Capítulo 26
783palabras
2024-01-10 15:00
Santiago entró a la oficina con el rostro adusto. Era evidente que no le alegraba ver a Elisa en lo absoluto.
"Señor James, ¿cuál es el motivo de su visita?", preguntó la joven desde su escritorio.
"Sólo han pasado unos cuantos meses desde que saliste de nuestra casa, pero ya se te olvidaron todas nuestras reglas de etiqueta. Ni siquiera me serviste un café", expresó el anciano.
Elisa no pudo evitar soltar una risita al escucharlo. "Esto no es una cafetería. Si quiere un café, vaya a Starbucks. Hay uno muy cerca de aquí. Después de salir del edificio, gire a la izquierda y siga de frente unos 200 metros. Allí le servirán el café que usted quiera".
"¡No tienes respeto por tus mayores, Elisa! ¡Eres una maleducada! Eres una vergüenza para la familia James, Yo voy a...", bramó Santiago.
"Señor James, parece que se ha olvidado que yo ya me divorcié de Fabián", replicó la joven.
Elisa esbozó una sonrisa falsa, que no le llegaba a los ojos. "Este es mi centro de labores. Si no tiene nada importante que decir, lo mejor será que se retire. De lo contrario, le pediré que vaya al grano".
Hizo una pequeña pausa y agregó: "No me caracterizo por mi paciencia. Le aconsejo que se apure, si no, no le prometo mantener la tolerancia".
El anciano se percató de que Elisa ya no era la joven tímida que había sido cuando formaba parte de su familia. De hecho, en esta ocasión no dudaba en echarlo cada vez que se presentaba la oportunidad.
Santiago estaba enfurecido y su rostro lo reflejaba. "Iré al grano, tal como pides. ¿Cuánto quieres para que te vayas de la ciudad y dejes en paz a Fabián?"
Por un momento, la joven pensó que había escuchado mal. "¿Está sugiriendo que mi intención al ignorar a Fabián es seducirlo?"
El anciano dio un resoplido. "Conozco bien las artimañas de la gente como tú, Elisa. Armaste tremendo escándalo sólo para arruinar nuestra reputación. Después de que regresaste, sólo te has dedicado a fabricar situaciones bochornosas. Fabián no puede ver a través de tus mentiras, pero yo sí".
La joven no pudo evitar reírse debido a la ira contenida. "Eso quiere decir que ya está demasiado senil para intentar razonar. Usted está cegado".
Luego miró a Lucía y le indicó que despidiera al visitante. "Por favor, muéstrale la salida".
"Elisa, vine hasta aquí a hablar contigo. Si no aceptas mi ofrecimiento hoy, te costará muy caro", amenazó.
Santiago creía que su visita era suficiente muestra de respeto; pero Elisa no quería escucharlo, por el contrario, sólo se ensañó más con él.
"Lucía, si el señor no quiere irse, llama a seguridad y que ellos se hagan cargo", ordenó.
La joven no tenía la más mínima intención de hablar con el anciano; por lo que optó por retirarse de su oficina.
Una vez fuera, se dirigió a la planta baja a reunirse con Anna en la cafetería.
"¿Por qué te demoraste tanto?", preguntó su amiga.
"El viejo desquiciado de la familia James se apareció en mi oficina", explicó la joven encogiéndose de hombros.
"¡P*rra!", exclamó una voz femenina detras de ella. Elisa se quedó helada por un momento. Cuando se dio la vuelta, vio a Isabella. De inmediato, se dio cuenta de lo que estaba pasando.
"¿Qué se te ofrece, señorita James?", preguntó la joven.
Isabella siempre había mirado por encima del hombro a Elisa. A pesar de que ésta nunca se había mostrado sumisa, jamás se había referido a Santiago como "el viejo desquiciado".
Pero lo había hecho esta vez al describir la visita del anciano a su oficina.
"¡Discúlpate ahora mismo!", bramó Isabella, temblando de la cólera.
"Señorita James, ¿le falla la cabeza o qué?", preguntó Anna chasqueando la lengua.
Elisa miró a su amiga y le indicó que no interviniera. Luego se dirigió a Isabella. "¿Por qué me disculparía?"
"¡Acabas de insultar a mi abuelo!", chilló la otra mujer.
"Sólo decía la verdad. ¿Es eso un insulto?", preguntó la joven con el ceño fruncido.
"¡Qué rayos...!", estalló Isabella.
Acto seguido, tomó la bebida más cercana y trató de arrojársela a Elisa.
La joven sabía bien que Isabella solía recurrir a la violencia para compensar su incapacidad intelectual. Por ello, se dio cuenta de sus intenciones tan pronto ésta ojeó el refresco.
Apenas la mujer cogió el vaso, Elisa se apresuró a agarrarla de la muñeca. Luego rodeó con fuerza su cintura para que no pudiera zafarse de ella.
La joven inclinó el vaso, de modo que el líquido amarillento del mango salpicara el rostro de Isabella.
La mujer quedó completamente pasmada al sentir el húmedo y pegajoso contacto del jugo sobre ella.