Capítulo 15
1162palabras
2023-12-28 09:40
Thuner suspiró, mientras que Wuotan volvió a hacer otra llamada.
"¡Contesta, m*ldita sea!", le gritó al teléfono.
"Ustedes no pueden volver a entrar para buscarlo, ya que estarán en peligro, pero ¿qué pasa si yo lo hago?", pregunté. "Solo tenemos que advertirle a Júpiter, ¿cierto?".

Thuner negó con la cabeza.
"Dijeron que ellos no me reconocen. Los están esperando a ustedes, no a mí. Todo lo que saben es que soy una huésped del hotel, ¿por qué no puedo aparecerme en el gimnasio?".
"¿Cómo lo harás? De cualquier modo, no será buena idea", manifestó Thuner.
"No lo sé, ahora mismo no tengo un plan".
Wuotan sacó su celular y lo miró fijamente. "Si no nos hubiéramos separado, estaríamos en la autopista".
"Lo más seguro es que ya hayan llegado a la habitación, ¿no?", inquirí. "Quieren acabar con ustedes, así que tarde o temprano empezarán a buscar por todo el hotel". Y, al parecer, tampoco les importaba matar rehenes. Bah, no me agradaban para nada esos tipos.

"Aún no han llegado a la habitación", Wuotan dijo en un tono misterioso. Solo Dios sabía cómo estaba tan seguro. Era como si fueran sabios… tanto en cosas sucias como en otros aspectos.
Me levanté y corrí hacia el otro extremo del tejado, tal y como lo había hecho Wuotan. Se podían ver los balcones de abajo; el del último piso superior tendría unos tres metros de distancia, y mucho más allá se encontraba la piscina. Se veían personas diminutas, nadando y bebiendo bajo las luces, ajenas al caos que se desarrollaba allí arriba. Deseaba hacer algo para ayudar a mis chicos. Sí, los consideraba míos.
Thuner me alcanzó y preguntó: "¿Qué c*rajos haces?".
"Pueden bajarme hasta ese balcón, ¿verdad? Según lo que he visto en la televisión, la gente no suele cerrar sus balcones. Podría entrar por ahí y bajar por el ascensor. Dijeron que nadie sabía quién era, así que esto será pan comido para mí".

"¿Qué pasa si hay alguien en la habitación?", preguntó Wuotan, mirándome a los ojos.
"En ese caso, pasaré al siguiente balcón".
"Es una distancia muy grande como para ir de balcón en balcón", objetó Thuner.
"¿Acaso estás siendo sexista? ¿Crees que no puedo hacerlo solo porque soy una chica? He escalado rocas, he hecho puenting y salto de esquí. Sé que voy a lograrlo. Si ustedes no pueden caminar libremente por el hotel, yo sí. ¡No me tomen por tonta! ¡Después de todo, soy Aset!".
Wuotan frunció el ceño.
"Aun así, es muy arriesgado", insistió Thuner.
"Seré la mensajera, pero no lo haré gratis, claro está. Quiero que me den algo a cambio, tendrán que recompensarme".
Eso les interesó. Me había dado cuenta de que eran más propensos a aceptarme cuando les exigía algo a cambio, ya que los estaba encerrando en un trato. Era un grupo que operaba de una manera extraña, mediante negociaciones consensuadas.
"¿Qué es lo que quieres a cambio?", inquirió Wuotan.
"Les costará veinte mil dólares".
"Lo tenemos". Wuotan intercambió miradas con Thuner, parecía que se habían comunicado telepáticamente. "Él se volverá loco, pero no importa", dijo Wuotan, y Thuner se quedó callado.
Se refería a Júpiter.
Thuner cerró los ojos. Entonces, ¿eso significaba que Júpiter se enojaría si yo participara en sus crímenes? ¡Pero era pan comido para mí! Aquello no se comparaba con el salto de esquí.
Puse la mano en el borde. El alquitrán negro todavía estaba caliente por el sol del día. "¿Quién tiene las llaves de la furgoneta? ¿Cómo se subirán?".
"Solo envíale el mensaje, nosotros nos encargaremos de la camioneta". Wuotan me entregó un celular. "Pulsa asterisco dos para marcar a Thuner. Si encuentras a Júpiter y ves que está en peligro, camina hasta la piscina, abre la puerta y llámanos para informarnos del problema".
Thuner bufó y dejó escapar un suspiro.
"Ella se ofreció de manera voluntaria", argumentó Wuotan. "Ya es una adulta. Además, no será una labor difícil cuando se trata de alguien que no le teme a las alturas. Aset, solo tienes que ir al gimnasio y avisarle a Júpiter", me indicó en dónde quedaba el salón a la par que sacaba un cable enrollado de su mochila. Enganchó un extremo a un objeto y me entregó un par de guantes.
Thuner le lanzó una mirada.
"Le prestaremos tus guantes", informó Wuotan antes de voltearse hacia mí. "Mejor baja dos pisos, no te quedes en el primero. ¿Crees que puedas hacerlo?".
"Por supuesto".
"¿Estás segura?", Thuner preguntó con preocupación.
"A decir verdad, estoy más emocionada que nada". De hecho, lo estaba disfrutando como si estuviera a punto de lanzarme de lo más alto de un salto de esquí. Enseguida, me puse los guantes y me aseguré de que mis calzados estuvieran debidamente amarradas a mis muñecas. "¿Debería tomar el ascensor una vez que logre entrar?".
"Sí, sería lo más idóneo", replicó Wuotan. "Actúa con naturalidad. Si no lo encuentras, haz como si nos hubiéramos ido y procura cuidarte tanto como puedas".
Me agarré del cable y salté por la borda. Los guantes me brindaron una tracción más fluida. Esperaba que mis chicos estuvieran bien con tan solo tener un guante cada uno. Fui descendiendo poco a poco, pasando por el primer balcón y llegando al siguiente. Bajé una pierna y luego, la otra. No tardé en quedar en el balcón, me sentía como toda una chica Bond. Me acerqué con sigilo, deslicé un poco la puerta y comprobé que estaba abierta. La habitación estaba oscura, lo cual significaba que no había nadie o que los huéspedes estaban durmiendo. De ser cierta la segunda suposición, rezaba por que no se despertaran. Jalé el cable para hacerles saber que ya había aterrizado, respiré hondo y entré con mucha precaución.
La suerte me acompañó, o quizá solo se debía a la baja tasa de huéspedes en aquel hotel. La habitación estaba vacía, así que entré por la puerta y me puse los tacones. Cuando salí al pasillo, le sonreí a una familia que pasó a mi lado.
Si bien sabía que estaba despeinada, supuse que mi porte y seguridad revirtieron el efecto… hasta que entré al ascensor y me vi en el espejo. Mi ropa se había ensuciado por estar en el tejado. Lucía como una luchadora de barro con mucho estilo.
Apreté el botón «LL» y me limpié y arreglé todo lo que pude mientras examinaba el mapa que mostraba cómo llegar al gimnasio. El elevador tardó toda una eternidad en bajar, pero, cuando llegué, salí a toda prisa, pasé por delante de la piscina, recorrí un pequeño pasillo y entré al gimnasio.
Me quedé helada cuando vi tres cuerpos desplomados en un rincón. Y, de pronto, alguien me agarró por detrás y me tapó la boca.
"Ssh, soy yo", era la voz de Júpiter.
Una vez que me soltó, me giré hacia él y le entregué el teléfono. "Wuotan y Thuner están en el tejado. Marca asterisco dos para llamar a Thuner".
"¿Qué haces aquí?", preguntó.