimada amiga Cristina estaba aquí también.
— Mort, voy a necesitar que vigiles a mi "querido esposo" y "mi mejor amiga" cuando me vaya...
— ¿Que? ¿A dónde vas a ir?.– él me mira sorprendido.
— Atender unos asuntos, empezar a quitar privilegios que no les corresponden.
— Si me llegas a necesitar llámame.
Nuestras miradas se cruzaron durante unos segundos, en verdad me costaba creer que no estaba soñando, algunos mechones de su cabello blanco caían con naturalidad sobre su frente, esos ojos con ese azul tan llamativo e inusual además de su atractivo extraordinario... el sonido de cubiertos me hizo voltear al frente, Susana y Anna estaban terminando de poner la mesa y el desayuno en ella, me empecé que poner las zapatillas y acomodar mi cabello suelto a los lados.
— ¿Como me veo?. – me giro hacía el nerviosa, él solo me observa directamente al rostro.
— Bellísima. – muy bien, me puse nerviosa podía jurar que mis mejillas se sonrojaron, el sonido de las pisadas entrando al comedor me hicieron volver a la realidad nuevamente, mis padres tomaron asiento y Jair abrió una silla para Cristina, es ahí donde entro yo.
— Ya puedes hacer que me vean. – Comienzo a caminar hacía ellos, con la mano picándome por abofetear a Jair, pero me aguanto, el sonido de mis zapatillas no es desapercibido, al verme aparecer todos se pusieron pálidos, como si observaran un fantasma. — Bueno días... que hambre tengo.
Me siento en la silla que Jair había abierto para Cristina, comencé a comer de la fruta que estaba en el plato que tenía al frente al levantar la mirada todos estaban en shock hasta las empleadas Susana y Anna, el rostro de todos en el lugar no tenía precio.
— ¿Valeria?. – Jair me pregunto sin dar crédito a lo que sus ojos veían.
— Si... soy o me parezco, ¿no vas a comer?... o Cristina también estas aquí, hola siéntate. Tráiganle un plato a Cristina.
Mi querida mejor amiga estaba estática detrás de mí ya que yo llegué a irrumpir en su lugar, cuando todos ya parecían asimilar que no era un fantasma el que tenían al frente comenzó a desaparecer la rigidez de sus cuerpos y empezaron a observarse unos a otros de una manera tan divertida.
Cristina empezó a caminar de una manera extraña acercándose del lado donde estaban mis padres quienes ya habían cambiado esa cara de asombro por sus característicos rostros de molestia, hace tiempo que no me miraban de esa forma... pero esta vez no me afecta ni me importa, Jair es quién parece estar en otra dimensión.
— A quién deberían de traerle un plato es a ti ya que Cristina iba en ese lugar.
Deje de ver a Jair para posar mis ojos en la mujer al fondo de la mesa que decía ser mi madre... Cristina... Cristina para esa mujer siempre estuvo por encima de mi y lo sigue estando.
— Pues lo siento mucho, pero esta es MI casa y este MI lugar en la mesa, sinceramente no me puedo esperar a que me traigan un plato a mí, muero de hambre por fin algo decente de comer en meses.
De nuevo todos quedaron impresionados, jamás le había respondido sus comentarios mal intencionados a mi madre, además de que ya tenía tiempo sin hacerlos, desde que me convertí en millonaria su actitud cambió drásticamente conmigo siendo la madre que siempre quise amorosa y atenta, pero eso solo era una cortina de humo para ocultar su verdadero ser.
Ahora es como si me teletransportara al pasado, de nuevo me trata mal, me habla mal, me mira mal, me hace menos... es evidente que el verme sana no es de su agrado ya que claramente querían que muriera, todos los presentes en esta habitación, pero por lástima estoy más viva que nunca.
Todos están sorprendidos por yo haberle contestado a mi madre, no más Valeria sumisa; al hacer el comentario de que por fin algo decente de comer miro con molestia a ese par de empleadas que me trataron tan mal, ellas se pusieron nerviosas ante mi mirada.
El ambiente se cargó de incomodidad, todos intercambiaban miradas misteriosas mientras yo seguía comiendo, podía sentir el desprecio de todos y cada uno, era como estar en un nido de víboras que me querían atacar.