Capítulo 23
940palabras
2024-01-10 14:08
Con los brazos cruzados y expresión risueña, Elisa observó al personal de la tienda cortar las etiquetas y embolsar las prendas, antes de dárselas a Sandra.
"Vamos, Anna. ¿No me dijiste que querías comprar un bolso Dior?", preguntó Elisa.
Antes de irse, la joven se giró hacia Sandra y Nancy. "Por cierto, señoritas, ¿les gustaría acompañarnos? Pueden llevarse todas las carteras que me gustan y arruinar mi día de compras. Eso, sin duda, me molestará mucho".
"Tenemos algo que hacer más tarde. No estamos de vagas como tú", se apresuró a intervenir Nancy.
Acto seguido, procedió a retirarse de la tienda a toda prisa en compañía de su amiga.
Anna se echó a reír tan pronto se hubieron marchado. "Par de id*otas", dijo.
"¡Qué pena! Me hubiera encantado ver a la señorita Bills fingiendo ser una niña rica. Estaba más que dispuesta a elegir una docena de bolsos para ella", se mofó Elisa.
"Qué lista es mi amiga", dijo Anna con una sonrisa mientra la tomaba del brazo.
Elisa arqueó las cejas. Ella siempre se había distinguido por ser una chica inteligente.
La única tontería que había cometido fue casarse con Fabián.
El encuentro con Nancy y Sandra había terminado a su favor, pues tuvo la oportunidad de darles una merecida lección.
Su estado de ánimo no se había visto afectado en lo absoluto. Cuando ella y Anna entraron a la tienda de Dior, ésta miró a su amiga y dijo: "Escoge lo que quieras, yo pago".
Anna soltó un grito de emoción. "¡Eres la mejor, Eli! ¡Te quiero mucho, amiga!"
Anna era consciente de que la joven disfrutaba de un crédito ilimitado en su tarjeta. Por su parte, ella sólo disponía de una cantidad mensual limitada como asignación.
Anna eligió una cartera Lady Dior de color azul, que anteriormente había lucido Rihanna.
A Elisa no le llamaba la atención ninguno de los bolsos en exhibición, pues todos los que adornaban su vestidor eran ediciones limitadas. Su madre era quien se encargaba de mantener actualizado su clóset, por lo que no tenía necesidad de encargarse de las compras.
Una vez que salieron del centro comercial, Elisa se llevó a Anna a un restaurante llamado Providence, el cual era un restaurante Michelin de primera categoría en Los Ángeles.
Después de cenar, las dos amigas dieron por concluido su día.
A la mañana siguiente, Elisa acababa de llegar a la oficina cuando recibió la llamada de Fernando.
La verdad era que el hombre le parecía bastante interesante. Todavía recordaba cómo se había ocupado de disipar cualquier rumor en cuanto ella le dijo que no estaba interesada en mantener una relación.
Por lo visto, Fernando no había olvidado la apuesta que hicieron, ya que no tardó en llamarla para recordarle su compromiso.
Tan pronto colgó el teléfono, Elisa llamó a Lucía para que le alistara un vestido.
Segundos después, alguien llamó a la puerta.
"Adelante", dijo la joven.
Lucía entró a la oficina con una funda de traje. "Señorita Marques, el señor Dawson le envía este vestido. Dice que lo mandó a hacer especialmente para usted".
"Déjalo allí, por favor. Ya no tienes que preocuparte por el vestido entonces", dijo Elisa con una suave sonrisa.
La joven nunca imaginó que el hombre fuera tan considerado.
El evento al que acompañaría a Fernando era una subasta. El día señalado, Fernando pasó a recogerla en su coche al Grupo Marques, mucho antes de la hora previamente acordada.
Al bajar a la entrada, Elisa encontró al hombre de pie junto a su Rolls-Royce, vestido con un elegantísimo traje.
Fernando sonrió en cuanto vio salir a su acompañante. Sus ojos profundos estaban iluminados por un brillo especial. El hombre poseía el tipo de mirada que podía cautivar corazones con facilidad.
"Señorita Marques, ¿me harías el honor de acompañarme a cenar?"
Elisa lo pensó por un momento antes de anunciar con una sonrisa: "Claro que sí".
Fernando era famoso en los círculos de la alta sociedad por su imagen de playboy. Sin embargo, no todo en su reputación era negativo; de hecho, su fama era en parte una garantía de que sabía cómo complacer a una dama.
Después de cenar, el hombre la llevó a un lugar donde pudiera ponerse el vestido con toda libertad.
El traje que llevaba era una combinación de dos colores: verde y azul claro, lo que le daba un aspecto bastante exótico. Se rumoreaba que Tomie se había inspirado en el Parque Nacional Zhangjiajie de China para su diseño.
"Te ves hermosa, Elisa. El vestido te sienta de maravilla", comentó Fernando.
"Eso es gracias a ti", dijo la joven cortésmente mientras esbozaba una suave sonrisa.
Un atuendo de ese calibre debía valer al menos cien mil dólares.
"El honor es todo mío", contestó el hombre mientras extendía el brazo y tomaba la mano de su acompañante.
Media hora después, la pareja llegó al lugar de la subasta.
Hace unos días, la noticia de que Fernando estaba cortejando a Elisa se había vuelto viral tanto en la alta sociedad como en Internet. Ahora que habían llegado juntos, la gente comenzó a murmurar y a esparcir chismes.
"¡No puede ser! ¡No puedo creer que se haya ligado al señor Dawson!"
"Esa mujer no tiene vergüenza. Acaba de divorciarse del señor James, y ya anda con nuevo galán".
"Así es"
Fabián y Hugo llegaron después de ellos, justo a tiempo para escuchar todos los cuchicheos.
No obstante, Fabián hizo caso omiso de las habladurías y se dirigió de frente a su asiento, mientras que su acompañante miraba a Elisa y Fernando.
Con sus elegantes atuendos, los susodichos daban la impresión de ser una pareja aquella noche.