Capítulo 14
1429palabras
2024-01-09 00:16
Sin previo aviso, la mujer dio media vuelta, revelando su rostro. Era Nora, la misma Nora que había estado fingiendo no reconocer. Se encontraba frente a Dylan, y lo miraba con una mezcla de expectación y cautela, esperando que él hablara.
—¿Cómo has estado? —preguntó Dylan, tratando de romper el incómodo silencio que los rodeaba.
Nora frunció el ceño y respondió con desdén.
—¿Acaso te importa?
Dylan sintió un nudo en el estómago al escuchar esas palabras. Quería explicarle cómo se sentía, expresarle todo el remordimiento que había sentido desde que se separaron. No quería perderla por completo, y deseaba al menos recuperar a su amiga.
—Nora, claro que me importas. Todo este tiempo viví preocupado por ti —dijo Dylan con sinceridad, buscando conectar con ella nuevamente.
Nora soltó una risa sarcástica y lo miró con incredulidad.
—¿En serio? Pues tus acciones no parecían reflejar esa supuesta preocupación. Actuaste como un imbécil conmigo y eso no es algo que pueda olvidar fácilmente —soltó con remordimiento.
Jeremiah, quien había estado escuchando en silencio desde la puerta, entendió que había algo más entre ellos. No solo eran amigos, sino que habían compartido algo más profundo.
Nora se sentía molesta y dolida al encontrarse cara a cara con Dylan, no podía olvidar lo mucho que la lastimó. Por su parte, Dylan se mostraba arrepentido y ansioso por explicar sus acciones pasadas. Pero ella no quería escucharlo.
Mientras Nora le dedicaba una mirada de reproche a Dylan, Jeremiah sentía una curiosidad por aquella mujer. A pesar de los intentos de Dylan por reconciliarse, Nora estaba decidida a mantener su distancia y actuar como si nunca hubieran tenido una relación.
Y esto llamó la atención del director.
—Lo siento, sé que me comporté como un idiota y me arrepiento mucho de todo. Pero deseé que llegara este momento de verte de nuevo y explicar el motivo por...
—No me importa lo que tengas por decir ahora. Es demasiado tarde para darme una explicación, ¿no crees? —ella lo interrumpió bruscamente, cansada de escuchar excusas —. Nada de lo que digas o hagas cambiará la situación. Me arrepiento de haberte permitido lastimarme y romper contigo fue lo mejor que pude hacer. Así que a partir de ahora, actuemos como dos extraños que nunca se han visto.
Dylan sintió un nudo en la garganta mientras las palabras de Nora resonaban en su mente. Sabía que tenía razón, pero eso no hacía más fácil aceptarlo. Se sentía culpable por haber perdido a alguien tan especial en su vida.
Jeremiah observaba la escena con interés, sin poder evitar sentir intriga por saber la razón de su ruptura. E imaginó cómo Nora y Dylan habían estado juntos en el pasado, tal vez incluso enamorados. Pero, por lo visto debió ser algo grave lo que acabó con su relación.
De pronto, Nora se alejó de Dylan dirigiéndose hacia la puerta y Jeremiah se apartó de allí antes que lo descubrieran. Corrió a su oficina y se encerró en ella.
Sus pensamientos se desviaron a la escena de hace minutos atrás. Ahora que estaba al tanto del lo que hubo entre ellos, Jeremiah podía sentir una sensación de satisfacción y poder, sabiendo que tenía algo que su primo no quería que se supiera. Pero de todos modos se había enterado.
En ese momento su mente comenzó a trazar un plan para vengarse de su primo.
Y para llevar a cabo su venganza, necesitaría acercarse a Nora.
***
Nora caminaba junto a su hija hacia la guardería, mientras Zoe se aferraba a su mano con fuerza. La niña se sentía segura a su lado y no quería alejarse de su madre.
—Mamá, no quiero ir a la guardería. Quiero quedarme contigo —dijo Zoe con un tono triste en su voz.
—Oh, mi amor, entiendo que no quieras irte. Pero recuerda que es importante que vayas a la guardería para jugar con tus amigos, aprender cosas nuevas y divertirte — respondió Nora tratando de animarla pero su hija negó.
—No tengo amigos —murmuró Zoe.
—Ay cariño, ¿Por qué dices eso? —quiso saber su madre mirándola con atención.
—Se burlan de mí porque no tengo papá, dice que no me quiere y por eso nunca vendrá a buscarme —emitió la niña en voz baja.
El corazón de su madre se encogió al escucharla, detuvo su andar en medio de la calle desolada y se puso de cuclillas para estar a la altura de su pequeña.
—Cariño, no es verdad lo que dicen. Eres una chica única y especial que llegó a mi vida dándole brillo y felicidad —dijo Nora acunando sus mejillas con amor —. Somos nosotras dos contra el mundo, ¿lo recuerdas?
Zoe asintió.
—Pero quiero un papá cómo los demás —continuó diciendo y su madre suspiró profundamente.
—No todos podemos tener lo que los demás tienen, cariño. Pero eso no te hace diferente al resto de tus amigos, porque me tienes a mí —comentó su madre intentando que la niña comprendiera.
Cuando llegaron a la guardería, la niñera salió a su encuentro y saludó a la pequeña Zoe.
—Hola Zoe, ¿cómo estás hoy? — preguntó la mujer con una sonrisa en su rostro —. ¿Preparada para jugar con tus amigos?
Zoe hizo un puchero y se aferró aún más fuerte a la mano de su mamá.
—Está un poco triste porque tiene que separarse de mí por unas horas —explicó Nora.
—Oh, entiendo —la niñera asintió con comprensión y se acercó a la pequeña —. Pero no te preocupes, Zoe. Vamos a hacer muchas cosas divertidas hoy.
Dijo tratando de animarla, y sus palabras parecieron funcionar ya que el semblante de la niña cambió. No había tristeza en su mirada azulada.
—¿De verdad? —la niñera asintió.
—Anda, ve a divertirte —incitó Nora.
Zoe miró a su mamá con ojos chispeantes de emoción.
—¿Pasarás por mí, mamá? —preguntó.
—Claro que sí, estaré aquí cuando termine mi turno y te llevaré a un lugar muy especial —prometió Nora pasando el pulgar por el rostro de su hija, secando sus lágrimas.
Zoe sonrió tímidamente ante la promesa de su mamá y le dio un abrazo antes de soltar su mano para entrar en la guardería. Nora se fue con una sonrisa en el rostro, sabiendo que su hija estaría en buenas manos y que tendría una tarde llena de diversión.
Sin embargo, no puedo evitar pensar en lo que había dicho la niña.
«Quiero un papá cómo los demás»
Esas palabras se repetían en su cabeza, provocando que Nora se sumergiera en una profunda tristeza. A pesar de sus esfuerzos por criar a su hija de manera amorosa y brindarle todo su apoyo, Nora sentía un dolor punzante al darse cuenta de que no podía cumplir el deseo de su pequeña.
Cada vez que escuchaba esas palabras, su corazón se llenaba de nostalgia y un sentimiento de impotencia la invadía. Pero sabía que debía seguir adelante y encontrar la forma de explicarle a su hija la realidad de su situación, aunque fuera difícil y doloroso para ambas.
Nora se encaminó hacia el hotel, que quedaba a unos pocos minutos de la guardería. Iba ensimismada en sus pensamientos, cuando de repente se oyó el claxon de un auto lo que la hizo sobresaltar.
Ladeó la cabeza mirando el Lamborghini negro que se encontraba cerca de ella. De pronto vio que la ventanilla del coche se bajaba mostrando al director del hotel, quién le hizo una seña para que se acercara.
—Sube, aún nos faltan dos cuadras —dijo Jeremiah sin molestarse en saludarla.
Perpleja, Nora pensó que era grosero de su parte negarse ante su jefe así que terminó accediendo. Subió al auto lujoso, temiendo estropear los asientos de cuero.
—Gracias —emitió dedicándole una sonrisa tímida.
Jeremiah arrancó el motor adentrándose en las calles de la ciudad, siendo la atención de algunos transeúntes que se detenían a ver el auto. Por otro lado, Nora se sentía algo incomoda de estar en el mismo coche con su jefe. Su presencia le infundió una manera de actuar cohibida.
—¿Sueles venir a pie hasta el hotel? —habló Jeremiah acabando con el silencio.
—Sí, queda cerca de la guardería... —su oración quedó a medias percatándose de lo que estaba a punto de decir —. Me gusta caminar de vez en cuando.
Nora creía que él no estaba al tanto de que tenía una hija, pero Jeremiah recordaba perfectamente haberle visto aquella noche, el bulto que se escondía entre su ropa holgada. Imaginó que ya había tenido a su bebé, pero no sé atrevió a preguntar.
—Ya. Entiendo —él la miró de soslayo.