Capítulo 5
2248palabras
2023-12-26 14:29
"Somos ladrones de bancos, no esteticistas".
Thuner agarró el cuchillo y propuso: "Te voy a ayudar, la hoja está muy afilada".
Solté mi larga cabellera del moño y sacudí la cabeza. "No puedo creer lo que estamos a punto de hacer. Quiero que recuerden lo largo y maravilloso que era mi cabello y lo lejos que estoy yendo por ustedes. Más les vale que cumplan su palabra". Respiré hondo, recogí mi pelo en una cola de caballo en la parte posterior de mi cabeza y le indiqué a Thuner dónde cortarlo. Me encogí al sentir cómo el peso de mi cabello desaparecía cuando el cuchillo lo cortaba. Tras terminar, él metió el pelo en el bolsillo de la puerta, y yo me despedí de mi cabellera en silencio.

"Miren hacia otro lado", les indiqué a la vez que me quitaba mi falda lápiz de color negro, dejándome mi ropa interior de encaje. Cuando alcé la vista, Thuner y Wuotan me miraban con deseo, provocando que el calor se extendiera por todo mi interior. Llamar la atención de unos chicos tan irresistiblemente guapos era una experiencia fuera de lo común.
"Tal vez el dios Júpiter es el único que sabe lo que significa mirar hacia otro lado".
Thuner sonrió con picardía. "Preciosa, somos ladrones de bancos y hacemos nuestras propias reglas".
Coloqué un trozo de caja aplanado sobre mi regazo y coloqué mi falda sobre este, pasando el cuchillo a lo largo de la tela para crear una minifalda improvisada. Traté de no sonreír como una desquiciada. Supongo que Júpiter tenía razón: consideraba que aquello era un juego, y no cualquiera, ¡sino el más divertido de todos!
"Thuner, mira si puedes encontrar pantalones de cocinero o algo similar", dijo Júpiter.
Thuner se giró para rebuscar en la parte trasera de la camioneta. Era muy arriesgado seguir las reglas de otras personas y más cuando se trataba de unos rufianes como ellos. Aun así, mi instinto me decía que cumplirían su palabra. Quizá se debía a su profesionalismo, a su sentido de justicia o al hecho de que consideraban la opinión de todos sus integrantes.

Levanté la prenda. Pese a que el dobladillo estaba desgarrado en ciertas partes, igual servía como minifalda, por lo que me la volví a poner. "Ahora soy la única que se ve decente para el concurso de tractores".
Júpiter se giró en su asiento para mirarme. En sus manos sostenía una pequeña caja de metal. "Muestra los dientes", ordenó.
Le enseñé los dientes y él abrió la caja, sacó un objeto marrón del tamaño de una uña y lo levantó. "Quédate quieta". Luego, sacó algo más y los presionó contra uno de mis dientes frontales.
"Sonríe".

Le hice caso, y Wuotan se rio. Cuando me miré en el espejo, me di cuenta de que esa cosita hacía que pareciera que uno de mis dientes estaba podrido.
"¡¿Qué clase de broma es esta?!", me quejé, aunque debía admitir que fue una estrategia muy inteligente. La foto de mi licencia de conducir y la de mi carnet de trabajo mostraban a una chica con una dentadura completamente blanca.
Júpiter me dio unas gafas de espejo. "Póntelas en la cabeza. Lo mejor será que te mezcles con la multitud. Sal de la furgoneta, estira las piernas y examina a tu alrededor para determinar cuál es la situación afuera".
Me puse los lentes de sol encima de la cabeza y me coloqué el pelo, ahora corto, detrás de las orejas antes de salir al brillante sol. La puerta se cerró detrás de mí, me quedé fuera de la furgoneta, percibiendo el calor del pavimento que hacía arder mis piernas desnudas. Nos hallábamos en el carril derecho, detrás de un auto gris. Al frente de este, había más vehículos. En el puente se encontraba un total de cuatro carriles alineados, dos hacia el norte y dos hacia el sur. Ninguno fluía.
Pasé por la parte delantera de la camioneta y en el carril de la izquierda vi a otro grupo que se dirigía al concurso de tractores, se trataba de unos adolescentes que se encontraban en la parte trasera de un camión, bebiendo refrescos y arrojándose cheetos de un naranja fosforescente.
Algunas personas miraron en mi dirección, y estaba bastante segura de que era por mi atuendo. Me veía sexy, con un top semitransparente de tirantes finos que hacían sobresalir mis pez*nes, con mi minifalda andrajosa de estilo mujer de las cavernas y mis tacones altos.
Era como si un yo diferente hubiera salido de la camioneta. Me sentía como una mariposa mala que emergía de un capullo de bandido. Era una sensación increíble, me sentí libre.
Saqué un billete de cinco dólares del bolsillo, aún intacto, de mi falda, me acerqué y se lo ofrecí a los muchachos de los cheetos a cambio de dos de sus refrescos. "Denme de cualquier sabor, por favor, no importa", indiqué.
Me alejé con dos Mountain Dews después de recibir algunas miradas de lástima por parte de unas jovencitas debido a mi diente muerto.
Se me heló la sangre al ver a los policías en cinco autos más adelante, hablando con la gente y observando a través de los vehículos. Apoyé el antebrazo en la ventana abierta y le sonreí a Júpiter, quien se estaba poniendo un par de pantalones cortos.
"¿Se están acercando?".
"Por lo visto, sí", contesté. Los pantalones cortos de mezclilla le quedaban un poco ajustados a Júpiter. Sin embargo, eso no importaba: como los policías eran del medio oeste, no sabían nada de moda. "Cuatro se están acercando a pie y dos, en motocicleta".
"Muévete", me ordenó.
Cuando me hice a un lado, él salió de la camioneta y cerró la puerta.
Júpiter tenía hombros anchos y musculosos, un cuello que parecía un tronco de árbol, rasgos hermosos y exuberantes, y una pequeña cicatriz irregular en su pómulo que lo hacía ver sumamente atractivo. Era como su marca de belleza.
Le entregué un refresco, a lo que él lo abrió y me rodeó con un brazo. "Más te vale que no la c*gues".
"No planeo hacerlo", respondí, amando lo cálido y áspero que se sentía su tacto. Me encantaba la vibra de matón de cavernas que emanaba. Era muy probable que esa característica suya hiciera que otras personas subestimaran su inteligencia, cosa que yo no lo haría o, al menos, no en ese momento.
Entrecerró los ojos cuando bebió su refresco. "Odio esta clase de cosas", se quejó, mirando de forma casual a su alrededor con esos intensos ojos verdes.
Era un tipo apuesto y robusto con una mirada similar a la de un animal salvaje.
Su corto cabello castaño brillaba espectacularmente a la luz del sol y sus hebras se rizaban de manera desordenada en las puntas: se curvaba hacia afuera en un lado y hacia adentro en el otro, como si sus rizos no conocieran el concepto de la simetría, y él no parecía el tipo de hombres que se tomaría la molestia de peinarse.
Todo su carácter primitivo despertaba mi instinto, y nunca nadie me había hecho sentir así.
Pese a estar ensimismada en su atractivo, seguía pensando en el comentario de Thuner acerca de las habilidades, de las reglas y de su perfecta organización.
"¿Mi cabello no se ve muy j*dido?", pregunté.
Cuando él me examinó con esos ojos verdes, un ligero temblor me atravesó. "Pues, luce bastante convincente".
Tragué saliva. "Si crees que puedes convencerme con halagos, estás equivocado".
Él apartó la mirada. Pensé que teníamos una conexión al principio, pero ahora parecía desconfiar de mí. Luego, dio otro sorbo a su bebida y se limpió la boca con el brazo. Hasta sus más mínimos gestos resultaban demasiado masculinos.
"Mírate nada más, lo estás haciendo muy bien".
"¿Tratas de levantarme el ego?", inquirí.
"Sí".
"Pues, ahora que me lo has dicho, no va a surtir efecto".
Aunque él no dijo nada, el hecho de tenerlo cerca ya era bastante alentador. Tenía el poder apacible de un animal grande y me tranquilizaba que me rodeara con el brazo de una forma posesiva.
No había tenido muchos novios en mi vida, pero aquellos que tuve nunca me habrían abrazado de una manera tan presuntuosa y posesiva, y tampoco se habrían puesto nombres de dioses.
"Déjame hablar a mí e interviene solo cuando creas que no me sé la respuesta. Sonríe, déjame ver tu diente", me indicó.
Le hice caso.
"No lo lamas".
Miré por encima del hombro hacia la ventanilla de la furgoneta. Thuner y Wuotan descansaban adentro mientras estaban ocupados con sus celulares o, al menos, eso fingían.
Uno de los policías fue a hablar con el grupo de chicos que estaban en la parte trasera del camión cerca de nuestra furgoneta y dos policías se acercaron a nosotros, ambos eran de mediana edad y uno llevaba gafas de montura metálica.
"¿Ocurrió un accidente más adelante?", preguntó Júpiter.
Me sorprendió lo diferente que era su lenguaje corporal, todo encorvado, con el ceño fruncido y desconcertado. Actuaba como un tipo torpe y victimista que jamás, ni en un millón de años, robaría un banco.
"Solo es un embotellamiento", replicó el policía de gafas mientras su compañero se asomaba por la ventana de la furgoneta. "¿Hacia dónde van?".
"Al concurso de tractores", contestó Júpiter.
"¿A quién apoyas?".
"Al gran Bessie… Claro, si es que llegamos", comentó Júpiter.
"¿Tú también?", me preguntó el oficial.
"¡Sííí! ¡Bessie obtendrá la victoria!", alcé mi refresco con el corazón acelerado. "¿Qué ha sucedido? A este paso, nos perderemos el evento, ¿creen que empiecen más tarde para los que no hemos podido llegar?", interrogué a la par que fruncía el ceño.
Uno de los policías se encogió de hombros y yo arrugué la cara con más fuerza.
De pronto, se escucharon algunos motores arrancar más adelante.
"Conduzcan con cuidado", dijo otro de los oficiales antes de que se pasaran al auto detrás de nosotros.
Júpiter y yo nos quedamos allí juntos por un breve instante. ¡Lo habíamos logrado!
"Bueno, gracias a tu genial actuación, ahora sé lo que opinas acerca de las personas que van a los concursos de tractores. Pero, lamento decirte que soy la clase de chicas que va a esos eventos. Son divertidos y no son solo para tontos".
"Vámonos", dijo sin más, volviéndose a su modo serio y rudo. Quizás eso era lo que pensaban de mí: una pueblerina descerebrada.
Caminé hacia el lado del pasajero, donde estaba Wuotan. "Creo que la novia debería sentarse al frente".
La picardía con la que sonreía Wuotan me provocó escalofríos en la boca de mi estómago. "La novia se sentará en donde le digamos. Es parte de nuestras reglas".
Mi pulso se aceleró al pensar en lo que acababa de mencionar.
"No vamos a aplicar las reglas para Mérope", declaró Júpiter.
Cuando la puerta trasera se abrió, me acomodé al lado de Thuner y cerré la puerta. Tenía muchas ganas de saber más sobre esas reglas y deseaba que fueran realmente indecentes.
"Por favor, llámenme Aset", indiqué.
Thuner se sorprendió al oírme, y tanto él como Wuotan dirigieron sus miradas a Júpiter, como para ver su reacción. Por su parte, Júpiter se limitó a mirar hacia delante con tristeza y su silencio se apoderó de la furgoneta. Era increíble el poder que ese hombre emanaba sin que dijera nada.
Al cabo de un rato, volví a hablar: "Dijeron que podía formar parte de la pandilla hasta el próximo robo. Como ustedes tienen nombres de dioses, lo más justo es que yo también tenga uno".
Thuner pareció recomponerse. "Gracias, Aset. Eres increíble, lo hiciste genial".
Me saqué el diente muerto. Wuotan me pasó la caja y lo dejé dentro. Había otros dientes muertos allí, además de tatuajes, cicatrices falsas y lunares. "No puedo creer que anden por ahí con un kit como este. ¿Lo sacaron de un cómic o qué?".
Wuotan cerró la tapa de la caja. "Lo que importa es que funcionó, ¿no crees?".
"Aún no estamos fuera de peligro", alertó Júpiter. "Pero...", me miró a los ojos a través del espejo retrovisor y asintió. "Gracias".
Los vehículos que teníamos delante empezaron a moverse. Pronto salimos del puente y avanzamos a toda velocidad.
Mi pulso retumbaba en mis oídos, ahogando el zumbido del tráfico y los sonidos distantes de los helicópteros de la policía.
Todos se habían vuelto a poner las camisas, sin embargo, era como si yo siguiera viendo sus musculosos hombros y sus poderosas manos y piernas tan fuertes como troncos de árboles. Y cada vez que alguno de ellos hablaba era como si pudiera sentir una vibración armónica entre mis piernas.
Éramos únicamente nosotros cuatro. Solo nosotros y nadie más.
Júpiter y Wuotan hablaron sobre cómo los policías abordaron la búsqueda, y me sorprendió lo tranquilos que estaban. Quizás era cosa de bandidos.
Me puse una mano sobre el pecho. "¡Wao! ¡Uuuf!", sentía que todo mi interior temblaba.
"Sé cómo te sientes", Thuner manifestó mientras sus ojos azules brillaban. Parecía… extasiado. De alguna manera, yo tenía la misma sensación, era como si todos mis circuitos s*xuales y mis sensores de peligro se hubieran cruzado.
"¿Y ahora qué?", inquirí, sosteniendo su mirada.
Desde el frente, Júpiter respondió: "Bajaremos el kilometraje del auto, cambiaremos la placa y las calcomanías, y luego nos detendremos en algún lugar para pasar la noche".
Por alguna razón, sentí escalofríos al recordar el momento en el que toqué el guante de Júpiter cuando le entregué la bolsa.
"¿Y después? ¿Atacaremos a otra sucursal de Primera Ciudad?".