Capítulo 19
1002palabras
2023-12-28 10:22
Salimos y bajamos por la calle hasta un café elegante con un porche apartado en la parte trasera. Me sirvieron espaguetis con una cantidad obscena de queso rallado. Thuner pidió pescado, y yo bromeé al respecto: "Mira nada más, el doctor comiendo sano". Él respondió con sus típicas advertencias sugerentes mientras enredaba sus piernas con las mías. Era como si me estuviera regañando por haberme burlado de él.
Era extraño estar en esa nueva ciudad y en un café al aire libre con un hombre al que apenas conocía. Bueno, en realidad, no sabía cosas generales sobre él, ya que sí estaba enterada de algunos de sus secretos, y eso me encantaba. Disfrutaba descifrar misterios y ser una forajida que vivía al límite.
Además, caí en cuenta de que la comida sabía mucho mejor cuando se compraba con el dinero que se le robó a un tipo como Frank Rivera.

Thuner llamó a Wuotan y Júpiter con su nuevo teléfono desechable. Los otros dos miembros de nuestra manada de dioses estaban adquiriendo un vehículo usado y haciendo algo con los diamantes. Nos iban a recoger después de que compráramos el edredón.
Aunque Thuner tuvo una conversación corta por llamada, me estuvo mirando todo el tiempo. Tras colgar, me informó que Júpiter ya había planeado nuestro próximo robo a un Banco Nacional de la Primera Ciudad en un suburbio de Omaha. Lo harían después de vigilar la sucursal durante dos días.
"Se suponía que tomaría una semana", protesté.
"De hecho, así iba a ser, pero adelantaron el plan", respondió Thuner.
"¿Y eso por qué?".
"¿Tú qué crees?".

"Júpiter quiere que me vaya, ¿cierto?".
Thuner hizo girar su limonada en la copa de vino en la que se la habían servido. Me di cuenta de que no le agradaba la idea de que adelantaran el siguiente robo. "Me parece que Wuotan estará orgulloso de lo que hemos hecho hoy; sobre todo, va a disfrutar de tu cabello", comentó, intentando cambiar de tema.
Rompí un palito de pan y me comí la mitad. Él no quiso seguir hablando del mismo asunto, y yo lo respetaba.
"Y no lo hará de una buena manera, eh".

Dejé de comer al oírlo. "¿Qué?".
"Como escuchaste: te lo va a maltratar".
Entrecerré los ojos. "¿Me estás diciendo que Wuotan va a arruinar mi peinado nuevo?".
Me alcanzó a través de la mesita que nos separaba y me acarició el cabello como si tuviera derecho a hacerlo. Y sí que lo tenía; al menos, según las reglas del grupo. "Ajá, lo hará de forma minuciosa".
Estaba usando esa voz áspera, sutil y retumbante que me encantaba. Deslicé la otra mitad de mi palito de pan a mi boca mientras lo contemplaba.

Su expresión se volvió juguetona. "Solo te lo digo porque hay cosas…", bajó la voz antes de continuar: "de las que deberías estar preparada. En especial, para cuando emprendamos nuestro viaje de cinco horas. No digas que no te lo advertí: tendrás que obedecernos una vez que lleguemos a nuestro destino".
Se me tensó el estómago y me reí con sorpresa. "¿Ah, sí?".
"Así es", continuó hablándome con su característico tono áspero y sensual, bajando la voz hasta convertirla en un susurro gruñón cada vez que alguien se acercaba.
Me removí de manera inconsciente en mi asiento mientras él describía cómo podrían colocar mis piernas, sujetar mis brazos y hasta la forma en la que se verían mis s*nos cuando me ataran las muñecas a la espalda.
Sentí como si sus palabras fueran aros que se enrollaban alrededor de mis muslos y brazos, inmovilizándome en la silla y tocándome por debajo de mi ropa.
El calor floreció en mi interior a causa de ese hombre tan salvaje que estaba muy consciente del poder que emanaba, y yo también lo reconocía.
Él agregó: "No te diré otras cosas que podríamos hacer, ya que hay ciertas actividades que se darán solas cuando estés ahí. Son cosas que pueden sonar desagradables, pero que son bastante gratas de realizar. ¿Eso no fue lo que sucedió contigo?".
"Supongo".
"¿Supones?", inquirió Thuner.
Tres hombres entraron al comedor del soleado porche y se sentaron a dos mesas de distancia, por lo que él volvió a colocarse las gafas de espejo para ocultar el hecho de que los vigilaba.
"Sé que te gusta que te digan las cosas con antelación, pero hay ciertos aspectos que se dan mejor sin previo aviso", complementó.
Tragué saliva, y él retomó el tema de mi cabello, diciendo que acabaría siendo un desastre. Particularmente, no me agradaba mucho la idea de estropear mi peinado después de que la estilista se esforzara tanto en que se viera espectacular. Sin embargo, estaba segura de que la experiencia valdría la pena.
De vuelta en la tienda exclusiva de accesorios de baño y ropa de cama, pagamos cientos de dólares por adelantado. Fingí estar emocionada con mi nuevo edredón: "¿Hay alguna manera de enviar una nota junto a mi pedido?", pregunté. "Estará hecho a la medida, ¿no?". Ya había analizado el asunto con los chicos, les aseguré que mi hermana Valeria, quien se encargaba de los pedidos, era una mujer inteligente y astuta de veintitrés años que entendería el mensaje y no lo llevaría a la policía. E incluso si lo hiciera, ya habríamos salido de la tienda desde hacía muchísimo tiempo.
"No aceptan solicitudes adicionales", informó la muchacha.
"Solo quiero transmitirle algo divertido a los fabricadores del edredón". Sabía que había un apartado en donde se podía escribir una nota; después de todo, yo fui quien creó la página web. "¿No se puede enviar un mensaje? Suelo comprar muchas cosas exquisitas directamente de los artesanos, y siento que si saben que eres humano y aprecias su trabajo, ellos estarán dispuestos a esforzarse más. A fin de cuentas, vale un total de veintidós mil dólares…".
Ella levantó una mano. "Por supuesto, no hay ningún problema con incluir un mensaje en el pedido. ¿Qué es lo que le gustaría agregar?". Cerró de golpe la caja de dinero.