Capítulo 12
819palabras
2024-01-10 10:50
En la noche, Elisa y Lucía llegaron al restaurante y fueron directamente al salón privado que se encontraba en la cuarta planta.
Como era la hora de la cena, el lugar estaba abarrotado, y ello hacía que el ascensor se detuviera en cada planta.
De pronto, cuando el ascensor hizo una pausa en la tercera planta, Elisa alzó la vista y pensó que había reconocido a una persona que se encontraba en el pasillo.

'¿Isabella?', se preguntó. La mujer alzó las cejas mientras la puerta del ascensor se cerraba lentamente.
Cuando llegaron al salón privado en la cuarta planta, pudo ver que Gonzalo se encontraba inmerso en una conversación telefónica, y le pareció escucharlo decir "señorita James".
Elisa asintió a Lucía, quien avanzó para abrir la puerta, y saludó a Gonzalo. "Buen día, señor Burke".
Gonzalo colgó el teléfono apresuradamente y se giró, lanzando una mirada significativa a Elisa.
Acercándose a ella con una sonrisa cortés, le dijo: "Elisa, Alan no ha parado de elogiarte. Siéntate, por favor. El vino tinto ya estaba decantado. Te invito a probarlo".
"Te agradezco mucho la invitación. Deseo que la reunión de hoy tenga un resultado satisfactorio", dijo Elisa, quien luego tomó la copa de vino.

Gonzalo Burke era un hábil hombre de negocios, eso no estaba en duda. Generalmente, ambas empresas renovaban su contrato cuando este estaba a punto de expirar.
Sin embargo, para maximizar sus propios beneficios, este siempre negociaba con Alan, con la esperanza de poder reducir costos.
Por eso, cuando el Sr. Baker le delegó la negociación, pensó que probablemente lo había hecho para que su compinche le pusiera las cosas difíciles.
Aun así, Gonzalo manifestó que debía considerar si renovar o no el contrato.

Elisa había previsto la situación, por lo que no dejó que su inquietud se reflejara.
Además, durante la cena, el hombre no la incomodó ni se metió con ella, lo cual la desconcertó un poco.
Cuando la cena estuvo a punto de terminar, y como ambas habían tomado, Gonzalo se ofreció a que su secretario las llevara de vuelta, a lo que ambas aceptaron.
Ya en el auto, Elisa se sintió un poco mareada, pero asumió que era debido a que había bebido bastante vino y no pensó más sobre ello. Pero, cuando el vehículo se detuvo de repente, ella no pudo evitar fruncir el ceño.
"Lo siento, señorita Marques. Puede que haya algo mal con el auto", se disculpó el secretario, quien luego bajó del vehículo para averiguar lo sucedido e hizo una llamada.
Por su lado, Lucía miró a Elisa con preocupación.
"No te preocupes, Gonzalo no se atrevería a hacernos daño", dijo, tratando de tranquilizarla con una sonrisa.
No obstante, justo después de decir eso, Elisa escuchó el ruido de unos motores a lo lejos y la sonrisa desapareció de su rostro. Cuando alzó la vista, notó que se acercaban tres o cuatro motos.
Una de ellas se detuvo justo delante de ella. "Preciosa, ¿necesitas ayuda?", le preguntó el motociclista.
El hombre llevaba unos jeans anchos y una sudadera con capucha. Su piel expuesta estaba decorada con diversos tatuajes.
Todas las motos que venían con él llevaban el mismo logotipo, por lo que ella supuso que pertenecían a algún club de motociclistas.
"No, gracias", respondió Lucía con frialdad mientras resguardaba a Elisa en la parte delantera.
"¡No estoy hablando contigo!", gritó ferozmente el hombre.
Acto seguido, el secretario colgó la llamada y se acercó. "¿Qué estás haciendo?", refunfuñó.
El hombre que lideraba el grupo se bajó de la moto y se acercó a Elisa. "Preciosa, por favor. ¿Qué te parece si vamos a comer algo? Si no, no sé si tu amiga podrá sobrevivir al frío de este lugar durante toda la noche".
Cuando Elisa bajó del vehículo, se percató de que el lugar estaba casi desértico. Daba la impresión de que el secretario las había llevado allí a propósito.
Pero no era el momento de preocuparse por eso. Ambas mujeres se sentían desamparadas: el otro bando las tenía a acorraladas.
"Claro, un placer", contestó Elisa con una sonrisa fingida. Lucía intentó detenerla, pero esta negó con la cabeza y escribió el nombre de Anna en la palma de la mano con el dedo.
Aunque Lucía entendió lo que la otra mujer quería decir, seguía preocupada. No quería que le pasara algo por seguir al tipo de los tatuajes.
Sin embargo, no tenía otra opción. El hombre subió a Elisa a la moto y se marcharon rápidamente.
Una vez que desaparecieron, el secretario se acercó a ella para expresar su preocupación. "Será mejor que reces para que Elisa regrese intacta. Si no, ni el Grupo Burke podrá protegerte", le dijo Lucía con rostro inexpresivo.
El secretario, en el fondo, no se inmutó con la amenaza. No obstante, trató de lucir confundido por sus palabras.
Fue entonces que Lucía recibió un mensaje de texto de Elisa en que le indicaba su ubicación.