Capítulo 21
871palabras
2024-01-10 13:12
"¡No sé a qué te refieres!", replicó Isabella al sentir que Daniela la miraba con evidente confusión.
Elisa no tenía ganas de discutir con la otra muchacha; por lo que tiró el clínex a la basura y salió del baño.
Segundos después, Elisa divisó a Fabian por pura coincidencia.

No obstante, decidió no hablarle a causa de lo que Isabella le había dicho.
El hombre la vio pasar y le irritó que la joven lo ignorara una vez más. "Elisa", la llamó con frialdad.
La susodicha se detuvo y ladeó levemente la cabeza para observarlo. "¿Qué se te ofrece, señor James?"
Su mirada fría carecía de la calidez de antaño, algo que le disgustó a Fabián.
"La única razón por la que Fernando está detrás de ti es por mí; así que no pierdas los cabales", indicó el hombre.
¿Qué cosa? La única vez que Elisa los había perdido era justamente cuando contrajo nupcias con él hace tres años.

"Gracias por el aviso, señor James, pero nosotros ya no estamos casados. Así que espero que tú y tu familia se mantengan lejos de mí".
Tras decir esto, la joven se marchó, no sin antes lanzarle una última mirada de indiferencia.
El encuentro con Fabián y Isabella había echado a perder su día. Tan pronto llegó a casa, Elisa se quedó dormida. A la mañana siguiente, su teléfono no paraba de sonar; pero ella se tomó su tiempo antes de contestar.
"Elisa, alístate, te recojo en media hora. Vamos a montar a caballo en el Sunset Ranch", anunció Anna con gran entusiasmo.

"¿Por qué quieres ir a montar a caballo justo ahora?", preguntó la joven mientras se estiraba.
"Hace mucho que no lo hago. Además, la vista desde la Montaña Griffith es maravillosa. Últimamente, has estado muy ocupada con el trabajo. ¿Por qué no te relajas un poco?", sugirió Anna.
"Voy a levantarme. Te veo en un rato", contestó Elisa. La idea le parecía muy interesante.
Los Ángeles, situada en la costa oeste, tenía un clima mediterráneo; por lo que todavía hacía algo de frío en abril.
Las dos mujeres llegaron al rancho a las diez de la mañana. Hacía mucho que Elisa no montaba a caballo y se sintió muy complacida al hacerlo por Mullholland Drive.
La joven estaba a punto de tomarse un descanso cuando escuchó que alguien la llamaba a la distancia.
Al darse la vuelta, vio a Hugo acercándose a caballo.
"¡Elisa, qué coincidencia! ¿Viniste a hacer un poco de equitación?"
"No, sólo quería dar un paseo", contestó con una sonrisa.
Justo en ese momento, Anna regresaba montada en su caballo. Tan pronto vio al hombre, el semblante le cambió por completo.
"¿Por qué estás en todas partes?", gruñó la muchacha.
"¿Por qué la pregunta? ¿No te alegra verme, señorita Hermes?", resopló Hugo.
"Claro que no. Sólo un patán puede ser amigo de otro patán", declaró Anna.
Segundos después, Fabián llegó a la escena montado en un caballo blanco.
El hombre parecía haber salido de un cuento de hadas, con su traje ecuestre hecho justo a su medida. Anna volteó a mirar a su amiga por instinto, y vio que ésta se dirigía al salón de cafetería con la cabeza en alto.
Una vez dentro, Elisa divisó a Fernando sentado en uno de los sofás tomando café.
"Qué sorpresa verte aquí, señor Dawson", dijo la joven arqueando las cejas. Al parecer, todo su círculo social se encontraba en el lugar.
"Escuché que este rancho tiene una vista impresionante, así que decidí venir a comprobarlo", comentó el hombre mientras se acercaba a ella. La proximidad inesperada realzó la hermosura de su rostro y la finura de sus rasgos.
Fernando la observaba con una sonrisa maliciosa. "Debo admitir que la vista es realmente maravillosa".
Sus ojos destilaban pasión, lo que provocó que el rostro de Elisa enrojeciera.
La muchacha inclinó la cabeza y permaneció en silencio; pues no sabía qué decir. Cuando estaba a punto de retirarse, Fernando dijo: "¿Te gustaría hacer una apuesta conmigo, Elisa?"
La joven se dio la vuelta y lo miró confundida. "¿Qué apuesta?"
"Hay un pabellón blanco en el extremo opuesto del rancho. Hagamos una carrera para ver quién llega primero. Si gano, me acompañarás a un evento la próxima semana. Si ganas tú, me mantendré alejado de ti durante una semana".
Elisa soltó una risita. "Claro, señor Dawson. Acepto"
Juntos, salieron del salón y montaron sus caballos bajo la atenta mirada de los presentes.
Fernando miró a la joven y dijo: "¿Listos? ¡Fuera!"
De inmediato, los caballos arrancaron la carrera al mismo tiempo.
Elisa, que había tomado clases de equitación profesional de pequeña, se sorprendió al ver que Fernando era mucho mejor jinete de lo que había anticipado. Aunque no lograba sobrepasarla, mantenía un ritmo constante y se mantenía cerca de ella.
Sin embargo, cuando estaban a doscientos metros del pabellón, Fernando aceleró el paso de repente y se le adelantó.
Cuando Elisa se dio cuenta de lo que estaba pasando, ya era muy tarde para alcanzar a su contrincante.
"Has perdido, Elisa", declaró el hombre desde su caballo, mirándola con expectación.
La joven no pudo más que admitir su derrota; por lo que dijo de inmediato: "Si perdí, no me queda de otra".