Capítulo 23
1157palabras
2024-01-02 10:35
"Pon las manos detrás de la cabeza y entrelaza los dedos", ordenó Thuner.
Le hice caso y se me aceleró el corazón al sentir que me separaron los muslos. Me habían jalado de las ataduras de mis tobillos.
Jadeé cuando algo frío se posó en mi vientre: ¡era un cubito de hielo! Mi barriga se estremeció, aquello me había tomado por sorpresa.

"¿Ya estás lista para hablar?", Thuner me susurró al oído.
"No tengo nada más que decirles. Solo veía porn*grafía".
"Sé que hay más que eso. Vamos, no te contengas", era la voz de Wuotan. Así que era él quien me había puesto el cubito de hielo allí abajo. Por supuesto, aquello era muy de su estilo y suponía que Júpiter estaría comiendo.
Wuotan trazó un círculo en mi vientre con el pedazo de hielo, y yo podía aguantar muy bien la sensación. Luego, sentí que el cubito descendió y pasó por la parte sensible de mi pelvis. ¿Acaso lo iba a poner allí?
"No", murmuré, sin querer que mi clít*ris se congelara.
A pesar de mis quejas, el cubito viajó hacia abajo a un ritmo insoportablemente lento. El hielo se fue derritiendo poco a poco, goteando y escurriendo agua en los ahuecamientos donde comenzaban mis mulos. Fríos trazos se paseaban por mi piel caliente y, de pronto, cayeron en mi delicada v*gina.

Jadeé ante la sensación. Era frío, pero no tanto como lo había imaginado. Percibí cómo se iba derritiendo, haciendo que las gotas rodaran por mis pliegues. Aunque la presión inicial me resultó plac*ntera, no tardé en retorcerme cuando empezó a arderme por la gelidez del hielo.
Una mano se cerró sobre mi muslo. "Dinos los detalles". Era la voz de Wuotan.
"¿Cuáles detalles quieren? ¿Pretenden que les pase los enlaces de los videos?", protesté.
"Queremos que nos confieses lo que estás ocultando".

El hielo desapareció de repente y una brisa fresca lo reemplazó. Era Wuotan quien me estaba soplando. Exhalé con fuerza debido a la intensidad de las sensaciones, y unas manos ásperas separaron todavía más mis piernas.
Una lengua cálida viajó por la costura resbaladiza de mi s*xo y ascendió hasta mi tierna protuberancia. Jadeé cuando le siguieron más l*midas, aunque estas eran mucho más lentas y tortuosas.
Me estaba calentando y devolviéndome a la vida. La combinación entre el calor y el roce de la lengua de Wuotan se sentía mejor que cualquier cosa que pudiera imaginar. "Ah, me encanta", g*mí.
Enseguida, percibí una boca en mi pecho, ch*pando y l*miendo mi p*zón. Emití más g*midos y me retorcí, casi a punto de llegar al cl*max. En lugar de ser un castigo, era como si me hubieran llevado al cielo… o, al menos, eso creía hasta que se detuvieron.
"No…", me quejé entre jadeos.
"Entonces, danos los detalles", exigió Wuotan. "¿Qué es lo que ocultas? ¿Humillaciones? ¿Aspiradoras? ¿Cuerdas o alguna otra clase de ataduras?".
"No, nada de eso", contesté.
"¿Pinzas?", Thuner también empezó a especular. "Si es así, podemos hacerlo realidad".
Sacudí la cabeza a la par que mi corazón latía con fuerza. "No, no me gustan las pinzas, ¡en realidad, no conozco nada de eso!", espeté. Supuse que la respuesta les pareció demasiado tajante, ya que sentí un frío en el abdomen. "¡No!", bufé. Me habían puesto otro cubito de hielo y se hallaba en mi ombligo.
"Cielos…", pronuncié, temblando al nivel de mi barriga debido a la sensación.
"¿Tan obsceno es? Si es así, me da más curiosidad escucharlo", comentó Wuotan.
Negué con la cabeza de nueva cuenta.
"Bien", refunfuñó, y el cubo de hielo comenzó a descender una vez más hacia la delicada y sensible piel de mi pelvis, pasándose sobre mi montículo hasta llegar a mis pliegues resbaladizos. Intenté juntar las piernas a sabiendas de que tenía los tobillos atados, pero, como era de esperarse, todo fue en vano.
El cubito de hielo se detuvo en esa zona y volvió la cálida lengua sobre mí. Se sintió increíble y me moví a su ritmo mientras el calor florecía en mi interior.
Y, de pronto, se detuvo.
"¡No me dejen así!", protesté.
No hubo respuesta.
"¡Está bien, se los diré!".
"Adelante, te estamos esperando".
"Eran de dibujos animados".
"¿Qué?", inquirió Thuner con sorpresa, aunque en su tono se notaba una pizca de diversión.
"Descríbenos los detalles", exigió Wuotan.
"Por favor, no me hagan esto", supliqué.
"¡Dínoslo!".
"Eran chicas semielfas o con colas siendo vi*ladas. Ya saben, de esos típicos p*rnos de dibujos animados", confesé al fin.
"Debes estar j*diendo", expresó Wuotan.
"¡Lo digo en serio!", refuté.
Thuner soltó una risita.
"No es gracioso, era lo que más me estimulaba", dije.
"¿Y cómo las vi*laban?".
"Simplemente lo hacían".
De nuevo, sentí aire fresco abajo; volvían a castigarme con eso. De algún modo, se sentía pl*centero y torturador a la vez. Solo me retorcí y jadeé, ¡lo único que quería era que la lengua regresara a mí!
"¿Cómo?", insistió Thuner.
La lengua de Wuotan regresó y pensé que me volvería loca por la sensación que me provocaba cada vez que se aproximaba a mi sensible clít*ris.
"Eran unos chicos del bosque quienes abus*ban de ellas", dije entre jadeos. "Lo contaré todo, pero, por favor, no paren y no me vuelvan a colocar el hielo".
"Descríbelos y cuenta lo que le hacen", ordenó Thuner. "Si dejas de hablar, te volveremos a poner el hielo y lo dejaremos ahí hasta que se derrita por completo".
Wuotan me l*mía, mientras que yo, sin aliento, describía todo lo que había visto, cómo ataban a la chica y la f*llaban. Dado que noté que él se detenía cada vez que yo hacía una pausa, traté de recordar más detalles: me gustaba cuando le tocaban el an* y cuando le separaban las piernas y se la f*llaban; en especial, cuando se lo hacían dos hombres a la vez, uno por delante y otro por atrás. Por lo general, los chicos llevaban gorras, medias, vainas y trajes tipo Robin Hood en la mayoría de las veces. Parecía que a ella la tenían cautiva, y me encantaba cuando la inmovilizaban con un cepo de apariencia anticuada y la ponían en posiciones obscenas para luego f*llarla. Aun así, no me agradaba cuando la chica lloraba, así que quitaba los videos en esas partes.
"¿No la azotaban?".
"Nunca me había interesado eso…", confesé a la par que la cálida y habilidosa lengua de Wuotan presionaba contra mi s*xo de manera deliciosa. "… hasta que los conocí a ustedes". Sentí dos dedos deslizarse y curvarse en mi resbaladiza entrada. "Ah, sí, me encanta". Las falanges se movían en un vaivén y con ímpetu dentro de mí mientras su legua les seguía el ritmo.
"Dinos más", ordenó Thuner.
"No hay más. En la mayoría de las ocasiones, encuentran a la chica mientras esta va paseando por el bosque…". Comencé a mover las caderas, sintiendo como si un agujero negro de puro placer me estuviera succionando.
"¿Acaso quieres que se detenga?", preguntó Thuner.