Capítulo 7
1123palabras
2024-01-10 12:50
3 años y medio atrás....
Ya habían pasado 6 meses desde que paso el incidente con aquel hombre, la señora Consuelo la mujer que en tan solo unos meses se convirtió como en mi madre que me brindó techo y ayuda, me aconsejo ir a visitar a aquel hombre al hospital, pero yo no sentía que fuera lo correcto, no era un familiar mío yo era una simple desconocida, así que con el simple hecho de saber que sobrevivió yo me daba por satisfecha, aunque en el fondo no dejaba de pensar si verdaderamente estaba bien.
Ya había llegado la hora de salida del trabajo, tomé mis cosas y salí del local con la intención de irme a casa, cuando una voz extraña me llamó a mis espaldas.
— Valeria Palacios...– no había dudas que me llamaba a mí, después de todo dijo mi nombre completo.
Me giré para ver al extraño, la sorpresa en mi rostro era tan grande al darme cuenta de quién se trataba, era aquel hombre que logré salvar al brindarle primeros auxilios.
Un hombre ya un tanto mayor pero lleno de energía y fuerzas, sonreía alegremente al verme, no pude evitar hacerlo también, a pesar de que éramos dos desconocidos se podría decir que el ambiente era tan agradable, era como si ya nos conociéramos desde hace tanto.
— Espero no ser una molesta y perdona mi atrevimiento, me llamo Uriel Carraga ¿Tienes tiempo para comer...? quiero agradecerte lo que hiciste por mí.
— Claro...
Me acerqué a él con una gran sonrisa y ambos nos fuimos juntos conversando como si fuéramos viejos amigos que se reencontraron.
.....
Después de ese día el señor Uriel me invitaba a comer todos los días a la salida de mi trabajo, en poco tiempo creamos un lazo de amistad tan fuerte, en el veía al abuelo que jamás conocí, al padre que me hubiera gustado tener.
Al cabo de dos meses la confianza que nos teníamos el uno al otro era total, el conocía cada aspecto de mi vida y yo de la de él, ambos habíamos tenido una vida solitaria a pesar de estar rodeados de muchas personas.
Él me dio la oportunidad más grande de mi vida, el trabajar en la principal de sus empresas, una constructora de alto prestigio, mi desempeño como arquitecta fue eminente, los de mi departamento estaban convencidos de ello, pero en otros departamentos comenzó a ver rumores de una relación amorosa entre él y yo, y que a eso se atribuían mis méritos.
Para Uriel eso fue inaceptable, estaba muy molesto cuando se enteró, más que nada porque yo estaba a casi nada de renunciar, no podía con las miradas de los demás, para mí siempre fue más fácil agachar la cabeza y huir, pero él se encargó de callar bocas anunciándome como su nieta, mintió creando una historia ficticia pero bastante convincente con eso los rumores cesaron.
Se podría decir que fueron los meses más hermosos y felices de mi vida, Consuelo y el Señor Uriel llegaron a mi vida como ángeles guardianes, convirtiéndose en lo más cercano que yo tuve a una familia, pero al cabo de 3 meses empezaron los problemas.
El señor Uriel comenzó a ponerse delicado de su salud, problemas en el corazón, los impactos de bala de aquel incidente le dejaron secuelas, algunos problemas respiratorios y detalles en su corazón, después de todo no lo salve de la muerte, le ayude a burlarla ganándole más tiempo y eso era algo de lo que es estaba consciente y siempre me decía; no entendía como hablaba de la muerte con total tranquilidad.
— Estoy muy agradecido contigo pequeña Val, no sé cuándo la muerte venga de nuevo por mí, pero cuando llegué el momento estoy listo, en estos meses eh estado más feliz y vivo que en toda mi vida.
— No digas eso Abu, ¿Que haría yo si ti?
— Vivir pequeña y ser muy feliz porque así lo deseo... pero no hablemos de esto porque sé que tienes corazón de pollo, ya es tarde llamaré a un auto para que te espere afuera y te lleve a casa, saludarme a Consuelo.
— Hasta mañana Abu.
Estábamos en su oficina, me puse de pie y rodeé el escritorio para darle un sonoro beso en su arrugada mejilla, él comenzó a reír divertido. No llevábamos la misma sangre, pero para mí en realidad era mi abuelo y yo su nieta, en repetidas ocasiones me ofreció ir a vivir a su casa junto con Consuelo, pero ella no quería abandonar su casa y yo no quería dejarla sola, así que respeto nuestra decisión y no insistió más, solo dijo que si llegábamos a cambiar de opinión la oferta seguía en pie.
Bajé por el ascensor abrazando unas carpetas sobre mi pecho mientras mandaba un mensaje a Consuelo que ya iba a casa, cuando las puertas se abrieron en el último piso salí sin mirar al frente y choque con alguien ocasionando que mis carpetas y las de esa persona cayeran al suelo.
— ¡Ay lo lamento que descuidada no mire!. – Rápidamente me agache para tratar de arreglar el caos que habíamos hecho, ahora teníamos que ver cuáles eran las mías y las de él.
— Descuida yo también iba distraído...
Esa voz... levanté el rostro y me topé con esos ojos color miel que jamás iba a olvidar... era Jair, mi amor imposible de la universidad, desde que me gradué no supe nada de él, ambos estudiábamos la misma carrera, pero jamás me miró...
Agache la cabeza sintiéndome más nerviosa de lo normal, de una manera torpe comencé a tratar de tomar mis cosas, quería huir.
— Eres Valeria Palacios ¿no? Estudiamos juntos en la universidad, íbamos en el mismo salón ¿lo recuerdas?
Como olvidarlo... ¿¡pero el me recordaba a mí?!, no pude evitar observarlo sorprendida mientras cada quién tomaba sus cosas y nos poníamos de pie.
— Si, soy yo... ¿Me recuerdas?
Me sentí tonta por mi pregunta que no pude disimular mi voz llena de esperanzas, él sonrió ampliamente, haciendo que mi corazón se enloqueciera y golpeara con éxtasis mi pecho.
— Como olvidarte...
Su mirada casi logra hacer que mis piernas se derritan, era aún más apuesto de lo que recordaba, se miraba tan atractivo con su traje oscuro y corbata, le sonreí, como idiota enamorada, en ese momento me di cuenta de que no me había dejado de gustar ni un poquito en el trascurso de ese tiempo sin verlo, ni saber de él.
El detalle y mi más grande problema era que yo tenía unos vacíos emocionales tan grandes que no fui capaz de ver más allá a lo que mis deseos anhelaban, fui ingenua.