Capítulo 24
848palabras
2024-01-10 14:15
Elisa acudió al evento solo por la apuesta que había realizado con Fernando. No tenía ningún interés en la subasta en sí.
El hombre se mantuvo bastante silencioso. Al parecer, ningún artículo había llamado su atención.
Lo único que parecía cautivar su visión era su acompañante. Su mirada era difícil de ignorar, lo que incomodaba sobre manera a la joven. Después de un momento, decidió darse la vuelta para preguntarle: "¿Hay algo que te guste?"

"Sí", respondió Fernando mientras aguzaba la mirada.
Luego cogió una botella de agua, desenroscó la tapa lentamente, y tomó un sorbo. Con una sonrisa ladina, se giró hacia Elisa y añadió: "Pero lo que me gusta no está a la venta".
Elisa era plenamente consciente de lo que el hombre había querido decir, pero prefirió fingir ignorancia. "¡Qué pena!"
"¿Hay algo que te interese a ti?", preguntó Fernando mientras jugaba con su tarjeta de postor.
La muchacha estaba a punto de negarse cuando vio un cuadro en la pared que llamó su atención.
"Aquella pintura de Frida Kahlo se ve interesante", expresó.

Mauricio poseía una colección dedicada a las obras de la artista mexicana, por lo que ella sabía que le encantaría admirar el lienzo.
Su padre estaría de visita en Los Ángeles durante los próximos días. Sería un bonito regalo para él.
Elisa era una hija muy considerada.
"¿Te gusta?", preguntó el hombre con las cejas arqueadas, con un repentino interés en la pieza.

"Para mi padre", aclaró la joven.
"Ya veo"
Fernando asintió y miró a su acompañante, sin agregar palabra alguna.
Se trataba del autorretrato de Frida Kahlo, cuya oferta inicial estaba valorizada en medio millón de dólares.
Sin embargo, el artículo no gozó de aceptación popular; por lo que el monto sólo subió hasta los 700 mil dólares después de unas rondas.
Segundos después, Elisa levantó su tarjeta de postor. El subastador la miró y dijo: "La señorita ofrece 800 mil dólares. 800 mil a la una..."
Apenas se anunció la oferta, Fabián levantó su tarjeta. El subastador volvió a detener su martillo. "900 mil dólares a la una..."
Fernando miró a la joven y preguntó: "¿Quieres que te ayude?"
"No", contestó Elisa con una sonrisa mientras sacudía la cabeza.
La muchacha sabía bien que el valor del lienzo no excedía el millón de dólares.
Pero su padre lo necesitaba para su colección. Después de pensarlo un momento, aumentó la oferta en cien mil.
"¡Un millón de dólares! ¡A la una...!"
"¡1,2 millones de dólares! ¡El caballero ofrece 1,2 millones de dólares!"
Elisa y Fabián compitieron en varias rondas hasta que la puja ascendió a 2 millones de dólares.
Elisa bajó su tarjeta con un resoplido, no estaba dispuesta a mantenerse en competencia.
Insistir más allá de esa cantidad era un derroche. Si Fabián estaba tan empeñado en adquirir la obra, Elisa prefería dejarle ganar la puja.
"Déjame ayudarte", pidió Fernando con una sonrisa.
La joven se apresuró a detenerlo. "Deja que haga el ridículo".
El hombre soltó una carcajada al oír su respuesta, bajó su cartel y dijo: "Como ordene la jefa".
El auditorio se quedó en silencio. El precio final de venta quedó en dos millones de dólares.
"Esa pintura no vale tanto dinero", dijo Hugo con el ceño fruncido.
Fabián dirigió su mirada hacia Elisa, que se encontraba no muy lejos. Ella tenía la cabeza inclinada a un lado mientras hablaba con Fernando. Después de un momento, ambos levantaron la vista y se sonrieron mutuamente.
La escena le causó un gran disgusto. Cuando escuchó lo que Hugo le había dicho, replicó con un resoplido: "El dinero no es nada para mí".
"Si tú lo dices", respondió Hugo chasqueando la lengua.
Fabián y Hugo no habían ido a la subasta por ese cuadro en particular; sino que tenían otro objetivo en mente.
Elisa no esperaba que el último cuadro subastado fuera tan impresionante. Se trataba de un retrato realizado por Picasso. La oferta inicial comenzó en 10 millones de dólares. Fernando rápidamente subió la puja a 20 millones de dólares. Al parecer, el hombre estaba decidido a obtener el cuadro.
Sin embargo, Fernando no fue el único interesado. Fabián también entró en la puja y, por un tiempo, ambos hombres continuaron elevando sus ofertas en silencio, hasta que el precio alcanzó los 35 millones de dólares.
Era la oferta de Fabián. Elisa pensó que su acompañante seguiría pujando, pero éste no hizo otra oferta.
La joven esperó por un momento antes de llamar su nombre: "¿Señor Dawson?"
El hombre la miró. Su expresión risueña era cautivadora. "Tienes mucha razón, Elisa. Dejaré que haga el ridículo".
La muchacha se rio entre dientes. "Aprendes rápido", dijo.
"Se lo debo a mi futura novia", contestó Fernando con una sonrisa.
Verlo sonreír resultaba muy agradable. Su atractivo eclipsaba con facilidad todo a su alrededor, como si fuera la estrella más brillante en el firmamento.
Elisa siempre había sido la dueña de sus emociones; sin embargo, bajo la intensa mirada del hombre, no pudo evitar sonrojarse y sentir cómo su corazón se aceleraba.
La joven bajó la cabeza y apartó la mirada.