Capítulo 3
1780palabras
2023-12-26 14:20
"¿Por qué no nos cuentas la razón por la que odias tanto a tu jefe?", propuso Thuner, a lo que yo apoyé la cabeza en el respaldar del asiento, contemplando por dónde debía empezar.
"Vaya, ¿tan grave es el asunto?", añadió Thuner al ver que tardaba en contestar.
"Si no fuera por Frank Rivera, mis padres todavía estarían vivos", confesé.

El silencio dentro del auto se acentuó. Era como si todos me hubieran comprendido al instante.
"Lo siento", Thuner murmuró con delicadeza.
"Han pasado cinco años, así que ya estoy…", vacilé al momento de completar la frase, ya que no me parecía correcto decir que me había acostumbrado a la situación. Más bien, luchaba por poder vivir con el dolor. "… ya estoy bien".
"¿Qué fue lo que sucedió? ¿Qué te hizo?", inquirió con cautela.
Le conté todo acerca de cómo Frank Rivera y su familia querían quitarnos nuestra granja de ovejas. Planeaban sacarnos del terreno para arrendarlo a una empresa que extraía arena de fractura, puesto que ganarían mucho más dinero del que obtenían con la hipoteca que tenía su banco.
También les relaté lo valientes que fueron mis padres al oponerse rotundamente a los Rivera. Defendían su terreno como todos unos guerreros. Al fin y al cabo, la granja tenía mucho valor sentimental para ellos.

Respiré hondo y continué: "Justo después de graduarme de la preparatoria, hubo un incendio en uno de los graneros y nos atrasamos con algunos pagos. Eso bastó para que Frank Rivera cambiara los términos de la hipoteca y duplicara el monto de las facturas. Como resultado, nos retrasamos mucho con los pagos y nos endeudamos".
Dado que nos urgía obtener dinero rápido, mis padres se inscribieron en un trabajo de dos meses en un barco pesquero en Alaska. El dinero que iban a obtener nos pondría al día. La temporada de partos había terminado y mis tres hermanas menores y yo teníamos edad suficiente para administrar el lugar durante el verano.
Tragué saliva al acordarme de la última vez que vi a mi mamá y a mi papá. "Dos semanas después, el barco se hundió y murieron. Simplemente... desaparecieron". Todavía era difícil para mí contarlo, seguía sin superarlo del todo.
"Lo lamento mucho", dijo Thuner.

"Gracias", respondí. No había palabras que pudieran expresar lo mucho que los extrañaba. "Parte del dinero que obtuvimos del seguro nos permitió ponernos al día con las deudas, pero...".
"Tus padres ya no estaban".
"Exacto", susurré.
"¿Y qué pasó con la granja?".
"Me las apañé para quedármela", revelé.
Antes del lamentable incidente, mi plan era irme de Wisconsin para comenzar mi vida. Soñaba con viajar por el mundo para hacer saltos de caída libre y escalar montañas. Pretendía conseguir trabajos ocasionales durante mis viajes y tal vez terminar la universidad en algún lugar montañoso o que al menos tuviera un salto de esquí cerca.
Una vez que mis progenitores fallecieron, me dediqué a cuidar a mis hermanas y a manejar la granja. No iba a permitir que los Rivera ganaran.
Intenté no pensar en la vida que había planeado antes del accidente del barco en Alaska. Aunque en el fondo siempre quise escapar de la granja, ahora me resultaba imposible.
"El salto de caída libre es un deporte muy peligroso, ¿lo sabías?", comentó Thuner.
"¿Y qué? Las armas también lo son".
Thuner emitió una risita y complementó: "Me impresiona que hayas logrado quedarte con la granja. Me alegro por ti".
"Ampliamos nuestras operaciones de producción de queso y comenzamos a fabricar unos increíbles edredones de lana que vendemos en línea", expliqué.
"Si lo odias tanto, ¿qué haces trabajando en su banco?", preguntó Thuner.
"Trato de ganar tiempo. Hay una factura general que tenemos por delante y que será imposible de pagar. Frank prometió que lo retrasaría si trabajaba para él. Ya saben, siempre quiso que le hiciera «trabajillos fuera del horario laboral», cosa que he evitado a toda costa porque de ninguna manera lo voy a permitir".
"Me alegro de que hayamos robado su banco", comentó Thuner.
"¡Ah, yo también!", sonreí, pues hacía mucho tiempo que no sentía que alguien me apoyaba. "¿Se dieron cuenta de que nadie activó la alarma silenciosa? Todos los empleados lo detestan".
"No habría funcionado de todos modos", manifestó Wuotan desde el frente. "La habíamos arrancado".
"Quizá compre uno de los edredones que ustedes fabrican", dijo Thuner.
"¡Sí, estaría encantada de que lo hicieras!", le dediqué una sonrisa, ¡eran los mejores ladrones de bancos que jamás existirían! "Te sugiero que te lleves el edredón orgánico Paris Hilton Deluxe".
"¿Tan bueno es?".
Resoplé y aclaré: "Solo bromeaba. Ese cuesta veinte mil dólares, se trata de un producto que diseñamos para animarnos, pensando que personas como Paris Hilton o las Kardashian lo comprarían. El resto de nuestras colchas cuestan cientos de dólares y tienen una excelente calidad".
"Oigan, no me digan que están intercambiando números, ¡ya paren!", se quejó Wuotan.
Con nostalgia, me imaginé las noches que pasaría alrededor de la mesa de la cocina con mis hermanas, enloqueciendo por la última factura del veterinario o lo que sea. En momentos como esos, una de nosotras diría: "No hay de qué preocuparnos. Paris Hilton comprará un edredón para cada una de sus habitaciones. Hasta adquirirá uno para su perro, ¿no creen que sería genial?". Era nuestro chiste interno favorito.
"Oye, ¿y eso aplica para todas sus oficinas? ¿Todos sus empleados quieren derribarlo?", preguntó Júpiter.
"Pues, no ocurre tanto en las oficinas que Frank Rivera suele visitar. Tiene 132 sucursales en todo el medio oeste, así que es imposible que aterrorice a todos. Oigan, ¿saben qué sería increíble?", busqué a tientas el brazo de Thuner y lo agarré. "Si me dan uno de esos diamantes, podría ser de gran ayuda para proteger mi granja. ¡Podría pagar todas las deudas con tan solo uno!".
Thuner se rio por lo bajo. "Nah, no lo creo".
"¿Qué es tan gracioso? Les mostré dónde estaban. Podría cortarlo o hacerme cargo de él de otra forma para que no puedan rastrearme. ¿No es eso lo que ustedes harán?".
"Algo así, pero la diferencia es que nunca te saldrás con la tuya, y nosotros sí lo haremos", contestó Thuner.
"¿Crees que no podré lidiar con ello?".
"Ajá", pronunció Thuner.
"¿Qué? ¿Es todo lo que me vas a decir?".
"Así es. Nosotros tenemos habilidades, cariño".
"¿De verdad?".
"Sí, habilidades extraordinarias que nunca has visto".
Mi abdomen bajo se tensó. ¿Será que Thuner estaba tan confiado en la cama como lo era en sus aptitudes de robo? Quizá nunca lo sabría. Esos tipos no se parecían a ningún otro que hubiera conocido. ¿Cómo serían en el ámbito s*xual? ¡Seguro que excedería todas las expectativas! ¡Hasta los imaginé haciéndolo con sus máscaras de zombi!
"¿Y no piensan impartir esas habilidades?", inquirí.
"No se lo compartiríamos a cualquiera", Thuner bajó la voz hasta adoptar un gruñido suave. Aunque no podía verlo a los ojos, sentía que toda su atención estaba centrada en mí.
"¿Es porque son «divinas»?."
Se removió en su asiento y me susurró: "Sí, bastante".
Me sonrojé. "¿Y nunca los impartirán a una simple mortal como yo?".
¿Qué estaba haciendo? ¿Coqueteando con ese chico? ¡Pues, obvio!
Era una lástima que tuviera que volver a mi vida normal esa noche. Si bien me encantaba cuidar a mis hermanas y a la granja, a veces me sentía sofocada. Me resultaba una experiencia alucinante el hecho de que los ladrones me hayan sacado y llevado con ellos. Además, ya tenía los ojos vendados…
"¿Y por qué haríamos eso?", respiró contra mi oído. "¿En qué nos beneficiaría? ¿Cómo nos persuadirías?".
Ya el tema no se centraba en los diamantes, eso estaba claro. "Quizás impartan sus habilidades porque son dioses benévolos".
"Admito que podemos ser buenos, aunque solo sea en tus sueños más descabellados. También podemos volvernos bastante malévolos".
El calor invadió mi interior. ¿Qué me estaba pasando?
Alguien en el frente se aclaró la garganta a modo de advertencia, haciendo que Thuner se enderezara en su asiento. ¿Acaso Júpiter y Wuotan eran sus jefes?
De cualquier manera, yo también me acomodé en mi puesto. Después de todo, era absurdo que estuviera coqueteando con uno de los ladrones que me había tomado como rehén.
Aun así, mi instinto me dijo que podía confiar en ellos. Aparte, me encantaba lo salvajes y libres que eran. Me dieron ganas de ser igual que ellos y de ponerme un nombre de una diosa mitológica aunque solo fuera por un corto período.
Thuner me hizo más preguntas. Me resultó muy fácil hablar con él, y pronto le conté sobre el libro humorístico que estaba escribiendo y que se titulaba irónicamente como «Las aventuras en el ganado de ovejas». Se trataba sobre la vida en una granja de ovejas y algún día planeaba incluir aventuras reales. "Uno nunca sabe, tal vez mi libro llegue a ser todo un éxito y salve la granja", bromeé.
"No te preocupes, tu m*ldito jefe no embargará tu granja hoy", Wuotan bramó desde el frente con un tono amenazante, y me encantó que aquello estuviera dirigido a Frank.
"¿Por qué no?".
"Eso se vería muy mal ante el ojo público, ¿no crees?", argumentó Wuotan. "Te acabamos de secuestrar de su banco, así que no será tan estúpido de arrebatarte la granja tan pronto. Podrás sacarle provecho de este incidente durante unas semanas".
Me levanté un poco y me incliné hacia Wuotan. "Tienes razón".
"Siéntate bien", Thuner me jaló para que volviera a sentarme. "Quédate quieta o te arrojo al suelo".
"Lo siento", murmuré, sintiéndome feliz y esperanzada, ¡ya que podría aprovechar que me tomaron de rehén para quedarme con la granja!
En cuestión de minutos, aquel trío logró lo que yo había estado soñando durante años: se metieron majestuosamente con Frank Rivera y descarrilaron la ejecución hipotecaria.
"¿Qué pasa si me desaparezco luego de que me liberen? Podría conseguirme un trabajo en algún lugar clandestino y asustarlos. Mientras yo no aparezca, la granja estará segura".
"Sí, claro", Wuotan comentó con sarcasmo. "Apuesto a que te descubrirían en menos de cinco segundos".
"De todos modos, no podrán decidir por mí una vez que me suelten. Tal vez trate de esconderme y de enviarle dinero a mi familia. De esa manera, jamás se quedaría con la granja", reflexioné.
"No juegues con algo así", la voz de Thuner era suave pero retumbante. "Tener la libertad de caminar tranquilamente por las calles sin preocuparte por que te persigan vale más que el dinero o una granja. Será mejor que te tomes las cosas en serio una vez que te liberemos".
Fue entonces que me surgió una nueva idea: "Bien, esto puede parecer una idea descabellada, pero, ¿qué tal si los acompaño un rato?".