Capítulo 15
1447palabras
2024-01-09 00:16
Permanecieron en silencio hasta llegar al edificio, dónde las miradas curiosas se dirigieron a Nora al verla bajar del auto del director. Les parecía extraño verlos llegar juntos.
Jeremiah entró al edificio provocando que los empleados simularan estar concentrados en sus respectivas labores, todo con la finalidad de ser pasados por alto. No querían llamar la atención de su jefe, por lo que siempre evitaban tener contacto visual con él.
Decían que la mirada de Jeremiah era tan profunda que parecía ver más allá de ellos, como si pudiera leer sus pensamientos y adivinar lo que tenían en la mente.
El director era un hombre alto y, con una expresión seria en su rostro que solía intimidar a quienes lo rodeaban. Su cabello castaño, corto y peinado hacia atrás, le daba un aire de autoridad y seriedad.
—Buenos días señor —saludó la recepcionista y él solo se limitó a asentir con la cabeza.
Mientras cruzaba el vestíbulo y entraba al ascensor, no pudo evitar notar a Elliot, el chef, acercándose a Nora con una sonrisa en el rostro. Esto despertó la curiosidad de Jeremiah, quien no apartó la vista de ellos hasta que las puertas del ascensor se cerraron.
Nora era sin duda interesante y por alguna razón, Jeremiah sentía el deseo de conocerla. Aunque la había estado evitando desde lo ocurrido hace cuatro años, ya no se sentía culpable por los eventos de aquella noche. Todo había sido causado por su tío Geoffrey y Jeremiah había cargado solo con la culpa. Pero ahora que sabía quién era realmente su tío, no permitiría que lo manipulara más.
Tenía intenciones de acercarse a Nora con la finalidad de llevar a cabo su plan.
***
El día transcurrió rápido, Nora se había mantenido ocupada en la cocina mientras las horas pasaban y siquiera había tenido tiempo de almorzar. Su estómago rugía hambriento, pero ella aún no terminaba su turno que parecía tardar una eternidad por acabar.
El Chef Elliot se despidió de los demás y se percató de Nora, quien aún se encontraba allí. Notó lo cansado que lucía el rostro de la mujer, y no pudo evitar acercarse a ella.
Creyó que ya se había ido a casa.
—¿Aún te queda mucho por fregar? —inquirió asomándose en el umbral de la puerta.
—Haré horas extras por lo que veo —suspiró Nora mirando la torre de platos que había por lavar.
—¿No le tocaba a Hellen lavar los trastes? —preguntó.
—Me llamó esta mañana y me pidió el favor de suplantarla el día de hoy —emitió mientras volvía a ponerse de pie, para retomar su labor.
—Seguramente es por su abuela —comentó el Chef.
Nora frunció el ceño, sin entender nada.
—¿Su abuela? —él asintió.
—Ha estado enferma últimamente y ha tenido que ausentarse varias veces —dijo
Elliot.
—Oh, no lo sabía.
—Hellen es una chica reservada, su vida no ha sido nada fácil —agregó y se posicionó a su lado, dispuesto a darle una mano —. Bien, ¿por dónde empiezo?
—¿Qué haces? —ella lo miró ponerse los guantes negros.
—Te ayudo —respondió el Chef sonando despreocupado.
—¿Y por qué me ayudarías? No es tu trabajo —le arrebató los guantes —. Además podría ganarme un regaño si ven que el jefe de cocina está ensuciando sus delicadas manos...
—Primero, nadie va a regañarte porque como ves todos se han ido ya. Y segundo, ensucio mis manos todos los días al cocinar y se te fijas bien... —alzó su palmas mostrando lo lastimadas que estaban —. No son delicadas. Trabajar en cocina es agotador pero estoy acostumbrado.
Le quitó de vuelta los guantes y se los colocó, haciendo que Nora negara con la cabeza rendida ante su terquedad.
—Nunca dije lo contrario —murmuró ella —. De todos modos, te agradezco.
—No hay de qué —le guiñó un ojo causando que las mejillas de Nora se tornaran rojas.
Ambos se dedicaron a lavar los trates mientras conversaban de temas triviales. Nora escuchaba atentamente a Elliot, enterándose en pocas horas muchas cosas sobre él. Era el único hijo de su padre, pero al parecer su madre había perdido a su hermano mayor años antes de que él naciera. Su pasión por la cocina había comenzado desde que era un niño, y aunque su padre al principio se opuso ahora lo apoyaba.
Habló de la buena relación que mantenía con su madre, y lo afortunado que era de tenerla.
Nora pudo ver lo unido que era el chef con su familia y fue inevitable no sentir algo de envidia.
Ella había crecido sin padres y aunque la única figura materna que tuvo fue su hermana Irena, cuando falleció se sintió sola en el mundo. Pero la llegada de Zoe fue la compañía que necesitaba en esos momentos tan difíciles.
Su hija era lo único que tenía y por ello la iba a proteger de cualquier peligro. No importa si debía arriesgar su vida para hacerlo.
Mientras seguían lavando los platos, Nora decidió abrirse un poco más y compartir su propia historia. Habló sobre cómo había perdido a sus padres cuando era joven y cómo eso había llevado a su hermana mayor asumir la responsabilidad de cuidar de ella.
—Imagino que deben ser muy unidas —comentó Elliot haciendo que la tristeza apareciera en el rostro de Nora.
—Sí, la teníamos... ella falleció —reveló y el Chef la miró de reojo sintiéndose apenado por su imprudencia.
—Lo siento... Yo... —comenzó a decir pero Nora negó.
—Descuida. No lo sabías —intentó alejar las lágrimas que se habían acumulado en sus ojos y le sonrió —. ¿Qué harás mañana después del trabajo? ¿Tienes planes?
Elliot se dio cuenta de cuánto le afectaba hablar de su hermana, y pudo notarlo al verla cambiar de tema.
—Eh, creo que por el momento, nada —dijo dándole una mirada furtiva —. ¿Por qué?
—Pensaba llevar a Zoe al acuario, pero creo que hoy no será posible —hizo una mueca en dirección de los platos que faltaban aún —. ¿Podrías acompañarnos? Entiendo si estás ocupado y...
—Por supuesto que puedo — interrumpió él, tocando la mano de Nora —. Será un placer acompañarlas.
La mirada de ella recayó en sus manos, sintiéndose incómoda por un instante ante su tacto frío por los guantes. Nora apartó cuidadosamente su mano, y se alejó unos centímetros de Elliot.
—En realidad, había comprado tres entradas pero mi amiga no podrá ir con nosotras —aclaró Nora para no hacerle creer que tenía otras intenciones.
El Chef sonrió, dándose cuenta de que le había incomodado.
—Tranquila, entiendo —dijo él —. También tengo tiempo que no voy al acuario, así que sería genial volver a visitarlo.
A medida que avanzaba la noche, finalmente terminaron de lavar los platos. Miraron el resultado de su arduo trabajo con satisfacción y una sensación de camaradería.
Elliot se quitó los guantes y miró a Nora con una sonrisa reconfortante. Aunque no le gustaba lavar platos sucios, la verdad es que no le había parecido tan malo después de todo. O quizás era el hecho de estar en compañía de la mujer.
—Gracias por aceptar mi ayuda —dijo sinceramente—. Fue agradable compartir este tiempo contigo.
Nora devolvió la sonrisa y asintió.
—Gracias a ti, Elliot. Realmente aprecio lo que hiciste hoy, te devolveré el favor —emitió ella con sinceridad.
Ambos salieron de la cocina y se dirigieron a la salida mientras conversaban entre ellos. No se habían percatado de Jeremiah, quien esperaba por su auto en la entrada del hotel. El director ladeó la cabeza viendo a Nora y al Chef, sin poder evitar sentir celos al observar cómo Nora le sonreía al hombre junto a ella mientras Elliot le comentaba una anécdota divertida sobre él.
—¿Y no vas a creer lo que me hizo? —habló el Chef despertando la curiosidad en ella.
—No me digas qué... —él asintió haciendo que Nora reprimiera la carcajada —. Oh no...
—Sí, me lanzó el pastel en el rostro delante de todos —ella cubrió su boca con la mano ahogando su risa —. Fue el momento más vergonzoso.
—¿Un pastel? Vaya, no puedo creer que te hayan hecho... —las palabras de Nora quedaron suspendidas en el aire al reparar en el director que los observaba.
Su sonrisa se borró de su rostro ante la mirada del hombre. No era cualquier mirada, en ella había intriga y curiosidad. Jeremiah se acercó lentamente, con una expresión enigmática en su cara.
Elliot siguió la vista de Nora, percatándose del director.
—Señor...
—Parece que te has quedado con la señorita Nora. ¿Debo suponer que ella es la razón por la cual te has retrasado tanto en tu trabajo, no? —preguntó Jeremiah, con un tono de voz que dejaba entrever su desaprobación.