Capítulo 40
762palabras
2023-11-13 14:32
Shenxing sostuvo a Cha en sus brazos, pero ella estaba tan furiosa que no dejó de golpear y patear a Aiguo; necesitaba desahogar su ira. No le importó que la sujetaran ni mucho menos quién lo hacía, solo siguió lanzando sus puños al aire. "¡Déjame ir! ¡Lo mataré!", protestó.
"¡Ya cállate, mujer!". Shenxing exclamó con un tono frío y severo mientras la oprimía con mucha más fuerza.
En el instante en que Cha escuchó su voz, se detuvo y volteó a verlo con sus ojos llorosos. Cuando habló, se ahogó en sollozos. "Shenxing...".
"Matarlo es fácil, pero ¿por qué quieres ensuciarte las manos? ¡Solo dime si en realidad quieres deshacerte de él y le pediré a alguien que lo haga por ti!", dijo Shenxing.
Él habló tan a la ligera que fue sorprendente. Era como si llevar a cabo tal acción fuese igual de simple que pisar una hormiga, como si no requiriera ningún esfuerzo.
Lo que decía Shenxing, era cierto. Resultaba bastante sencillo eliminar a alguien para siempre, al menos para él, aun así, nunca lo había hecho con sus propias manos.
¡Por ende, tampoco permitiría que Cha lo hiciera!
Si ella quería a Aiguo muerto, entonces él mandaría a alguien a hacer el trabajo; era eso o nada.
"Solo te diré que así lo matemos, eso no compensará el sufrimiento de tu madre, ¿o acaso crees que sí?", Shenxing le preguntó a Cha.
Ante las palabras de ese hombre, Cha poco a poco desistió de la idea.
Sabía que él tenía razón, ni porque golpeara a Aiguo hasta morir, podría hacerlo pagar por todo el dolor que su madre había pasado.
En ese momento, un fuerte sentimiento de culpa la inundó y pensó en que si ella no hubiera golpeado al Sr. Fang, y hubiese continuado el plan de su padre, posiblemente su madre no habría tenido que sufrir de esa manera.
Aquel día, en el restaurante, ella creyó que lo que decía Sisi no era más que una mentira para asustarla. Sin embargo, se equivocó, ¡su familia en realidad estaba loca y era muy capaz de hacer cosas terribles!
De solo recordar las heridas en el cuerpo de su madre, Cha no pudo dejar de llorar y sus piernas cedieron, ya no le quedaban fuerzas. Para su suerte, tenía a Shenxing a su lado, así que se enterró en su pecho; era como si hubiese encontrado un respaldo sólido, cálido y seguro.
"¡Te llevaré a casa!", le dijo Shenxing luego de frotar su frente y ayudarla a levantarse.
Antes de irse, el hombre miró a Aiguo, quien parecía estar al borde de la muerte, y a Dehua, aturdida a un lado, luego le dijo a Wei: "Ya sabes qué hacer".
"Sí, señor", afirmó He respetuosamente.
Un segundo más tarde, Shenxing se alejó con Cha en sus brazos.
¡Fue allí cuando Dehua al fin pudo saber que quien le otorgaba tanto poder a Cha, no era nadie más que el noble caballero que acababa de aparecer de la nada!
¡Él era el verdadero benefactor de aquella jovencita!
¡Dehua no sabía quién era! Sin embargo, ¡el temperamento majestuoso y el aura fuerte que lo rodeaba la asustaron!
Después de despedir a su jefe, Wei se volvió hacia los dos guardaespaldas y ordenó: "Lleven a este hombre al auto".
"¡Sí!".
"¡Esperen! ¿A dónde creen que llevan a mi marido?", preguntó Dehua intentando proteger a Aiguo. En sus adentros estaba aterrorizada, pero tenía que preguntar, después de todo ese hombre era el único apoyo con el que ella y Sisi contaban.
Wei le respondió con calma: "Sra. Sun, mi amo invitó al Sr. Chu a tomar una taza de té. No se preocupe, mañana temprano alrededor de las nueve alguien lo llevará a casa sin falta".
"¿Y quién es tu amo? ¿Qué derecho tiene de llevarse a mi marido a plena luz del día? ¡¿Cómo te atreves a secuestrarlo?! ¡Llamaré a la policía!", dijo Dehua fingiendo estar tranquila, aunque de hecho, por dentro los nervios la consumían. ¡Sabía claramente que no podía darse el lujo de ofender a ese hombre de aspecto sublime!
Wei esbozó una leve sonrisa y dijo: "Señora, me disculpa, pero no puedo darle esa información. Y si quiere, adelante, puede llamar a la policía. Sin embargo, no sé si el Sr. Chu y su compañía puedan lidiar con las consecuencias después de causarle problemas a mi amo".
Al terminar de hablar, Wei se alejó.
Dehua no tuvo de otra más que solo quedarse observando cómo esos hombres arrastraban a Aiguo completamente inconsciente y lo trataban como a un cerdo.