Capítulo 42
1809palabras
2024-01-16 00:02
"Aset", me llamó Júpiter, quitándome la venda de los ojos sin que saliera de mí. Nos miramos el uno al otro e intercambiamos en silencio algo parecido a la honestidad. A veces, con mis bandidos, me sentía como en casa, pero, al mismo tiempo, como si todos estuviéramos fuera de control.
Después de que me quitara dos tiras de velcro, pude sentarme. Thuner me arrojó una húmeda y tibia toalla desde el otro lado de la habitación. Apenas logré atraparla. También le arrojó una a Júpiter.
"Date prisa, pero no mires tu tatuaje todavía", ordenó Wuotan.
Júpiter levantó sus ojos verdes hacia mí. "Eso fue... totalmente saciante. Ha sido una de las experiencias más alucinantes que he tenido". Me besó y pasó la tibia toalla sobre mi entr*pierna.
"Creo que la palabra «saciar» no cubre lo increíble que fue", comenté.
"Tienes demasiada razón". Dejó la toalla a un lado y se arrodilló a mis pies, desabrochando el cinturón y la corbata que me ataban. Sus dedos parecieron temblar mientras rozaban la parte superior del plástico que Wuotan había puesto en mi tatuaje para protegerlo.
Una vez que desató todas las correas y las bufandas, alzó la mirada hacia mí, haciéndome quedar sin aliento por su encantadora expresión. ¿Qué le había causado tanta emoción? No era como si no tuviéramos relaciones s*xuales de forma constante. ¿Acaso esa vez fue diferente?
Entonces, caí en cuenta de que se debía al tatuaje. Aquello significaba grandes cosas para Júpiter, y tal vez para los otros muchachos también. Era como si estuviéramos en un matrimonio de malhechores o algo así.
La facilidad con la que pasaban de ser criminales rudos a chicos solitarios me sorprendía en muchas ocasiones, pero, en cierto modo, me agradaba. Me deslicé hasta el borde de la mesa, lo atraje hacia mí y sostuve su cabeza contra mi abdomen. Me encantaba todo de los muchachos y los necesitaba de una manera que no podía describir.
Wuotan y Thuner estaban sentados en la mesa del comedor con sus batas del hotel. ¿Habían estado en el jacuzzi? ¿Cuánto tiempo llevábamos Júpiter y yo f*llando?
Revolví el cabello de Júpiter y luego agarré mi bata del sofá. Como pandilla, nos encantaba usar las batas de los hoteles. De hecho, la suavidad de la tela parecía ser uno de los criterios con los que evaluaban los hoteles lujosos. Mis ladrones de bancos vivían al límite: perpetraban grandes robos y luego desperdiciaban todo el dinero en suites con precios exuberantes de hoteles pomposos.
Aunque, no me podía quejar, ¡el servicio de habitaciones era increíble!
Júpiter caminó por la suite hasta entrar a uno de los baños que el hotel llamaba «spa». Sí, tan extravagante era el lugar.
Por mi parte, me levanté, sintiéndome un poco tambaleante. "Creo que voy a necesitar uno de esos batidos saludables o algo así", dije.
Thuner se acercó con una copa de champán. "Ten, prueba un poco de Perrier Jouët de 1990".
Sonreí. "Supongo que no me queda de otra". Tomé la copa de sus manos y dejé que me guiara hasta la mesa que estaba repleta de frutas y quesos, nuestra cena favorita.
Wuota se quedó mirándome. "Soy un m*ldito genio, ¿lo sabías?". Bebió un trago de whisky.
"Sí, sí, lo sabemos", respondió Thuner.
"Hacer un tatuaje en esas condiciones habría sido imposible para cualquiera", alardeó Wuotan.
"¡Pero si me estaba portando bien!", protesté.
"Difiero de lo que dices", refutó Wuotan, arqueando una ceja. "Quién habría imaginado que una chica que anhela sentir la firme mano de un hombre en su tr*sero pudiera ser tan cobarde".
"¡Ush! ¡Cállate!". Me reí.
"Deja de burlarte de Aset". Thuner se dejó caer sobre una silla, con un brazo sobre el respaldo y una pierna sobre el reposabrazos. Extendió la mano, agarró las uvas, las sostuvo sobre el rostro, que estaba levantado hacia el techo, y procedió a comerlas. Cada movimiento suyo era propio de un dios.
"Este es un excelente queso gouda", observó Wuotan. "Creo que hasta la granjera cabeza de queso estaría de acuerdo". Si bien lo dijo en broma, podía notar que algo le molestaba.
Agarré un trozo del queso y lo probé, el gouda chispeaba de sabor. "Es bastante bueno, casi tan bueno como el gouda de nuestra granja de ovejas, aunque sigue sin llegarle a su altura".
Wuotan sonrió. Le había agradado mi comentario, ya que él era el rey del alarde.
Miré hacia la ventana para explorar la playa con la vista: hacia la izquierda se encontraba el muelle de Santa Mónica y, más allá, un océano de un azul increíble bajo una ardiente puesta de sol. Me mareaba pensar que esa vista era real y no un postal. Deseé que mis hermanas pudieran verlo, ya que ninguna de nosotras habíamos salido de Wisconsin antes.
Era una lástima que no pudiera volver a casa de nuevo. Nunca imaginé un escenario en el que tendría que permanecer alejada de mi familia para siempre, y mucho menos que tuviera que fingir mi propia muerte para proteger a mis hermanas.
Oré en silencio para que ellas entendieran que todavía seguía viva. De seguro ya sospechaban que yo era quien compraba los edredones de veinte mil dólares que vendía nuestra granja de ovejas. Lo llamábamos el edredón Paris Hilton y fue un producto que publicamos a modo de broma en el sitio web, lo considerábamos un billete de lotería.
Soñábamos con que Paris Hilton buscaría su nombre en Google algún día, se encontraría con nuestra página web y terminaría comprando unos edredones, tanto para ella como para su perro. Si bien nunca lo hizo, me funcionó como un método para enviarles dinero. Siempre incluía una nota en las compras que contenía algún que otro chiste interno que solo nosotras entenderíamos.
Nunca habíamos tenido dinero y las cosas se pusieron peores cuando nuestros padres murieron, pero contábamos con nuestros sueños y bromas, muchos de los cuales involucraban a Paris Hilton rescatándonos, o tal vez Taylor Swift o Kylie Jenner. Ninguna llegamos a imaginar que yo fuera quien terminaría rescatándolas.
Me encantaba ser parte de esa nueva vida salvaje e imprudente de s*xo y crímenes; me sentaba totalmente bien, pero extrañaba mucho a mis hermanas.
Admiré las palmeras y el mar. Todo era embriagador y hermoso en ese instante.
Entonces, mientras estaba allí parada, un extraño pensamiento me vino a la mente: ¿y si nada de eso iba a durar?
Mis muchachos tenían enemigos tan peligrosos que prácticamente fue un milagro que hubiéramos sobrevivido a su último ataque.
Wuotan supo lo que pensaba con tan solo echarme un vistazo. Siempre veía a través de mí. "¿Qué ocurre?", preguntó.
"Nada, solo me preguntaba si algo te preocupaba", respondí.
"¿Es por el robo?", inquirió, ignorando mi pregunta. "No te preocupes por el trabajo, va a ser pan comido".
"No es eso", pronuncié.
"El Primer Oeste es el banco más flexible que jamás hayamos visto", recalcó Wuotan. "Aunque no hackeáramos su sistema de seguridad, podríamos robarles mientras dormimos". Planeábamos perpetrar el atraco en dos días, y yo sería la conductora.
"Admito que estoy nerviosa por el robo del banco Primer Oeste, pero no es eso. Tal vez solo estoy… bah, no lo sé".
"No me hagas obligarte a que lo digas". Los ojos de Wuotan brillaron. "¿Sabes? Puedo ser muuuy persuasivo".
"¿A veces no te asusta que las cosas vayan demasiado bien? Además, hace rato mencionaste que nos estábamos quedando sin dinero".
"Ey", dijo Júpiter, acercándose a la par que se ajustaba el cinturón de su bata. "Hoy es un buen día. Estamos aquí, y no hay nada mejor que pudiéramos desear". Le dio una palmada a la mesa e indicó: "Vengan, chicos, pongan sus pies".
Puso el pie izquierdo sobre la mesa, inclinándolo hacia un lado para que se pudiera ver su tatuaje. Wuotan y Júpiter se unieron a él y colocaron sus pies en alto, y luego yo puse el mío en el extremo, formando una hilera de pies; el mío era pequeño y encantador, mientras que los otros tres eran enormes y masculinos. Pensé que necesitarían algo de pedicura, pero lo que más importaba era que teníamos tatuajes a juego.
Me invadieron escalofríos al examinar mi precioso tatuaje bajo la envoltura protectora de celofán. La parte superior del diseño era una nube con ojos grandes y conmovedores, cejas levantadas con furia, labios soplando viento y con cuatro relámpagos delgados, perfectamente combinados y rudos, disparándose ferozmente hacia abajo. Éramos los cuatro rayos que sobresalían.
Ver todos nuestros tobillos tatuados me conmovió de una manera que nunca podría explicar. Tal vez estábamos un poco j*didos, pero, desde luego, ¿quién no lo estaba? Aparte, teníamos la certeza de que estaríamos juntos para siempre.
"Es lo más hermoso que jamás haya existido", comenté.
"Y tú eres la cosa más hermosa que jamás haya existido", dijo Thuner.
"¡Abrazo grupal!", bromeé y actué de forma sarcástica para ocultar mis ganas de llorar.
"Tengo una mejor idea: ¡salgamos y celebremos! ¡Estamos en Los Ángeles, c*rajo!". Júpiter se apresuró en beberse todo su whisky y arrojó el vaso contra la repisa de la chimenea, donde se hizo añicos.
Por mi parte, salté ante la impresión.
"Por Dios, Júpiter, estaba hecho de cristal de Waterford". Thuner sabía mucho de esos temas y era doctor antes de involucrarse con Wuotan y Júpiter.
"No te preocupes, lo íncluirán en nuestra factura", justificó. "Tira tus gafas".
"Nos estamos quedando sin dinero", repitió Wuotan.
"Saldremos de la crisis pasado mañana", dijo Júpiter. "De hecho, me estoy aburriendo de estos pequeños e insignificantes bancos. Propongo que planeemos algo grande para el próximo mes. Yo digo que empecemos a considerar el banco Realeza Suprema".
"¡¿El banco Realeza Suprema de Los Ángeles?! ¡¿Te has vuelto loco?!", exclamó Wuotan.
"Si lo logramos, desearían que estuviéramos muertos. Ahora que lo pienso, sería un buen lema para nosotros". Júpiter levantó las manos, como para enmarcar el lema en el aire: "Ya QUISIERAN que estuviéramos muertos. Es decir, ya quisieran, pero nunca lo estaríamos, hijos de p*ta. Thuner, ¿cómo se dice eso en latín?".
"Creo que iría algo así como: e mords…", respondió Thuner.
Júpiter asintió. "Deberíamos agregarlo al tatuaje, en un pergamino encima de la nube".
"Sobre uno de esos pendones que sostienen los ángeles", sugirió Wuotan.
"Sí, de esos que tienen los ángeles", enfatizó Júpiter. "«Ya QUISIERAN que estuviéramos muertos, hijos de p*ta» en latín".
"Un momento". Alcé una mano. "¿En serio acabas de sugerir que agreguemos otro elemento complejo al tatuaje? ¿Escuché bien?".
Júpiter frunció el ceño. "Disfrutaste el proceso del tatuado, Aset".
"Nadie roba el banco Realeza Suprema de Los Ángeles", dijo Wuotan.
"Pues, con más razón deberíamos hacerlo". Júpiter se pasó una mano por la boca. "Pero primero tenemos que celebrar. Yo digo que vayamos a Guvvey. Tenemos que mostrarle lo mejor de Los Ángeles a Aset. La crème de la crème".
"¿Como las estrellas de cine?", pregunté.