Capítulo 4
2163palabras
2023-12-26 14:21
Una risa cruel vino desde el frente y era de Wuotan.
"De ninguna manera. Simplemente… no sería una buena idea", comentó Thuner.
"Podría manejar por ustedes, soy una excelente conductora. Dejen que me quede como su rehén".

Thuner se rio por lo bajo.
Me imaginé lo útiles que serían los medios de comunicación. ¡Los Rivera nunca podrían tocar la granja si yo no estuviera! Las personas que desaparecieron del medio oeste se hicieron famosas. La gente probablemente enviaría dinero y quizás empezarían a comprar nuestro edredón más costoso. ¡Tal vez hasta Paris Hilton lo haría! ¡O Taylor Swift o Beyoncé!
En secreto, podría encontrar la manera de avisarles a mis hermanas que estaba bien.
"No tienen un chofer, ¿qué clase de pandilla no tendría uno?", pregunté con insistencia.
No hubo ninguna respuesta. ¿Acaso había tocado un tema sensible?
Me imaginé los miles de aventuras que tendría con una banda de ladrones de bancos. ¡Con solo unos meses me bastaría! Sería genial si nos dividiéramos el dinero que robaríamos. No era del tipo de chicas que haría algo así, pero, ¿y si solo atacáramos los bancos de los Rivera? Me sentiría bien con eso.

"No puedes hacerlo".
"¿Por qué no? Soy muy valiente".
Thuner me rozó la frente con sus suaves dedos, quitándome un mechón de cabello de mi cara. "Hay ciertas reglas que debes cumplir para estar en nuestra pandilla".
No estaba segura de si fue la forma en la que me tocó o por lo provocador que resultó su voz, pero la calidez me invadió ante la idea de las reglas. De algún modo, tenía la certeza de que se trataría de algo sexy.

Aunque en realidad no era tan aventurera en el ámbito s*xual, me acababan de sacar de mi «normalidad» al retenerme como su rehén. Sentía que me estaba dando unas vacaciones de mi propia vida.
Tragué saliva y se me nublaron los sentidos. "No tengo ningún problema con que me pongan reglas".
"Quizá nuestras reglas sean la excepción", añadió Thuner.
Se dice que, en el ámbito de ventas, cuando una persona comienza a expresar objeciones, demuestra que está interesada. ¿Thuner esperaba que algo sucediera? ¿Estaba sugiriendo que podría tener problemas con las reglas porque esperaba que no los tuviera?
"¿Por qué piensan que tendría un problema?".
"Porque somos una organización perfecta que exige obediencia total al grupo", explicó.
La emoción me invadió. "¿En serio?".
"Por supuesto", respondió Thuner.
"¡Ya basta!", bramó Júpiter desde el frente.
"Bien, bien, me comportaré", resopló Thuner. "Por cierto, no es nada personal", me susurró. Era la segunda vez que reprendían a Thuner, era como el pupilo que se portaba mal de entre los hoscos ladrones.
"¡Oigan, no me digan que se trata de lo que ocurrió en la habitación de la caja fuerte! ¡Les juro por lo que más quieran que solo fingía porque había micrófonos! No suelo hablar conmigo misma como si tuviera dos personalidades diferentes en mí".
"Amordázala con una media. Estamos en problemas", Wuotan sonaba tenso.
Entonces, sentí que la furgoneta redujo la velocidad.
"Bájate". Antes de que pudiera moverme, Thuner me empujó para que quedara debajo del asiento. La parte superior de mi cabeza chocó contra la puerta, que vibraba sin parar. Luego, me arrojaron algo cálido que parecía una especie de manta áspera.
Enseguida, escuché que los chicos empezaron a discutir. En mi mente los imaginaba enojados, musculosos e irresistiblemente atractivos.
«Por favor, ya vámonos», pensé. Y sí, ya estaba considerando irme con ellos.
Alguien mencionó un puente, ¿a cuál se referían? Cuando sentí que el vehículo giró y aceleró, me pregunté si se habían topado con el tráfico o si hubo un cambio de planes.
Sea cual fuera la situación, opté por quedarme abajo. Quería demostrarles que era digna de su confianza.
Oí más discusiones desde el frente y la camioneta aminoró la marcha de nuevo. Thuner maldijo, Wuotan gruñó para que se callara y Júpiter les gritó a ambos. Fue entonces que caí en cuenta de lo que sucedía.
"Nos quedamos atascados por el concurso de tractores, ¿o me equivoco?", inquirí a través de la manta.
"¡Mi*rda! ¿Concurso de tractores?", espetó Thuner.
"Sí, y ahora será peor porque se fueron por el puente", agregué.
Sentí que me quitaron la manta y el aire fresco me resultó agradable, aunque deseaba poder ver.
"Se suponía que sería ayer", dijo Júpiter, lamentándose.
"Lo reprogramaron para hoy por la lluvia", informé a los hombres. Justo en ese momento, los helicópteros y sirenas resonaron a nuestros alrededores.
"No vi ningún aviso. ¡No hubo ni un j*dido comunicado al respecto!". Era la voz de Wuotan. Lo reconocí por la forma en la que pronunciaba la «g».
"Es de sentido común, todos en la ciudad lo saben", dije.
"No puedo creer que estemos atrapados en el tráfico con una rehén", se quejó Thuner.
"Debimos dejarla en el tren", comentó Wuotan.
"No. Más bien, debimos enterarnos de la reprogramación del concurso", refutó Júpiter.
"¡M*ldita sea, un pueblo pequeño tenía que ser! ¿Deberíamos salir corriendo? ¡¿Para esto dios hizo a los rehenes?!", maldijo Wuotan.
"No, solo debemos quedarnos quietos. Ellos no saben que estamos en esta furgoneta", Júpiter trató de hacerlo entrar en razón.
"¡Se van a dar cuenta! ¿Qué crees que pasará si ven a una chica atada y con los ojos vendados dentro de la camioneta? ¡Es obvio que nos descubrirían!", Wuotan exclamó, y luego escuché que murmuró algo sobre escapar.
"Cállate y déjame pensar", refunfuñó Júpiter, irradiando poder a través de sus palabras. Los otros dos hombres guardaron silencio.
"Supongo que estamos en el puente Ganuck, ¿no?", empecé a decir. "Solo para que lo sepan: ese río es poco profundo en este momento, así que, si en verdad piensan huir, será mejor que no lo hagan o se romperán la cabeza".
Hubo más murmullos en el frente.
"Estamos atascados en el puente debido al tráfico, ¿cierto?", pregunté, deseando que me quitaran la venda de una buena vez. "¿De casualidad hay policías y un puesto de control más adelante?".
"Sí", Thuner afirmó con sutileza.
"Tal vez solo sea un punto de control de alcoholemia", especulé.
"No. Nos están buscando", manifestó Thuner.
"¿Y es demasiado tarde para bajarnos de la camioneta? Quizá pueda tropezar y hacerme la tonta".
"Incluso si confiáramos en ti para eso, cosa que no es cierto, habría demasiados testigos", protestó Júpiter.
"Somos como peces atrapados en un barril", comentó Thuner.
"Esperen, están buscando a tres hombres con una chica como rehén, ¿verdad?". Mi pulso se aceleró en ese instante. "¿Qué pasaría si yo no fuera una rehén? Quítenme la venda de los ojos, así me sentaré adelante y diré: «¡Miren, muchachos, llegamos tarde al concurso de tractores!»".
Júpiter resopló, pero no escuché nada por parte de Wuotan ni de Thuner. "No estoy de acuerdo. ¿Qué te impedirá delatarnos?", preguntó Júpiter.
"Pues, el hecho de que estoy de su lado y que quiero que se salgan con la suya por haberle j*dido a Frank. Además, han sido amables conmigo". En realidad, solo Thuner había sido amable, sin embargo, no lo mencioné por intentar convencer a Júpiter y Wuotan.
Hubo un silencio.
¿Lo estaban considerando? Mis esperanzas volaron como pajaritos divertidos.
Pese a que eran ladrones de bancos, tenían nombres de dioses y esa idea encajaba con mi objetivo de salvar la granja y a mis hermanas. Además, sería bastante ingenioso aprovechar la oportunidad para arrebatarle más cosas a Frank.
"Este será el trato: si me prometen que el próximo robo será en una sucursal del Banco Nacional de la Primera Ciudad y que lo dividiremos en cuatro partes, lo arriesgaré todo para que salgamos libre de esto. Lo digo muy en serio", lo manifesté con tanta serenidad que hasta a mí me pareció extraña mi propia voz. "O salen corriendo con una rehén en medio del tráfico o dejan que yo los ayude, ustedes deciden".
"Aunque lo digas en serio, no podrás engañarlos. Tienen tu foto y te están buscando". Era la voz de Wuotan de nuevo.
"Soy una mujer, así que puedo cambiar toda mi apariencia. Es más, podría cambiar mi cabello en un dos por tres si tenemos tijeras. De todos modos, lo que buscan es a una chica que luzca como una rehén. ¡Ah! Lo más probable es que tengan la foto de mi licencia, y en esa imagen apenas me parezco a mí", al menos, eso era lo que quería creer. "¡Estoy segura de que podremos pasar por desapercibidos!".
"Vamos, pongámonos manos a la obra entonces", Thuner instó al resto.
"Ella solo piensa que es un juego", gruñó Júpiter.
"¿Te gusta más la idea de que escapemos y la c*guemos? Aparte, ella fue quien nos mostró los diamantes, así que prefiero que nos acompañe", argumentó Thuner.
De algún modo, me agradaba su lenguaje vulgar.
"Estoy de acuerdo con Thuner esta vez", lo apoyó Wuotan.
Júpiter emitió un bufido de frustración.
"Somos dos contra uno". Thuner me empezó a desatar la venda de los ojos.
"Entonces, ¿me dejan ser parte de ustedes?", pregunté en voz baja.
"Sí", él me susurró al oído, haciendo que su cálido aliento chocara contra mi piel.
Sonreí mientras él tiraba del nudo. ¡No podía creer que fuéramos a hacer eso! Me sentía cada vez mejor con ellos y pensé que la votación demostró una relación equilibrada.
"Haremos que te arrepientas si empezamos a ver bocetos policiales de nuestras caras después de que te dejemos ir, Mérope", refunfuñó Júpiter.
Si bien me sorprendí de que supieran mi nombre, luego caí en cuenta de que estaba escrito en mi placa. "Por supuesto, te entiendo. ¡Esos bocetos no favorecen para nada a las personas!", bromeé.
Thuner se rio antes de terminar de quitarme la venda de los ojos.
Mi vista tardó un poco en acostumbrarse al brillo y quedé asombrada por lo atractivo que era Thuner: tenía una piel cremosa, un cabello rubio ondulado y ojos azules aterciopelados. Aunque llevaba un traje gris de negocio, parecía más bien un jugador de fútbol de Escandinavia que iba a una entrevista. El nombre del dios del trueno le quedaba como anillo al dedo. Supuse que el tipo grandulón y ceñudo de cabello corto y castaño en el asiento del conductor era Júpiter.
El chico guapo, sin afeitar y de cabello oscuro en el asiento del pasajero sería Wuotan. Para mi sorpresa, llevaba gafas marrones cuadradas y tenía un aspecto intelectual. A decir verdad, su forma de hablar difería mucho de su apariencia. Debía admitir que los anteojos le quedaban estupendos. Era como un modelo magnífico, lo cual podría ser problemático para su trabajo de ladrón, ya que cualquiera lo miraría fijamente y lo recordaría. Su estrategia para contrarrestar su apariencia de modelo de pasarela parecía ser decir malas palabras y comportarse como un tipo malo, cosa que lo hacía muchísimo más atractivo.
«Vamos, me tengo que concentrar», me dije a mí misma, respirando hondo.
Miré a mi alrededor: había vehículos que nos bloqueaban el camino tanto por delante como por detrás del puente. Algunas personas bajaron de sus autos, los frisbi volaban por el aire, y había sirenas y luces encendidas más adelante que indicaban algún accidente o bloqueo policial.
"Los policías van revisando uno a uno los autos, veo un par de… no, alrededor de una docena de vehículos de patrulla", informó Júpiter. "A lo mucho, solo contaremos con cinco minutos. Es posible que te hagan preguntas, ¿estás segura de que podrás lidiar con ello?".
"Entonces, ¿ya me consideras parte de ustedes?".
"Quizás deberíamos alertarla sobre las reglas", comentó Wuotan.
Júpiter le lanzó a Wuotan una dura mirada, parecía que algo lo estaba atormentando o inquietando.
Me empecé a quitar la chaqueta gris de mi uniforme de banquera, preguntándome cuáles serían esas misteriosas reglas y estando complacida de haber llevado una camiseta blanca sin mangas y con tiras debajo, era perfecta para el concurso de tractores. Incluso, me desabroché el sujetador y lo saqué por debajo de mi prenda.
"Vayamos todos al evento", los insté. "¡Tenemos que lucirnos! Oigan, ustedes tres, quítense sus trajes y déjense sus camisetas. ¿Qué son esos pantalones? Nadie usa de esos para ir a un concurso de tractores".
"A menos que sospechen, solo me dirán que detenga el auto. En cambio, si te ven, querrán hablar contigo", Júpiter justificó.
"Mi*rda, esta falda tan formal no se ve nada bien".
"No tengo camiseta", protestó Wuotan.
"Estar sin camiseta es mejor que el traje que tienen. ¡Vamos, quítenselos!", demandé.
Los chicos comenzaron a desvestirse. Sus músculos parecían firmes y sus pieles brillaban por el sudor. Intenté mantenerme lo más seria posible, pero, en el fondo, era como una pecesita lasciva nadando en un delicioso cóctel de testosterona. ¡Era una bendición total para mi vista!
Thuner metió nuestras chaquetas debajo de los asientos.
"De seguro buscan a una chica con el pelo largo y rojo", especuló Júpiter, entregándome un cuchillo de caza. "¿Quieres ser parte de nosotros? Pues, tendrás que deshacerte de ese cabello".
Tomé el cuchillo, sabiendo muy bien que tenía razón. "¿No tienen tijeras?".