Capítulo 39
1630palabras
2024-01-13 00:01
El calor se me agolpó en la cara. Aunque Thuner reprimió una sonrisa, ya había visto sus intenciones en sus profundos ojos azules. Su mirada viajó desde mi cuello hasta mis p*chos, que se habían vuelto rosados por debajo de mi blusa. Le encantaba molestarme diciendo que era una maníaca s*xual, cosa que nunca fallaba en avergonzarme. "No es lo mismo. Mientras que esto es una tortura pura, lo otro es exc*tante y provocativo…".
"El contexto es lo único que cambia", Wuotan hizo una seña con la mano. "Quítenle la ropa y átenla a la mesita de té".
Mi entr*pierna hormigueó. "¿Cómo? ¿Me van a desnudar mientras me hacen el tatuaje?", pregunté atónita.

"Háganlo", ordenó Wuotan, limpiando su pistola para tatuar. "Necesitas que preparemos otro contexto para ti".
"Ah, con mucho gusto", Thuner esbozó una sonrisa pícara, a lo que mi sangre se aceleró de emoción.

"¿La quieres boca arriba o boca abajo?".
"Boca arriba", replicó Wuotan. "Vamos, aprovechen que aún tengo inspiración para desnudarla y atarla".
La sola orden hizo que me flaquearan las piernas. La adrenalina me invadió y el proceso de tatuarme se iba haciendo cada vez mejor.

Júpiter estaba frente a mí, contemplándome con un destello peligroso en sus ojos verdes. "Levántate".
Cuando me encontré con su mirada, recordé que, en el día que robaron el banco, sus ojos me hipnotizaron a pesar de que llevaban máscaras de zombis.
"¿No nos vas a hacer caso, Aset? ¿En serio nos estás desobedeciendo?", preguntó Júpiter.
Sintiéndome desnuda y sin estar segura de lo que planeaban, me levanté despacio. ¿Qué podría distraerme de los pinchazos de las agujas? Pese a la incertidumbre, me encantaba seguir sus órdenes, casi tanto como me encantaba resistirme a ellos.

Júpiter era unos treinta centímetros más alto que yo y su belleza era excepcional. En el mundo de los dioses, Júpiter era un alfa, pero, dentro de la pandilla, era un líder sin lugar a duda. Entonces, me tocó la base de la barbilla con el dedo y exigió: "Desnúdala, Thuner".
Notorios escalofríos me recorrieron cuando los brazos de Thuner se deslizaron alrededor de mi cuerpo por detrás para desabrocharme el cinturón. Lo que Júpiter hacía no era mirar; más bien, parecía que usaba su mirada hipnótica para abrazarme, interrogarme y f*llarme. ¡Se veía demasiado dominante e irresistible!
Thuner jugueteó con la bragueta de mis pantalones cortos más de lo necesario, lo cual provocó un roce disimulado y estimulante entre mis piernas. Luego, deslizó los dedos en medio de mis muslos, intensificando el calor que se me había acumulado en la zona. Cerré los ojos, febril de emoción, mientras él presionaba su cuerpo contra el mío por detrás. En ocasiones, no terminaba de creer que esos atractivos y fabulosos bandidos que tenían apodos de dioses me querían a mí y solo a mí.
"No dejes de mirarme", rechinó Júpiter.
Le hice caso y abrí los ojos.
"Aset, nos aseguraremos de distraerte tanto que las agujas de la máquina se sentirán como una brisa de verano", aseguró Júpiter.
Thuner me acarició la oreja. "Te va a encantar". Empujó mis pantalones cortos hasta mis caderas en lo que Júpiter observaba.
El calor palpitaba a través de mi núcleo como brasas brillantes.
"Te encantan las buenas distracciones, ¿no es así, Aset?", preguntó Wuotan.
"¿Qué se supone que significa eso?", respondí con otra pregunta.
"No le hagas caso", gruñó Júpiter.
"Creo que tendremos que recolectar todos los cinturones y bufandas de todo el lugar", comentó Thuner.
"En verdad no sé cómo podría funcionar esto…".
Mi protesta se disolvió cuando Júpiter agarró el cuello de mi blusa y la rasgó por la mitad.
Jadeé de la impresión.
"No es necesario que lo sepas, será mejor así", agregó.
Tragué saliva y me recosté contra Thuner, con el corazón acelerado. Confiaba en mis bandidos: sin importar lo que pasara entre nosotros, tenía la certeza de que siempre me apreciarían. Nos sentíamos seguros o, al menos, estábamos a salvo cuando nos encontrábamos solos dentro de las habitaciones de los hoteles. Todavía me daba miedo salir a robar con ellos… a pesar de que Júpiter y Wuotan eran agentes militares altamente entrenados.
«No son inmortales ni mágicos», una vez le dije eso a Júpiter, y él me aseguró que estaban cerca de serlo. Superaban al equipo de la marina y eran muchísimo mejor que la élite y cualquier agente secreto.
Júpiter me acarició suavemente los tiernos s*nos con sus ásperos dedos. "Me encanta cuando no usas sostén", confesó, me tomó la mano y me besó los dedos. "Veo que ya te has dado cuenta de qué nos gusta".
"En realidad, solo me queda un sostén favorito. Y con eso de que les encanta rasgarme la ropa, mejor lo usaré para ir a restaurantes y esas cosas".
"Somos unos ladrones de bancos muy ricos y podemos comprar tantos sostenes como necesitemos", alardeó Thuner.
"A decir verdad, nos estamos quedando sin dinero", Wuotan dijo desde su taburete, que estaba al otro extremo de la mesita de té. "Ahora, date prisa y hazlo, ¡c*rajos!".
"Espera, ¡¿qué?!", inquirió Thuner.
Wuotan examinó su instrumento de tatuaje. Me dio la clara impresión de que estaba ocultando algo. ¿Se trataba de algo malo? ¿Iba más allá que el dinero? "Consigue cinturones, bufandas y corbatas", pronunció Wuotan, mirando hacia arriba con determinación. "Lo primero es lo primero."
Me quité los pantalones cortos y las bragas mientras Thuner se alejaba para proceder con la sucia búsqueda.
Me quedé allí, completamente desnuda bajo la mirada hambrienta de Júpiter, que alborotó el temblor en mi interior en un dos por tres. Él era capaz de volver vulnerable a cualquiera con esos ojos.
¡Señor, cuánto lo deseaba!
Al cabo de un rato, señaló la mesita con su fornida mano. Siempre llevaba un anillo sencillo de estilo celta. Me parecía bastante irlandés y salvaje. "Acuéstate boca arriba", me ordenó en voz baja.
El calor me recorrió la columna vertebral. Me senté y me acosté sobre la mesa como si fuera una ofrenda en un altar. Sentí frío y rigidez cuando mis omóplatos y mi tr*sero desnudo entraron en contacto con la superficie de la mesa. Apreté las piernas.

Todo lo relacionado con mis atrevidos ladrones de bancos me exc*taba: sus órdenes traviesas y sus atenciones brutales. Era como si hubiera caído en un Disney World lleno de peligrosas fantasías s*xuales. Era un viaje completamente nuevo para mí. Sentía que la distracción del tatuaje era un túnel oscuro que me daba miedo.
Wuotan se inclinó sobre mí y colocó una mano al lado de mi cadera, con sus ojos color ámbar brillando. "Lo haremos de una vez por todas".
Me besó el vientre y luego el ombligo. G*mí y enredé los dedos en su abundante y enmarañado cabello.
"Tal vez podamos olvidarnos de todo esto y optar por tatuajes temporales", propuse.
"De ninguna manera". Continuó descendiendo con besos hasta llegar a mi pubis pulcramente afeitado. "Ah, esto no puede ser". Me agarró de las rodillas, las separó y posó los labios contra mi acalorada v*gina. Me pregunté si el tatuaje se podría extender a un proceso de varios días.
"Deslízate hacia abajo y pon las rodillas a los bordes".
El calor floreció entre mis piernas mientras me deslizaba hacia abajo. Sentí que Wuotan colocaba mi pie derecho sobre algo, y supuse que era el taburete, ya que mi rodilla se elevó por encima de la mesa.
"Pásame esa cuerda, Júpiter", exigió Wuotan.
Júpiter le arrojó su cinturón, y Wuotan ató mi pie al taburete como si fuera un zapato de plataforma gigante.
"Tu tatuaje quedará espectacular", declaró Wuotan. "Solo falta la mitad para terminarlo, pero no cooperabas".
Thuner regresó con un montón de cinturones y bufandas. Júpiter usó una bufanda negra de lentejuelas para atar firmemente mi pantorrilla izquierda a la otra pata de la mesa para que mis piernas quedaran separadas. Era estimulante estar así, con una rodilla en alto, expuesta y esperándolos. Me sentí como si estuviera en la cima de un salto de esquí o de una montaña rusa en el momento previo al descenso; ese delicioso instante en el que estás a punto de entregarte a una fuerza poderosa que no puedes controlar.
Júpiter se sentó cerca de la mesita de té, justo a mi lado. Le agradecí mentalmente a los organizadores del hotel por poner una mesa de metal. Por accidente, habíamos roto algunos muebles de la habitación en las últimas semanas y, al parecer, costó mucho dinero reemplazarlos.
¿Por qué Wuotan dijo que nos estábamos quedando sin dinero?
Entonces, Júpiter apoyó su pesada mano sobre mi abdomen bajo. "¿Cómo podríamos distraer a nuestra inquieta diosa…?". Deslizó los dedos hasta mi entr*pierna y me tocó con ligereza, a lo que yo alcé las caderas para apreciar más la exquisitez de su toque. "Uf, estás tan m*jada", dijo.
"Es porque he estado en abstinencia últimamente", repliqué a la par que Wuotan me ataba la rodilla a la esquina de la mesa.
"Qué casualidad, yo también he estado en abstinencia". Pasó un dedo lentamente por mi hendidura. "Y eso que ni siquiera he empezado a saciarme contigo".
Me estremecí de pl*cer cuando él me miró y me tocó de nuevo, con movimientos suaves y despacios para provocarme.
"Por favor…", jadeé. "Sáciate todo lo que quieras conmigo".
Júpiter tenía los labios más carnosos y expresivos que jamás había visto. Se veía hermoso cuando sonreía y lucía como un matón cuando los fruncía. Justo en ese momento se estaba torciendo los labios con una mirada oscura y juguetona.
"Tal vez pueda saciarme volviéndote loca", susurró a la par que su dedo ascendía por mi s*xo, pasando por el hueso de mi pelvis y llegando a mi vientre, dejando atrás mi necesitado y adolorido clít*ris. Al final, se quedó en mi ombligo.
«¡Noooo!», grité en mi mente.