Capítulo 40
1363palabras
2024-01-14 00:01
Detuve sus manos y las empujé hacia abajo. "No, devuélvete, tienes que invertir el rumbo", dije entre jadeos.
"Ay, preciosa", pronunció. "Pásame dos bufandas y las esposas, Thuner".
Tragué saliva.
"Parece que atarte no va a ser suficiente. ¿Sabes qué tiene que buscar Thuner ahora?". Le lanzó una mirada de complicidad a Thuner.
"Creo que tengo una idea", respondí, pensando en más restricciones y hasta cuerdas de textura áspera.
"Lo dudo mucho", comentó Thuner a la par que salía de la habitación.
Júpiter pasó una correa debajo de la mesita de té y me lo abrochó alrededor de la cintura, justo a la altura del ombligo. Cruzó un largo pañuelo sobre mi pecho, como una «X» entre mis s*nos, y luego sacó las cómodas esposas, con felpa por dentro y velcro por fuera. Eran muy pero muy resistentes.
"Pon las manos detrás de la cabeza y entrelaza los dedos. ¡Ahora!", Júpiter ordenó como un comandante. Su experiencia militar no solo eran útiles en los robos, sino también en nuestras aventuras s*xuales.
"No puedo creer que también vayan a atarme las manos. ¿Es necesario todo esto por un tatuaje?".
"¿Eso fue un Misisipi?", bajó la voz. "Si no es así, solo hazlo".
La dureza en su tono me atravesó como un rayo ardiente. Sin aliento, obedecí y posicioné las manos como me indicó. Me puso las esposas con velcro en las muñecas y me ató con más correas a la mesa. Me imaginé los largos cinturones entrecruzados allí abajo. ¿Por qué tenían que inmovilizarme las manos?
"¿Saben? Puedo distraerme aunque tenga las manos libres".
Utilizó otra correa. Nunca había estado tan atada, así que no me resistí en moverme, solo para ver lo que sucedía.
"No, no debes moverte", Wuotan pasó una uña por mi pantorrilla. "Solo enfócate en sentir las cosas".
Jadeé ante el contacto y me quedé allí, lo más quieta posible. Nada se movía a excepción de las mariposas en mi vientre.
"Si no se dan prisa, voy a perder mi m*ldita inspiración", se quejó Wuotan.
"Nunca pierdes la inspiración", dije.
Me besó la rodilla, como si esa fuera su respuesta.
Wuotan era el técnico y el tatuador del grupo. Había practicado en una prisión argelina, pero, curiosamente, nunca se había tatuado hasta que tuvo que hacerlo por la pandilla. Era el único tatuaje que quería conservar hasta la muerte. "Si te mueves, tendrás garabatos en lugar de orgullosos rayos".
Esperé allí, fría y vulnerable en mi desnudez y llena de una dulce aprensión que había llegado a conocer en mis dos cortas semanas en la pandilla. ¿Me estaban haciendo esperar para avivar mi emoción? ¿Acaso no se percataron de lo ansiosa que me encontraba?
Júpiter se sentó cerca de la mesita de té, justo a mi lado. "¿Cómo se siente?".
"Como si estuvieran a punto de cocinarme en un asador", jadeé.
"Te hemos preparado algo más ardiente, Aset". Júpiter pasó un dedo por mi s*xo palpitante, se detuvo y luego rodeó mi tierno bulto. Arqueé la espalda ante la dulce sensación. Al mismo tiempo, Wuotan me besó el dedo del pie y lo chupó.
"Vaya, el proceso del tatuaje se siente mucho mejor ahora". Suspiré.
Júpiter volvió a apartar la mano, y yo jadeé ante la pérdida. Estaba justo al borde de la locura.
Thuner regresó a la habitación y me lanzó una mirada maliciosa, sonriendo únicamente a través de los ojos.
"¿Y ahora qué?", pregunté.
Él se encogió de hombros. Llevaba su largo cabello rubio peinado hacia atrás y tenía escaso vello facial. Con su cuerpo atlético y larguirucho, parecía un tenista sueco. Se inclinó para besarme y pasó un dedo por mi p*zón, que se tensó ante su toque. "Siempre eres más receptiva cuando estás atada", observó.
Tiré de las esposas por encima y por detrás de la cabeza. El terciopelo afelpado de su interior se sentía cálido y suave. La mano de Júpiter sobre mi vientre se sentía deliciosamente pesada. Me resultaba como una tortura que se quedara ahí sin hacer nada. Aunque, pensándolo bien, sí que hacía algo: demostraba su dominio sobre mí y su capacidad de controlarse. Solo él decidía cuándo tocarme.
¡Uuf!
"Ojalá no fuera tan receptiva al momento de hacer un tatuaje".
"A menos que el dolor esté equilibrado", reflexionó Thuner.
"¿Con pl*cer?", pregunté, esperanzada.
"Pues…". Thuner parecía estar pensando en la respuesta.
"¿Ajá?", exigí.
"¿Confías en mí, Aset?", inquirió Thuner. "¿Alguna vez te he puesto en peligro o te he molestado?".
Recordé cierto paseo que habíamos tomado en Kansas.
"Supongo que no", repliqué.
Júpiter eligió ese momento para mover su mano hacia mi entr*pierna, y solté un suspiro que había estado conteniendo. Luego, frotó mi clít*ris con uno de sus dedos. "Ah, sí", pronuncié.
Wuotan volvió a agarrarme el tobillo y restregó mi tatuaje.
"No sé si estoy lista para seguir con el tatuaje", expresé.
Thuner susurró: "Esa será la menor de tus preocupaciones". Acto seguido, me ató una venda en la cabeza para cubrirme los ojos.
"¡¿Esto es en serio?!", me quejé. "Ni siquiera puedo…". Justo en ese instante, Júpiter me acarició el clít*ris de una nueva forma, y me dejé llevar por la sensación de sus dedos en mis húmedos y vulnerables pliegues.
Thuner cerró sus labios alrededor de mi p*zón, enviando corrientes de placer a través de mí.
"Ah, cómo me encanta", susurré. "De seguro no podré estar quieta cuando tenga un org*smo".
"Entonces, no llegues al org*smo", dijo Júpiter.
Thuner me pellizcó los pez*nes con los dedos. En realidad, no tenía la certeza de si fue él. Todo lo que sabía era que había manos frías acariciándome la entr*pierna y dedos fríos frotándome los pez*nes con una intensidad delirante.
Aun así, todavía me estaba preparando para que Wuotan comenzara a tatuarme el tobillo… hasta que sentí un mordisco en el p*zón.
"¡Ey!". Una intensa sensación me recorrió, llenándome la cabeza y controlándome. Si bien no podía ver con los ojos vendados, supuse que fue Thuner quien me apretaba el p*zón con los dientes. El dolor se sentía extrañamente estimulante, y más cuando estaba combinado con las pl*centeras caricias de Júpiter. Me resultaba picante y suave, como sal con chocolate: los dientes de Thuner en mi p*zón era la sal, y los dedos de Júpiter frotándome los sensibles pliegues eran el chocolate.
"Ah, sí", dije, sumergiéndome en las sensaciones. Estaba tan metida en ello que apenas noté las agujas punzantes en el pie. De pronto, algo fresco y ligero cayó sobre mi pecho. Era como una pequeña cadena.
Acto seguido, Thuner me mordió el otro s*no al mismo tiempo, y empecé a jadear.
Un momento… eso era imposible. Tenía que ser Júpiter mordiéndome un p*zón al mismo tiempo que Thuner lo hacía con el otro. Lo habían hecho con idéntica presión y orientación sin que me dejaran de acariciar la entr*pierna. Tenían una habilidad extraordinaria en hacer varias tareas al mismo tiempo.
"Vaya", solté un suspiro.
Todos aquellos toques me provocaban algo extraño en el cuerpo, era como si se ahogaran uno con el otro para competir entre ellos, solo que, en lugar de ser una lucha desastrosa, me resultaba armonioso. "Increíble, qué mordidas tan sincronizadas", jadeé.
Júpiter se rio entre dientes. "Nah, no es lo que piensas".
Thuner resopló. "A que no sabes qué es".
Un momento, ¿cómo hablaban con los dientes en mis pez*nes? Sentía que mi mente iba a explotar con todo el pl*cer y la confusión… hasta que caí en cuenta de que no eran sus dientes los que estaban en mis p*chos.
"¿Qué? Me están j*diendo, ¿verdad? ¿Son pinzas? Ni siquiera me avisaron". Tiré de mis esposas y respiré hondo cuando la presión se intensificó en mis pez*nes.
"Pero lo estabas disfrutando", argumentó Thuner.
"Sí, hasta que supe lo que era", suspiré.
"Solo déjate llevar", exigió Júpiter.
"¿Quieres que te las quitemos?", preguntó Thuner.
"Mm…", jadeé.
"Ni siquiera están tan apretadas", dijo Thuner.
Tenía razón, se sentían como ligeros mordiscos.
"Hay una pequeña cadena entre ellas. ¿Te imaginas lo que va a suceder si las jalo?". Sentí que levantó la cadena, y temblé de ansias. "Contesta", Thuner me susurró al oído.
¿Que si lo puedo imaginar? ¡Por supuesto! Tanto así que hasta podría sentirlo.