Capítulo 8
1743palabras
2023-12-26 14:39
"Vi un letrero que indicaba que había una estación de servicio cerca. Por ahora, esta zona me parece un buen lugar, ¿alguien ha visto algo sospechoso?", preguntó Júpiter.
"Ven acá", Thuner me acercó a él y señaló al cielo. "Mientras yo me dedico a buscar cámaras, revisa lo que hay encima de los postes y en los cables. Descríbenos lo que vayas viendo", me instruyó.
Me acurruqué de nuevo contra él. Ahora que me había convertido en la novia de los tres, podía hacer eso con total libertad. Después de todo, éramos la manada de los dioses. Me resultaba extraño que siguieran utilizando sus apodos, ¿acaso se llamaban así las veinticuatro horas del día y los siete días de la semana?

Fui detallando lo que vi. Me sorprendí al darme cuenta de lo poco que le había prestado atención a los postes, los cables, los aparatos y las cosas que parecían barriles en mis veinticinco años de vida. Thuner me explicó los nombres y las funciones de cada cosa y me indicó a qué debía prestar más atención. Por mi parte, hice todo lo posible por no retorcerme de emoción cuando sus manos se posaron de manera posesiva sobre mí. Sin embargo, sabía que no íbamos a tener s*xo dentro de la camioneta. ¿Era esa una de las reglas? Necesitaba un manual.
En mi primer día trabajando como cajera de banco me entregaron un manual encuadernado en espiral con todas las reglas y políticas de la empresa. Al pensar en ello, recordé la sección donde indicaban qué hacer en caso de algún robo. Se suponía que debíamos activar la alarma silenciosa y hacer lo que dijeran los ladrones, no obstante, estaba segura de que nadie se imaginó una escena de m*sturbación como la que acabábamos de tener.
"Es importante que sepas dónde están los ojos y los oídos adondequiera que vayas. Los postes de teléfonos son lo peor, es algo de lo que deberás tener mucho cuidado", comentó.
Júpiter gruñó. Parecía ser alguna clase de advertencia.
Wuotan había dicho durante nuestra charla que las mujeres debían seguir sus reglas. Si así era como funcionaba la manada de los dioses, ¿quería decir que otra chica había estado en la pandilla antes que yo? De ser así, ¿qué le había pasado?
Los tres hablaron sobre los alrededores y varias características tecnológicas y geográficas que habían visto. Wuotan estaba leyendo cosas en una especie de mapa bastante inusual en su celular. ¿Se trataba de un mapa de postes telefónicos y cámaras?

Después de que decidieron buscar una estación de servicio, parecía que los tres pasaron de ser unos depravados s*xuales a unos generales de cinco estrellas que planeaban una gran invasión. No solo eso, sino que también se empezaron a poner la ropa de empresario que portaban en un inicio.
Thuner me entregó mi chaqueta. "Siempre es bueno tener un par de ojos adicionales. Uno de nuestros trabajos es mantenernos en alerta siempre".
De nuevo tuve esa sensación de ser un fantasma: una chica cuyo trabajo había sido observar las cosas.
De pronto, me acordé de cómo se quedaron pasmados cuando les pedí que me llamaran por el nombre de una diosa. Me preguntaba si la otra chica también tenía un apodo similar.

"¿Qué son esas cosas verdes que se ven como cascabeles?", pregunté, señalando una línea tendida entre los postes telefónicos.
"Esos son espaciadores de cerámica. Tendremos que darte un tutorial completo sobre esto", comentó Thuner. "Tal vez sea el único tutorial decente que recibirás por nuestra parte".
Se me volvió a erizar la piel.
Al parecer, se sintieron cómodos con esa zona. Después de avanzar unos cuantos kilómetros, Júpiter se detuvo en una estación de servicio en ruinas cuyas paredes de concreto tenían franjas marrones verticales en la parte superior, mostrando el camino de las goteras desde el techo de metal. Los vehículos chatarra se agolpaban en los extremos del estacionamiento y una solitaria bomba resaltaba más adelante.
En el interior, detrás de un mostrador, había un chico rodeado de muestras de cigarrillos. Júpiter le dio dos billetes de veinte y dijo: "Te daremos cuarenta por la gasolina y por las llaves de ambos baños".
Wuotan se llevó las llaves e instó: "Listo, vámonos".
Lo seguí y caminamos por la estación de servicio.
"Siempre hay muchísima vigilancia en las gasolineras modernas. ¡Son como los p*tos aeropuertos! Por eso las odiamos", explicó.
Entré al baño y las palabras de Wuotan resonaron en mi mente, no dejaba de pensar en su acento ni de preguntarme de dónde era. Tenía demasiada curiosidad por saber más.
El baño no estaba tan mal. Oriné, me limpié y por fin me armé de valor para mirarme bien el cabello a través del espejo. Si bien lucía bastante disparejo, se veía mejor cuando me lo metía detrás de las orejas. Aun así, hacía falta hacerle uno que otro arreglo. Pensé que podría emparejarlo y teñirlo de rosa. A Aset le gustaría tener el pelo rosado.
Cuando salí, encontré la camioneta al otro extremo de la estación, justo al lado de la bomba de aire. En las puertas ya no decía «Restaurante Frescomu», sino «Servicios de Tecnología Marcomm» en letras gruesas y cursivas con dos líneas subrayadas de color azul. Wuotan merodeaba en la parte trasera de la camioneta, cubriendo parcialmente a Thuner, quien cambiaba la matrícula. Eran mis bandidos, mi grupo de chicos malotes.
No tardamos mucho en volver a la carretera y todos nos volvimos a sentar en nuestros puestos originales: Júpiter conducía, y yo estaba atrás con Thuner. Sentí como si estuviera soñando, pues me iba alejando cada vez más de mi realidad y de mis problemas. Me encantaba la sensación.
De pronto, Wuotan nos arrojó una pequeña bolsa de Doritos a cada uno.
"¡Es de ranch!", exclamé, salivando por el hambre. "Gracias".
"No podremos parar hasta llegar a Chicago, pero, no te preocupes, nos quedaremos en un lugar agradable", manifestó Thuner con una tenue sonrisa.
"¿Ustedes son de ahí?".
De repente, Júpiter declaró en un tono estricto: "Una de las reglas más básicas es que nunca nos preguntes de dónde somos o cómo llegamos a esto. Asimismo, tampoco te vamos a decir nuestros nombres reales. No intentes obtener esa clase de información, ¿entendido?".
"Ah, de acuerdo", respondí.
"Ya te dimos nuestro voto de confianza", continuó. "Como ya te habrás imaginado: no es algo que solemos hacer. No vamos por ahí acogiendo a cualquier desconocido que vemos. Sin embargo, estabas dispuesta a ayudarnos y lo hiciste muy bien, cosa que fue muy significativo para nosotros. Cumpliremos con parte de nuestro acuerdo: atracaremos a otro de los bancos de tu jefe, pero, inmediatamente después de eso, te enviaremos a casa con una historia convincente que no quiero pensar en este momento. Luego, idearemos una forma para enviarte la parte que te corresponda del dinero. Si llegas a desviar la historia que nos inventaremos para ti o si no sigues nuestras instrucciones al pie de la letra, te perseguiremos y te mataremos".
Quitarme la vida parecía demasiado duro, pero se trataba de Júpiter. No era un hombre que hiciera amenazas vacías y quizá tampoco era una persona que tuviera s*xo vacío.
"¿Y cuánto falta para nuestro atraco?".
"¿Atraco?", Wuotan bufó.
"Se dará cuando tenga que suceder", espetó Júpiter. "Tienes que aprender a no pensar en el futuro, así es como debe ser la vida".
Sonaba como si fuera un sabio que tenía mucha experiencia. "¿Me van a expulsar luego de eso?".
Júpiter solo se enfocó en el camino y no se dignó a responder.
"Eso será lo mejor para todos", explicó Thuner. "Cuanto más tiempo estés con nosotros, menos serán las posibilidades de que no sepas nada de nosotros. Además, ya has visto nuestras caras".
"Tienen razón", repliqué, sintiéndome molesta ante la idea de que me separara de ellos. ¡Justo acababa de convertirme en Aset! A pesar de que me preocupaban mis hermanas, necesitaba un respiro de la granja. "Es solo que… Mientras yo esté desaparecida, Frank no podrá quitarme la granja".
"¿Y no te importa la gente que pueda estar preocupada por ti?", Júpiter me miró fijamente a través del espejo retrovisor, como si su disconformidad hacia mí hubiese aumentado.
"Por supuesto que me importa", declaré.
"El peligro, el desequilibrio y los placeres indecorosos solo serán divertidos por un tiempo", gruñó Júpiter. "Sin embargo, en algún momento caerás tan bajo que sentirás nostalgia. Cuando eso suceda, será demasiado tarde para que regreses, ¿lo entiendes?".
"Sí", respondí sin más.
"Te estamos haciendo un favor al dejarte", añadió. "Mientras tanto, ni se te ocurra mandar mensajes a tus allegados. Tendrás que acoplarte a lo que te digamos para que podamos tomar las decisiones correctas. Ahora mismo me tienes que asegurar que entiendes todo lo que te estamos diciendo".
"De acuerdo, lo entiendo".
"¿Crees que podrás romper con todas las reglas que se te impongan? ¿Piensas que esta semana va a ser de pura libertad y de aventuras? ¡No, te equivocas!", fue agregando con severidad. "Solo has cambiado tus normas habituales por otras y has renunciado a tu libertad por el bien del grupo. Todos lo hemos hecho y es así como nos mantenemos fuertes. Nuestro poder va más allá de lo que puedas imaginar, así que más te vale que no pienses en desafiarlo".
Todos los chicos asintieron, como si realmente hablaran en serio.
"Está bien", mi voz me resultó acongojada y el silencio que le siguió fue casi atronador.
«Son más que pandilleros y ladrones de banco», pensé. Eran tres hombres que vivían juntos… Este grupo debería formar una familia… Ups, era un mal momento para pensar en el intro de Brady Bunch.
Además, ¿quién dijo que algún día me dejará de parecer divertido el peligro, el desequilibrio y los placeres indecorosos? ¿Quiénes eran exactamente esos hombres?
"Esto es lo que deberías tener en mente: comenzamos nuestra vida criminal hace cinco horas cuando atracamos tu banco. No tenemos pasado ni futuro, ¿de acuerdo?", Thuner complementó. Sus pómulos se veían un tanto rosados, posiblemente por el sol, y tenía el pelo rubio. En ese momento, lucía más como un jugador de tenis que de fútbol.
"Somos como una mente criminal colectiva", dijo Wuotan mientras me miraba.
"¿Como los Borg?".
Thuner me lanzó una mirada ardiente. "Más bien, somos como uno para todos y todos para uno".
Mi respiración se agitó. "Nunca antes había pensado en ello como algo sucio".
Él se recostó. "Pues, este es el momento perfecto para empezar a hacerlo".