Capítulo 28
1675palabras
2024-01-02 10:45
Thuner y yo hicimos algunos recados de verdad: conseguimos ropa interior nueva y provocativa para mí, que incluía un corsé y un liguero, además de tirantes, medias y hasta zapatos nuevos. También conseguimos ropa interior para él, nuevos teléfonos desechables, una peluca y, por último, los sándwiches. Al final, regresamos el auto al hotel, lo aparcamos en el mismo lugar donde lo encontramos y tomamos el ascensor hasta nuestro piso.
Después del almuerzo, Wuotan y Júpiter seguían ocupados y les tomaría más horas monitorear el banco, así que Thuner y yo nos pusimos a ver la película «mi primo Vinny». Tras terminar, Thuner se dio un chapuzón en el jacuzzi con uno de sus misteriosos libros de bolsillo mientras yo leía el periódico.
Una vez que me aburrí, le pregunté a Thuner si sería buen momento para probarme mi nueva ropa interior a ver si todo me quedaba bien, y él me lanzó una mirada ardiente por encima de las hojas de su libro.


Tomé su gesto como un sí, agarré las bolsas de las compras y me dirigí al dormitorio más cercano para cambiarme. Mi nuevo corsé negro hacía que mis p*chos se levantaran y se juntaran, mis medias estaban sujetas por ganchos que conectaban a la parte inferior del corsé y mis nuevos tacones combinaban a la perfección con el resto del conjunto.
Me encantó cómo se sentían y se veían las prendas en mí. Aunque todo lucía muy complicado con el montón de lazos y de tirantes que había, dejaban mi v*gina totalmente descubierta.
Deseaba poder conservar las cosas, pero, en definitiva, estarían muy fuera de lugar tenerlas en una granja de ovejas.
Salí y me paré al lado del jacuzzi. "¿Qué tal? ¿Cómo me veo con esto?".
Thuner me miró fijamente durante un rato. "Ven acá", me ordenó en un tono ronco, lo cual era un claro indicio de que le había gustado.

Me aparté un poco. "No voy a entrar, no quiero mojar esta seda".
"No te preocupes, se va a secar", justificó Thuner.
"Esta clase de tela no se puede mojar, se deformaría".
"¿En serio?".

Sonreí al descubrir que mis rudos Peter Pan no sabían nada sobre ropa. Sin duda, necesitaban a alguien como yo. Deseaba con toda mi alma poder quedarme. "Suelen arruinar sus prendas cuando intentan lavarlas, ¿no es así?".
"Por lo general, las mandamos a lavar o simplemente compramos otras nuevas".
"Claro, de seguro lo hacen porque han arruinado las que ya tenían", especulé.
"Entonces, ¿eso fue un no?", preguntó. "¿Por eso estás cambiando de tema? ¿En serio no vas a entrar al jacuzzi?".
Tragué saliva. "Ajá, eso fue un no. Es que quiero cuidar esta ropa", respondí.
Su expresión se ensombreció antes de recorrerme con los ojos de una forma lenta y l*sciva. Su mirada me estimuló, y la emoción se me acumuló en el vientre y en la entr*pierna d*snuda. Él sabía muy bien lo que me provocaba; Thuner y yo hacíamos buen equipo en este juego. Era muy bien parecido y hablador, pero también un poco zafado.
"Me gusta mi nueva ropa interior, así que no la voy a mojar", declaré con altivez, a lo que él frunció el ceño.

Mi corazón se aceleró ante su expresión.
Se puso de pie en la bañera, con movimientos pausados y dominantes, mientras el agua corría por su esbelto y musculoso pecho. Con lo empapada y brillante que se le veía la piel, lucía como un verdadero dios, aunque lo que más me cautivó fue la intensa l*juria en su rostro.
Le encantó que me negara, puesto que eso le dio un motivo para ser estricto conmigo. Ante la incertidumbre de lo que me iba a hacer, mi corazón se aceleró y mi garganta palpitó en lo que yo lo esperaba.
Señaló la mesa en la que todavía estaba lo que dejamos del desayuno y, con su típica voz áspera, suave y seductora, exigió: "Ve y trae la mantequilla".
El calor se agolpó en mi abdomen bajo, tanto por su petición como por el tono que utilizó. "¿La mantequilla?".
"Sí, solo hazlo".
¿Me iba a castigar por ello? Mi entr*pierna se contrajo y me acerqué a buscar lo que me pidió. Me exc*tó el solo hecho de caminar unos metros hasta la mesa, pues estaba consciente de que me observaba. Ese era el efecto erót*co que ese atuendo me inducía, además de la orden tan demandante de Thuner y de la incertidumbre de lo que ese doctor travieso me haría.
Aunque solo era el inicio, todo me parecía emocionante.
Tomé la mantequilla y me paré al lado del jacuzzi, estando consciente del aire fresco en mi s*xo y tratando de no temblar de la agitación. «Castígame y f*llame tanto como quieras», quise decir en voz alta.
"Déjala al costado de la bañera y abre los chorros", señaló al botón.
Dejé la mantequera, me acerqué al pulsador de la pared y lo activé. Regresé y me quedé de pie, esperando febrilmente a recibir la siguiente orden y tratando de lucir preocupada porque eso lo hacía todo más divertido.
"Quítate los tacones".
Le hice caso.
"Pensé que no querías arruinar tu ropa, ¿por qué te quitaste los tacones tan rápido? Déjalos en un lugar que te parezca adecuado, como si los estuvieras cuidando mucho".
Esa orden requería que yo caminara de una forma más erót*ca, ya que debía inclinarme. Aun así, lo hice con total seguridad y, cuando regresé y vi su expresión, noté que se había deleitado con mi espectáculo. Verlo exc*tarse también hizo que yo lo hiciera, y supe que aquella sensación era mutua. Si continuáramos a ese ritmo, uno de nosotros sufriría un infarto.

"Ahora, quítate las medias y el corsé, si es que te importan tanto", rechinó.
Me quité las medias y el corsé y los acomodé de una forma muy ordenada sobre una silla. Temblaba hasta la médula, puesto que su mirada me resultaba como algo plomizo que se arrastraba sobre mi piel.
"Vuelve a ponerte los tacones", exigió en un tono suplicante, lo cual rompía con su ya conocido carácter autoritario. Y, por supuesto, obedecí. Luego, regresé al lado del borde del jacuzzi y miré hacia el interior. ¿No me haría entrar al agua después de todo?
"Muy bien", dijo. "Ahora, arrodíllate en el borde, dame la espalda y ponte en cuatro".
Excelente, las cosas iban escalando poco a poco. Como era de esperarse, le hice caso: me arrodillé sobre el suave y cálido mármol y me apoyé con las manos. Él se me acercó, roció agua sobre mi tr*sero d*snudo y dejó que goteara por mi entr*pierna, lo cual provocó que una corriente eléctrica se filtrara por todo mi cuerpo.
"¿Qué crees que te voy a hacer? ¿Azotarte?", preguntó, pasando un dedo mojado desde mi sensible hendidura hasta mi an*. Jadeé cuando ejerció presión sobre la zona.
Debía admitir que esa idea se me había pasado por la cabeza, aunque los azotes eran más del estilo de Wuotan. Aun así, el hecho de que Thuner lo dijera en voz alta hizo que las ansias se apoderaran de mi abdomen bajo. Considerando que me pidió que trajera la mantequilla, daba mucho de qué imaginar, pero, desde luego, Thuner podría hacer varias cosas a la vez.
"Contéstame".
"No, en realidad, no sé qué harás", jadeé.
Me echó un poco más de agua, que se escurrió desde mi tr*sero hasta mis muslos como riachuelos que me enfriaron y me hicieron cosquillas a medida que me recorrían la piel. Me pregunté si alcanzaba a ver lo m*jada que estaba; después de todo, mi v*gina se encontraba totalmente expuesta.
A decir verdad, sin importar lo que Thuner me hiciera, yo lo dejaría. Sin embargo, necesitaba que empezara a hacer algo para poder darle permiso.
"Te gusta que te dejen en suspenso".
"Sí y no", susurré.
"Bueno, creo que solo hay una manera de descubrirlo. Baja la cabeza y alza más el tr*sero".
Obedecí una vez más: presioné los antebrazos contra la superficie lisa y puse la cabeza entre ellos. De nuevo, me recorrió las n*lgas con su cálida mano. Estando en aquella posición, más aire golpeaba contra mi resbaladiza entrada, chocando contra mi sensible v*lva e intensificando la palpitación de los nervios que se encontraban en la zona. Hasta el más ligero toque de Thuner me resultaba eléctricamente tortuoso.
"Podría azotarte, pero no ahora", informó.
«¡Dios mío!», aunque eso fue lo que exclamé en mi mente, en voz alta dije: "De acuerdo".
"Tienes tantas ganas de f*llar que me dejarías hacer cualquier cosa ahora mismo", recalcó, prácticamente leyendo mi mente.
"Siempre que esté dentro de lo razonable, claro está", indiqué.
Sin previo aviso, una manotada aterrizó en mis n*lgas con ímpetu. Jadeé ante el impacto, y él me azotó de nuevo, una y otra vez. Cerré los ojos y me sumergí en el delicioso temblor que me provocaba.

De pronto, se detuvo y dijo: "Tu cuerpo es mío y puedo hacerte lo que se me dé la haga hasta que digas la palabra clave. Anda, repite conmigo: mi cuerpo…".
¡Dios mío! Thuner había entrado en un nuevo reino de conversaciones sucias. Cuando vio que vacilé, me azotó de nuevo, haciendo vibrar mi n*lga y mi v*gina de un doloroso y hormigueante placer.
Emití un suspiro entre mis dientes y junté los muslos, sintiendo que podría c*rrerme ante la más mínima presión que recibiera. «Solo un poco más…», me dije para mis adentros.
"No, no, no lo hagas…", empujó una de mis rodillas hacia un lado, obligándome a abrir las piernas. "No te vendrás sin mí. Si quieres que te haga sentir bien, deberás repetir lo que te dije".
Jadeé y empecé a hacerle caso: "Mi cuerpo es tuyo y puedes hacerme lo que se te dé la gana hasta que te diga la palabra clave. ¡Por favor, hazme lo que quieras!".
"Eso es, buena chica".
Tuve el impulso de reírme de pura emoción, pero sabía que no debía hacerlo. Entonces, escuché un chirrido de cerámica contra el mármol. Estaba arrastrando la mantequera.
"¿Estás lista?".
"¿Para qué?".