Capítulo 22
823palabras
2024-01-10 13:53
Elisa no podía más que ir al evento, ya que había perdido la carrera contra Fernando.
Una vez logrado su cometido, el hombre no volvió a molestarla más. En su lugar, procedió a marcharse con su caballo.
Anna les dio el alcance justo en ese momento. Tras despedir a Fernando, la joven chasqueó la lengua. "¿Pasó algo entre ustedes dos?", preguntó.
"Nada especial. Sólo tuvimos una pequeña competición y perdí", explicó Elisa con indiferencia.
"¡Imposible! Recibiste clases de un campeón de equitación. ¿Cómo es que él te pudo ganar?", preguntó Anna, con los ojos muy abiertos por la sorpresa.
"En la vida, siempre hay gente mejor que uno", declaró Elisa. De pronto, recordó la mirada del hombre y su mente se volvió un caos de emociones.
Después del almuerzo, las dos amigas se fueron de compras.
Anna arrastró a Elisa a una tienda de alta gama. Al llegar, Anna presentó su tarjeta VIP, y de inmediato todos los empleados de la tienda se congregaron alrededor de ellas, ansiosos por atenderlas.
"Pero miren nada más a quién tenemos aquí. ¡Qué altanería!", dijo una voz femenina con tono irónico.
Aquella voz le parecía conocida, así que Elisa levantó la vista para ver quién era.
Se trataba de las amigas de Cecilia: Lancy Serrano y Sandra Bills.
Cuando Elisa aún pertenecía a la familia James, las susodichas solían burlarse de ella con frecuencia.
Las mujeres la reconocieron de inmediato. Tal vez motivadas por la ausencia de Cecilia, cuya partida había sido provocada por Elisa, intercambiaron miradas y se acercaron. Estaban resueltas a vengarse de ella por no poder estar con su querida amiga.
Lancy y Sandra vestían los últimos diseños mostrados en la Semana de la Moda de París, que complementaban con carteras Diego Vuitton.
En cambio, el atuendo de Elisa era bastante sencillo en comparación, pues vestía una blusa y un par de jeans.
"¡Qué sorpresa, señora James! Ay no, perdón, quise decir señorita Marques. Olvidé que ya te habías divorciado", dijo Lancy con desdén antes de mirarla de los pies a la cabeza.
"Las prendas de esta tienda cuestan por lo menos unos mil dólares. ¿Crees que estás en capacidad de comprar algo de aquí, señorita Marques?", añadió Sandra.
"No te creas superior a Elisa por un pedazo de tela", bramó Anna de inmediato, su mirada furiosa se clavó en las dos mujeres.
El dúo se echó a reír al escuchar sus palabras. "No nos malinterpretes, por favor. Sólo estamos preocupadas por la señorita Marques. Después de todo, ahora que ya no pertenece a la familia James, se ha visto obligada a regresar a su vida de carencias. Por lo que no quisiéramos que pase vergüenza a la hora de pagar", dijo Lancy.
"Qué graciosa eres, señorita Serrano. A ver dime, ¿qué tiene de bueno esa familia?", se burló Elisa.
"Para empezar, es una de las familias más adineradas de Los Ángeles. De no ser así, no te hubieras empeñado en casarte con Fabián", contestó Lancy con desprecio.
"No es necesario más explicaciones. Sólo miren, esta pobre diabla no ha comprado nada después de haberse probado ropa por tanto tiempo", intervino Sandra con una sonrisa llena de orgullo. Se giró hacia una de las vendedoras y ordenó: "Empáquenme las prendas que le hayan gustado. Me las llevaré todas".
Anna estaba a punto de perder los estribos, pero Elisa la detuvo. Se dirigió hacia la misma vendedora y dijo: "Por favor, envuelva todo lo que nos hemos probado para la señorita Bills".
La dependienta lo dudó por un momento antes de voltearse hacia Sandra. "¿Está segura de que quiere llevárselo todo, señorita Bills?"
"¿Acaso crees que no puedo pagarlo? ¿Crees que soy una pobretona como ella?", replicó Sandra poniendo los ojos en blanco.
La muchacha prefirió no insistir al ver la impaciencia de su cliente. Se dirigió al probador y sacó toda la ropa.
Sandra se quedó asombrada al ver que las prendas apiladas le llegaban hasta la cintura.
Al ver su reacción, Anna aguzó la mirada y, con tono burlesco imitando a las dos mujeres, dijo: "Vaya, señorita Bills, no me digas que no puedes pagarlas".
La expresión de Sandra se ensombreció. "Claro que puedo, esto no es nada para mí".
Luego sacó su tarjeta de crédito y se la entregó a la vendedora. "Me lo llevo todo".
La empleada se apresuró a sacar la cuenta, pasó el plástico y alzó la vista hacia Sandra con una sonrisa. "Señorita Bills, el monto total es 280 mil dólares".
La mujer quiso maldecir cuando la dependienta hizo el recargo en su tarjeta, pero tuvo que contenerse.
"Por favor, ayuda a la señorita Bills a retirar las etiquetas de precio de la ropa. Al fin y al cabo, alguien como ella no suele hacer devoluciones", dijo Elisa.
La joven parecía haberle leído la mente, lo que causó que Sandra se sintiera sumamente avergonzada.
De inmediato, el personal se acercó a cortar las etiquetas de todas las prendas.