Capítulo 7
2257palabras
2023-12-26 14:37
"Voy a tener que pedirte que hagas algo por mí", Thuner susurró en mi oído. "Bueno, más bien, tendrás que hacer algo por nosotros".
Ya habíamos salido de la autopista e íbamos hacia el sur por una avenida de dos carriles. Sentí que me derretía mientras estaba sobre el regazo de Thuner y, a decir verdad, me encontraba asustada.
Dejé caer las manos para tocar los costados de sus muslos, disfrutando de lo rígidos que estaban sus músculos.

Recordé cómo había saltado por encima del mostrador del cajero.
¿Qué me iba a pedir? Esperaba que no fuera para ch*parles los p*nes a cada uno. Ni siquiera a Aset le gustaría eso; al menos, no en una situación que no involucrase un provocador juego de rol.
Wuotan estaba mirando hacia el frente y me pareció ver que había ajustado el espejo.
Thuner pasó las manos por mi cintura hasta llegar a mis piernas desnudas y luego invirtió el sentido. Se deslizó hacia arriba y arrastró los dedos lentamente a lo largo de mis muslos, levantándome la falda en el proceso.
Lo hacía tan despacio que mi piel comenzó a calentarse y escalofríos me recorrieron el cuerpo.
Su duro mi*mbro presionó contra mi trasero, cosa que me hizo arder la entr*pierna.

Había pasado demasiado tiempo desde la última vez que tuve relaciones s*xuales. Me imaginé quitándome las bragas, volteándome y presionándome contra él mientras los otros chicos me veían. Jamás había hecho algo así en mi vida o, al menos, no que me vieran hacerlo.
Aset estaba muy sumergida en ello.
Poco a poco, continuó subiendo. ¡Uuf, me moría de ganas por que me tocara!
"Por favor, hazlo", suspiré. «Y date prisa», añadí en mis pensamientos.

"Tienes que aprender a tener paciencia, Aset", susurró, ascendiendo por mi piel con sus ásperas manos y su tortuosa lentitud. Al final, terminó enrollando la falda alrededor de mi cintura como si fuera una especie de correa de tela. Fue un poco degradante, pero, al mismo tiempo, fue algo que me encantó. Enganchó sus pulgares por debajo del elástico de mis bragas y ordenó: "Quítatelas".
"¿Aquí mismo?", inquirí.
"Sí, quítatelas".
Tragué fuerte. Me gustó mucho su forma de darme órdenes. Obligando a que «Mérope» no pensara demasiado en ello, me quité las bragas hasta los tobillos, en donde se engancharon en mis tacones.
"Necesitamos ayuda", demandó Thuner, envolviendo sus brazos alrededor de mi pecho y acercándome a él.
Wuotan se giró en su asiento y se estiró hacia atrás, tomando uno de mis tobillos y comenzando a sacar mis bragas de mis zapatos a la par que me miraba a los ojos. Mientras tanto, Thuner jugó con mis p*zones, tirando de ellos ligeramente hacia afuera.
Que me tocaran dos hombres a la vez estaba más allá de lo que jamás hubiera imaginado. ¿Júpiter estaba mirando? Era difícil saberlo, pero de solo pensar en aquella posibilidad hacía que mi circuito se sobrecargara de l*juria.
Todo mi cuerpo temblaba de exc*tación, era como si cada uno de mis nervios estaban a su disposición, anhelando que ellos me tocaran.
Wuotan por fin logró quitarme la ropa interior. No pude ver cómo lo hizo, ya que fui incapaz de enfocarme en otra cosa que no fuera su mirada. Sin embargo, sentí tirones y me pareció escuchar que había desgarrado la tela. Claramente, a Wuotan no le importaban las bragas en ese momento, y a mí tampoco.
Luego, se enderezó y volvió a mirar hacia la vía, a menos que pudiera verme a través del espejo retrovisor.
"Adelante", susurró Thuner. "Sabes lo que quieres hacer".
"Quiero hacer muchas cosas", susurré con la voz ronca.
"Entonces, te daré una pista". Agarró mis muslos y los acomodó de tal manera que quedaron colgados sobre la parte exterior de sus piernas. Aunque sus movimientos eran fuertes y seguros, también resultaban sutiles de algún modo. Al final, abrió las piernas, provocando que las mías se separaran muchísimo más.
Respiré hondo cuando el aire fresco rozó mi s*xo desnudo, y mi v*gina se contrajo y palpitó. Me sentí demasiado expuesta ante los chicos de los asientos delanteros.
Luego, me besó la oreja y volvió a colocar las manos sobre mis p*chos. "Muéstranos cómo lo haces".
Sentí vergüenza por la idea de m*sturbarme enfrente de los tres chicos, aunque no podía negar que también me sentía sumamente ansiosa.
Suspiré y llevé una de las manos hasta mi entr*pierna, tocando a tientas como si se tratara de otra persona o como si tuviera que pedir permiso.
Deslicé un dedo de manera tímida a lo largo de mi clít*ris palpitante, y el impacto del contacto me hizo j*dear.
Thuner exhaló bruscamente en mi oreja, provocando que sintiera un cosquilleo agudo. "Así es, vas muy bien", susurró. Él también lo había disfrutado.
Metió sus manos por debajo de mi camiseta y agarró mis p*chos, frotando sus pulgares sobre mis p*zones sensibilizados y enviando chispas de pl*cer por todo mi cuerpo.
"Hazlo de nuevo".
Una vez más, pasé un dedo sobre mi sedosa v*lva, y ambos resoplamos con intensidad. De algún modo, el hecho de que me tuviera tan expuesta, tan visible ante ellos y con mis piernas separadas por las suyas, se sentía más íntimo que el c*ito.
No era necesario mencionarlo, pues era obvio que estaba extremadamente m*jada. Ellos también lo verían. Cerré los ojos, concentrándome en la sensación: las manos de Thuner seguían en mis p*chos y las mías, en los pliegues de mi s*xo. Cada uno de mis movimientos estaban expuestos a aquellos pandilleros que acababa de conocer.
Contuve un g*mido y tomé un poco de ritmo, acariciándome mientras Thuner jugaba con mis p*zones; a veces los hacía rodar entre sus dedos como si fueran cuentas pequeñas y otras veces tiraba de ellos. Cada cosa nueva que hacía me enviaba un claro placer.
Cerré los ojos con deleite cuando me vino a la mente una escena aleatoria de uno de los videos p*rno de dibujos animados que vi: una chica elfa estaba atada en el bosque mientras unos rufianes de estilo Robin Hood la vi*laban. Uno acaricia sus p*chos, el otro lamía su v*gina y otros solo observaban. Era como si eso en verdad me estuviera sucediendo. ¡Lo más seguro era que tendría un org*smo enfrente de ellos!
No obstante, tan pronto como lo pensé, la intensidad del placer disminuyó un poco. ¿Qué pasaría si no fuera capaz de c*rrerme? ¿Se aburrirían de mí? Mis org*smos solían ser tenues y fáciles de ahuyentar, por lo que abrí los ojos, bastante consciente de lo que sucedía, y confesé entre susurros: "Creo que el miedo escénico me está afectando".
Wuotan se volteó con un brillo oscuro en los ojos. "Al parecer, tendré que hacer todo lo posible por ayudarte". Se quitó los anteojos y dobló uno a uno sus dedos hacia atrás, como si los estuviera calentando o algo así.
Me quedé estupefacta. ¿Qué iba a hacer? ¿Por qué se quitó las gafas y estiró los dedos?
"No pares", indicó con una sonrisa malvada. "Si no sigues t*cándote, te vamos a…".
"¿Qué me van a hacer?".
"¿Tan rápido y ya nos vas a desobedecer?", preguntó.
"No", empecé de nuevo.
"¿No qué?".
"No… Wuotan", repliqué.
"Eso es, buena chica", dijo.
Quería que me diera más órdenes y que me dijera más cosas similares. A juzgar por la forma en la que me miró, supe que él lo sabía.
Cuando bajó la vista, podría jugar que sentí el peso de su mirada sobre mi v*gina. Con mi dedo, empecé a acariciarme los pliegues en un vaivén, sintiéndome completamente desnuda frente a él. Las mariposas en mi abdomen bajo se estaban volviendo locas.
El pesado aliento de Thuner calentó mi oreja y mis sensibles p*zones se endurecieron gracias a sus hábiles toques.
A la par que todo aquello ocurría, Júpiter condujo con serenidad, estando tan silencioso como una montaña.
Continué frotando mi dedo sobre mi v*lva. Mi mente se nubló y ya había perdido el control de mi cuerpo. Esos tipos me estaban llevando a un fabuloso reino prohibido, y yo no tenía ninguna intención de escapar.
Una vez más, Wuotan esbozó una sonrisa malvada… Aunque no supe si me la dedicó a mí o a Thuner.
Por su parte, Thuner me deslizó sobre su regazo y sentí su mano en la parte baja de mi espalda; la metió por debajo de mi falda arrugada y apretó mi n*lga con fuerza antes de acercarse a mi v*gina.
J*deé, lo deseaba y lo necesitaba dentro de mí, ya sea su dedo o su p*ne. Quería tener s*xo y que me f*llaran. Entonces, el miedo y el deseo se agolparon en mi interior como un espiral.
Wuotan me quitó uno de mis tacones y acercó mi pie a su boca, obligándome a levantar la pierna y doblar la rodilla, dándole a Thuner un mejor acceso. El aliento de Wuotan se sentía cálido y un poco cosquilleante.
J*deé al percibir un dedo resbaladizo tocar la entrada de mi c*lo, y justo en ese preciso instante, Wuotan me mordió la punta de mi meñique. Lo hizo sin más.
Grité a la par que me precipitaba al borde del clímax. "¡Ah, dios mío!", g*mí, sumergiéndome en el ardor de la mordida de Wuotan, los dedos de Thuner y los míos, así como la explosión de un org*smo. ¡Mi*rda!, resoplé a la vez que temblaba desde los párpados hasta los dedos de los pies a causa de las oleadas de pl*cer.
"Móntalo, preciosa", suspiró Thuner, desacelerando el movimiento en mi pezón y acariciando mi tr*sero. Ya no tenía control ni de mi mente ni de mis sentidos, estaban completamente destrozados.
"Vamos, móntalo", repitió, redujo la velocidad de sus movimientos y me abrazó con fuerza.
Le hice caso, comencé a mover las caderas en un vaivén para que su dedo entrara y saliera de mí. Cuando todo terminó, j*deé y me dejé caer en su regazo como una muñeca de trapo.
"Dios mío, eso fue increíble", dije.
"Y ahora, ya lo sabemos", declaró Wuotan.
"¿Saber qué?", inquirí con la respiración agitada mientras Thuner me acariciaba el vientre.
Wuotan volvió a ponerse las gafas. "Ahora sabemos ciertas cosas, Aset".
"¿Cómo qué?".
Con una última sonrisa diabólica, Wuotan se giró para sentarse correctamente en su asiento. "Que esto va a funcionar". Desvió su mirada hacia Júpiter, quien seguía conduciendo en un profundo silencio. Parecía que se pasaban mensajes secretos sin necesidad de decir nada.
¿A qué se refería? Aparte, todavía pensaba en cómo flexionó la mano, ya que no era necesario hacer eso para morderle los dedos a una chica. ¿Acaso tenía más cosas en mente? Era muy probable, ya que Wuotan parecía el c*brón del grupo.
"Gracias, eso estuvo estupendo", susurró Thuner.
"Em… Sí, de nada", dije en un tono vacilante, pues parecía que era yo quien debía agradecerles.
Me preguntaba qué iba a pasar a partir de ese momento.
Me arreglé la falda, sintiéndome rara por haberme masturbado delante de todos.
"¿Y qué hay de ti?".
"Debo admitir que tengo tantas ganas de f*llarte que no puedo pensar con claridad", confesó Thuner con un suspiro.
"Pero estamos en la furgoneta", Wuotan se giró una vez más. "No pensaste que íbamos a hacer que nos la ch*paras a los tres dentro de la camioneta, ¿o sí?". Me devolvió las bragas y el sujetador con una expresión divertida. "No le pediríamos eso a alguien que acabamos de conocer. Sería grosero, ¿no crees?".
Abrí los ojos como platos, ya que adivinó lo que había pensado, o quizá solo estaba bromeando.
"Cállate", me volví a poner mi ropa interior. Cuando intenté colocarme el sostén por debajo de mi camiseta, no fue tarea fácil.
"En realidad, nuestras necesidades son tan complejas que no nos satisfarías con solo m*sturbarnos", agregó Wuotan, ajustándose sus anteojos de intelectual.
Thuner me acarició el cabello y dijo: "Podemos esperar e ir despacio. No queremos asustarte ni abusar de tu generosidad".
"Nah, más bien, es precisamente eso lo que queremos: abusar de su generosidad. ¿Para qué negarlo? Eso es lo que ella desea también. Así es como funciona la manada de los dioses".
¿La manada de los dioses?
Thuner me rodeó los hombros con el brazo y miró a Wuotan. "Él solo bromea".
"No te preocupes, te va a encantar la forma en la que nos aprovecharemos de ti", complementó Wuotan.
Entonces, vi los ojos de Júpiter a través del espejo retrovisor, y este no tardó en decir: "En el lapso de una semana, nadie hará nada que no quiera. Luego, aprovecharás que no te has involucrado tanto con nosotros para regresar a casa, ¿entendido?".
Nadie dijo nada más. En silencio, atravesamos un campo de maíz a toda velocidad. Era un agosto húmedo y caluroso, así que los cultivos se veían altos y espesos, como pequeños muros verdes que se desdibujaban. A juzgar por el ángulo del sol, era la hora de la cena.
El deseo s*xual seguía latente en el interior de la camioneta y pensé en lo frustrados que debían estar los chicos. Mi cuerpo todavía vibraba de las secuelas del pl*cer y no podía dejar de recordar una y otra vez el momento en el que Thuner me acarició de forma lasciva y Wuotan me mordió el dedo del pie. ¡Era lo más c*chondo que jamás había experimentado!
Júpiter dijo que nos detendríamos en un lugar para pasar la noche, pero ¿en dónde?
Y la pregunta más importante era: ¿qué pasaría más adelante? De algún modo, algo me decía que todo el viaje por la carretera fue solo el inicio de un juego previo.