Capítulo 41
1419palabras
2024-01-15 10:31
Sentí un tirón, y el placer se agudizó. "Ah", jadeé.
"Ahora no tienes que imaginarlo, Aset. Cada vez que te quejes o te arquees, tiraré de la cadena; y lo haré cada vez más fuerte, ¿entendido? Contéstame y dime que lo entiendes".
"¿Más fuerte?". Se me nubló la mente.

"¿Entendido?", repitió Thuner.
Las punzadas de la aguja continuaron en mi pie, pero apenas me importó. ¡Me resultaba más abrumador lo que ocurría en mis pez*nes! Era de un nivel totalmente diferente, como si hubiera acabado en el obsceno paraíso del sol de medianoche.
"Ni siquiera estás prestando atención… Anda, di que lo entiendes", insistió Thuner en voz baja.
"Sí, Thuner", suspiré.
"Si mueves los pies, también los vamos a apretar. Ahora están atados en el punto más flojo, así que se pueden ajustarse más". Los dedos de Thuner pasaron por el cabello que estaba encima de la venda de mis ojos, y sentí su cálido aliento invadir mi oído: "Siéntelo y déjate llevar". Enseguida, percibí sus manos en la parte inferior de mi pecho y su ardiente lengua en mi p*zón.
Mientras me l*mía, la extraña presión sobre mis pez*nes pareció evolucionar y no supe cómo reaccionar. La sensación parecía irradiar hacia afuera en ondas brillantes desde mis pez*nes. Era muy consciente de cada cinturón y bufanda que me sujetaba. Cada vez que respiraba, mi barriga parecía llenarse de mariposas. Y, por un extraño motivo, el proceso del tatuado me resultó maravilloso, como si quisiera que fuera más intenso para que equilibrase con las pinzas que tenía en los p*chos.

Alcé mi pelvis para que se friccionara más contra la mano de Júpiter.
"¡Oye!". Alguien tiró de la cadena, jalándome los p*zones hacia afuera.
Aquello fue una explosión de intensidad que envió calor hacia mi entr*pierna, y me resultó asombroso. "No me he quejado", protesté.
"Fue una queja de que Júpiter no se estaba esforzando lo suficiente", justificó Thuner.

"Solo me moví, no fue una queja", argumenté.
Hubo otro tirón.
"¡Ah!".
Una de las abrazaderas se apretó más, cosa que me hizo sentirme tan ligera como una pluma. Me dejé llevar completamente por esa singular dicha.
La aguja de la máquina de tatuar se acercaba a la parte del pie que más me había dolido antes, pero esa vez el dolor iba acompañado de pl*cer. Era como una flor, con dolor en el centro, y éxtasis agudo y delicado en los pétalos erizados.
Sentí dos dedos de Júpiter entrar en mí, torciéndose ligeramente en mi interior. Quería llorar de alegría y necesitaba liberar mi org*smo. Ansiaba hacerlo, y más con el vaivén que él me estaba ejerciendo en la entr*pierna.
Aunque no me estaba moviendo, sentí como si estuviera dando vueltas a mil kilómetros por hora hacia un pozo de pl*cer cuando las agujas chispearon sobre mi delicado tobillo. Todo era increíble, y luego percibí algo suave y cálido en mi p*zón derecho: era una lengua, justo encima de donde se hallaba la pinza. "Ah, sí", jadeé.
"¿Te gusta el nuevo contexto?", preguntó Júpiter.
"Sí, es fantástico".
"A mí también me gusta". Era la voz de Wuotan.
Júpiter volvió a empujar los dedos dentro de mí, ahora frotándome el clít*ris.
"¡Dios mío, esto es demasiado contexto!", exclamé. "¡No voy a poder aguantarlo por mucho!".
Con tantos tirones de pez*nes, escalofríos y jadeos, era un milagro que no hubiera llegado a mi punto máximo para ese momento.
"Tienes que resistir", dijo Júpiter. "Porque, una vez que Wuotan termine, te voy a f*llar justo en la mesa".
Jadeé aún más fuerte cuando sentí el cálido aliento de Thuner en la oreja. Sin saber cuándo, mis bandidos habían descubierto la extrema sensibilidad de mis oídos, y era algo de lo que se aprovechaban muy seguido.
Me dispuse a pensar en las razas de las ovejas en un intento de evitar el org*smo y mencioné a tantas como pude: la merina, la oveja de Texel, la Suffolk, las lindas Valais de narices negras… Tan pronto como me acordé de las Romanov, Thuner me susurró: "Sé lo que estás haciendo, y más te vale que te detengas. Vamos, entrégate, danos toda tu atención y enfócate únicamente en nosotros, Aset. Recuerda que somos tus dueños ahora".
El calor palpitó a través de mi centro.
"No más nombres de razas de ovejas", advirtió en voz baja.
Era cierto: ellos me poseían, al igual que la gravedad me dominaba. Siempre caería una y otra vez ante esos tres hombres.
Como si no fuera poco estar al borde de mi límite, Thuner se aventuró a una charla tremendamente obscena sobre mi sumisión y varias cosas erót*cas que tenía en mente, incluyendo darles usos alternativos a las pinzas para pez*nes. Podía imaginar la picardía en sus ojos, y él sabía lo que me provocaba, ya que me exc*taba con tan solo escuchar su voz. Me preguntaba por cuánto tiempo podría evitar sumergirme en el org*smo.
"Deja de hablar", le rogué. "Ya no puedo más…".
"Sí que podrás con ello". Continuó con su charla sucia. Sin embargo, unos momentos más tarde, cesó el zumbido y el cosquilleo en mi pie.
"Listo".
Sentí que alguien me frotaba el tobillo. Jadeé cuando me soltaron los pezones y los dedos de Júpiter se alejaron de repente.
Enseguida, un torso cálido y enorme cubrió el mío. Estaba segura de que era Júpiter.
"Mmn, sí", suspiré. Podía esperar a ver cómo había quedado mi tatuaje. "¡Sí, por favor!". Me retorcí bajo su maravilloso peso. Él me besó y me acarició la parte inferior de mi brazo, de arriba abajo.
En el momento que se alejó, escuché el sonido de una cremallera y el desgarro de un paquete de aluminio. Sentí manos pesadas y ásperas sobre los muslos y una lengua en la entr*pierna. Me l*mió una y otra vez, torturándome con sutileza y haciendo que mi exc*tación aumentara con cada arrastre.
Entonces, sentí sus antebrazos caer sobre la mesa, justo a los costados de mis hombros. Después de rodearme, cerró sus labios alrededor de un p*zón palpitante y exquisitamente hinchado. Jadeé mientras él me repartía l*midas y besos. Sin las pinzas, mis pez*nes parecían bengalas que chispeaban de emoción en un día festivo.
Era casi demasiado pl*cer… Sí, casi, porque nunca era suficiente.
En definitiva, empezaría a estar a favor del uso de las pinzas después de eso.
Como sentí su abdomen rozar mi vientre, me retorcí debajo de él para acortar la distancia. Aunque deseaba que mis muñecas no estuvieran atadas, estaba bastante complacida de que así fuera, ya que me encantaba sentirme indefensa.
Sus manos me recorrieron de forma posesiva y deliciosa mientras yo me encontraba inmovilizada. No estaba segura de si podría aguantarlo más, hasta creía que sería posible c*rrerme antes de que él entrara en mí; sobre todo, cuando caí en cuenta de que Wuotan y Thuner probablemente vieran cómo Júpiter me f*llaría salvajemente.
La idea de tener uno o dos espectadores, sin que participaran, me emocionó de sobremanera.
Júpiter retiró uno de sus brazos de la mesa y sentí una mano en mi v*gina antes de que él fuera entrando poco a poco en mí. Jadeé ante la perfecta sensación y, cuando me pen*tró por completo, mi mente quedó en blanco. Con cada est*cada que me propinaba, emitía un ligero gem*do; era algo propio de él que llegué a amar. Sentí que su ritmo me arrullaba y que su pl*cer hacía que el mío incrementara. Los sonidos que emitía me volvía loca.
"Tengo que…".
"Adelante, diosa, córr*te", dijo entre jadeos como si estuviera fuera de sí. "Toma lo que te mereces". Me mordió el lóbulo de la oreja y me emb*stió con más fuerza mientras yo gritaba. Mi org*smo levantó olas tras olas de pl*cer que se estrellaban contra mí una y otra vez.
Algo me raspó el cuello, y supe que eran sus dientes. Esperaba que me dejaran marcas. Quería que mis bandidos me reclamaran, me consumieran y me marcaran en todos los sentidos. Deseaba que los cuatro fuéramos uno.
Júpiter lanzó un último gem*do, más fuerte y rasposo que el anterior, y se quedó quieto dentro de mí. Me limité a disfrutar la vibración de su mi*mbro en mi interior.
"Oh, eso fue fantástico", pronunció en voz baja, me tomó de las mejillas con las manos y me besó, todavía descansando sobre mi cuerpo. Sabía que se estaba sosteniendo a medias, pero me encantaba sentir su peso. Por alguna razón, deseaba que me aplastara. Sentía que nunca me saciaba, y no podía esperar a ver mi nuevo tatuaje.