Capítulo 39
844palabras
2023-11-13 13:54
Aiguo miró fijamente a Wei He, y de inmediato se dio cuenta de que no lo conocía, aun así, la forma en la que hablaba con ese tono amenazante lo asustó. ¡Ah, si tan solo ese viejo Chu supiera que el hombre frente a él, era el mismo que lo llamó aquel día para hacerle llevar a Jingyi de vuelta al hospital!
"¿Qui...quién eres?", tartamudeó Aiguo.
Wei, con un rostro inexpresivo, le respondió: "No necesitas saber quién soy".

Esa respuesta, tan tajante, dejó a Aiguo sin palabras.
Después de un momento, Wei le preguntó a Cha, con notable respeto: "Señorita Chu, ¿se encuentra bien?".
"Sí, no te preocupes".
"Dígame, ¿qué hacemos con él?".
Cha miró a su padre, quien en ese momento se encontraba arrodillado en el suelo y luego de tomar un profundo respiro, dijo: "¡Que se quede ahí arrodillado! ¡Iré a ver a mi madre!".
"Como diga, señorita Chu".

Aiguo estaba estupefacto. ¿Con quién se había enrollado esa pequeña b*starda como para que ese hombre obedeciera sus palabras y le sirviera de tal manera? ¿Cómo es que ahora ella tenía tanto poder?
Cha se dirigía a la habitación de Jingyi cuando se encontró a Dehua en el pasillo, bloqueando su camino; ahí de pie parecía no tener ni la más mínima intención de alejarse.
Cualquiera pensaría que esa mujer lo hacía a propósito, pero la verdad, es que ¡estaba petrificada!
Dentro de su mente solo se cuestionaba una y otra vez. ¿Quién protegía a esa p*rra? ¿Por qué tan de repente podía hacer lo que quisiera? ¡Solo hacía unos días que la vio y ella parecía indefensa! ¿Qué fue lo que pasó?

"¡Fuera de mi camino!", espetó Cha mirándola con severidad.
Dehua, tan hipócrita como siempre, la tomó del brazo y le habló en un tono suplicante y casi convincente: "Hija, ¿dónde has estado? Mamá estaba tan preocupada por ti...".
"¡No me toques con tus asquerosas manos!", gritó Cha, apartándose de aquella mujer. "Y señora Sun, mi madre es quien yace en esa habitación, no usted. ¿Acaso cree que merece ese título?".
"Cha, yo...".
"¡Lárgate!".
Dehua no dijo nada más, solo se quedó allí parada. Fue entonces cuando Wei levantó su mano y le indicó al otro guardia que se la llevara a rastras.
Luego, una enfermera llevó a Cha a la unidad VIP de cuidados intensivos.
Al mirar la lujosa habitación, no pudo evitar estar agradecida con Shenxing, después de todo, él había preparado esta habitación especialmente por ella, ¿no era así? El lugar era mucho más cómodo y lujoso que el otro en el cual su madre se alojó antes. En este, todos los equipos eran de primera categoría, y según la enfermera, dos especialistas la cuidaban las 24 horas.
Jingyi estaba acostada en la cama.
Así que Cha se acercó y se arrodilló frente a ella. Luego tomó su mano y lloró mientras se disculpaba. "Mamá, lo siento. Te encontré demasiado tarde. Has sufrido...".
¡¿Qué era eso?!
Cha de repente notó unas hendiduras en la piel de su madre. Rápidamente, le levantó la amplia bata de hospital que llevaba puesta, y dejó al descubierto una sección de su brazo. ¡Entonces pudo ver una serie de densos agujeros en su piel pálida!
"¡¿Qué son estas cosas?!", preguntó a la enfermera mirándola en estado de shock.
La mujer suspiró y dio un paso adelante para abrir la bata de hospital de Jingyi, para así mostrarle a Cha una parte más amplia de la piel de su madre. "Señorita Chu, hay muchas marcas como esta en el cuerpo de la señora Gu. Nuestro médico revisó su condición esta mañana cuando la enviaron aquí y dijo que son mordeduras de ratón. Las encontramos temprano, por lo tanto, ya todas fueron tratadas. Por ahora, ella solo necesita tiempo para recuperarse".
"¿Mordeduras de ratón?", preguntó Cha, incrédula, mientras las lágrimas resbalaban por sus mejillas.
La enfermera asintió débilmente.
"¡Muy bien!". Cha no se atrevió a ver las heridas en el cuerpo de su madre, le dolía verla así. Pronto se mordió el labio y salió corriendo de la habitación con un profundo odio en sus ojos. Sabía quién era el culpable de toda lo sucedido, así que corrió hacia él como una completa desquiciada.
"¡Aiguo Chu! ¡No imaginas cuántas ganas tengo de matarte ahora! ¡¿Cómo te atreves a maltratar a mi madre de esa manera?! ¡Aaaah! ¡¿Por qué no te mueres de una buena vez?!". Cha se sentía tan furiosa que comenzó a golpear y a patear al hombre que aún estaba de rodillas.
Aiguo no pudo oponer resistencia ante los golpes, pues los guardaespaldas le sujetaron las manos dejándolo inmóvil. Él solo podía ser el saco de arena con el cual Cha desahogaría su ira.
A pesar de que sus quejidos de dolor resonaron en el pasillo, Cha no se detuvo.
Ella había perdido el control y era muy evidente, fue allí cuando un par de manos la agarraron por la cintura y la atrajeron hacia un cálido pecho. Un segundo después, la fría voz de un hombre resonó sobre su cabeza diciéndole: "¡Cálmate!".