Capítulo 11
876palabras
2023-11-07 15:36
¡Frío! ¡Qué frío!
Cha no pudo evitar estremecerse ante la extraña sensación.
"¡Cha Chu!".

¿Eh? ¿Quién la estaba llamando?
Abrió los ojos de golpe solo para encontrarse con Dehua y Sisi.
Ambas tenían dagas afiladas en sus manos y se acercaron con sonrisas siniestras y miradas feroces.
"¡No!", gritó horrorizada. Se dio la vuelta y quiso correr, pero vio a su madre a pocos pasos y cambio de dirección: "¡Mamá! ¡Sálvame!", avanzó hacia ella con los brazos extendidos.
La mujer le sonrió antes de convertirse en una nube de humo blanco.
"¡Mamá! ¡Vuelve, por favor!", rogó conmocionada mientras intentaba atrapar el humo.

Detrás de ella, la daga fría apuñaló su corazón.
Soltó un grito desgarrador y despertó con el rostro lleno de lágrimas.
Parpadeó varias veces y chequeó el dormitorio desconocido en donde se encontraba. Su mente se quedó en blanco por un momento.
¿Dónde estaba? Lo último que recordaba era la carretera y un auto negro. ¿Se había desmayado?

Cha levantó la manta y caminó por los alrededores en busca de una pista. Luego, revisó cada centímetro de su cuerpo; sus heridas habían sido tratadas y el corte en su frente estaba vendado con una gasa profesional.
Confundida, caminó hacia el espejo en el medio de la habitación y descubrió que también la habían cambiado de ropa. La misma le quedaba un poco grande y tenía un marcado estilo masculino.
Ahora que lo pensaba bien, hubo un momento en el que sintió que alguien le estaba dando un medicamento y un par de manos ligeramente frías le tocaban la frente.
¿Quién fue?
¿Acaso se trató de la persona que la había salvado?
Se dirigió a la puerta con la intención de encontrar a su salvador cuando esta se abrió de repente.
Una mujer de unos cincuenta años entró con un vaso de agua tibia y un medicamento antiinflamatorio.
Al verla levantada, abrió los ojos sorprendida. Dio un paso adelante y dejó la bandeja sobre la mesa de la cama.
"Oh, ya despertaste ¿Te sientes mejor?", indagó con una sonrisa.
La mujer parecía amable, lo que la llevó a bajar sus defensas:
"Mucho mejor", respondió en voz baja. "¿Usted me salvó?".
"Oh, no, no. Fue mi joven maestro. Yo solo soy la niñera, puedes llamarme tía Fang", le explicó mientras le entregaba el agua y los medicamentos. "Tome el medicamento. Necesita recuperarse, además, no es agradable tener cicatrices".
¡Sería una lástima que una chica tan hermosa quedara marcada por siempre!
Cha la obedeció sin chistar y al terminar le preguntó:
"Tía Fang, ¿quién es el joven maestro de esta familia?".
Algo le decía que la ropa que llevaba le pertenecía a él.
La había llevado a su casa y la había tratado a pesar de que era toda una desconocida.
Eso solo significaba que era una buena persona. Tenía que agradecerle toda su ayuda cuando lo viera.
"Él está abajo ahora mismo. Acompañeme, desayunaremos juntos", le propuso liderando el camino.
Cha la acompañó de buena gana, pero se sintió aturdida al descubrir de quién se trataba.
"¿Eres tú?", murmuró incrédula junto a la mesa del comedor.
El hombre levantó la vista y se encontró con sus ojos claros y brillantes. Sus finos labios se abrieron ligeramente: "¿Quién más te salvaría?".
Si una persona común y corriente se encontrara con una situación así en medio de la noche, se marcharía a toda prisa.
La observó mejor y asintió satisfecho.
Anoche estaba sucia y acurrucada en la carretera como un gato callejero abandonado.
Y ahora llevaba su ropa, que colgaba holgada sobre su delgado cuerpo. Inesperadamente, lucía pura y encantadora.
Cha lo miró con cautela. Al parecer, el destino de ese hombre y el de ella tenían una fea intersección.
No era una coincidencia que se encontrara con él en los momentos más embarazosos de su vida.
No obstante, no podía olvidar que la había salvado. Sin más opción, se inclinó ante él y musitó:
"Gracias por tu ayuda".
Shenxing no se inmutó. Tomó un sanguche y se lo llevó a la boca en un movimiento elegante.
Cha se enderezó y lo miró incómoda, sin saber qué hacer a continuación.
Ese hombre era demasiado frío, ¿no? Ni siquiera tomó la iniciativa de pedirle que se sentara a desayunar.
Por suerte, la tía Fang salió de la cocina con un plato de avena y lo colocó frente a ella.
"Señorita, siéntese y coma un poco. Acaba de tomar su medicamento, así que necesita llenar su estómago. De lo contrario, le dolerá el estómago".
La chica volvió a mirar a Shenxing a la espera de su confirmación, pero el hombre actuó como si ella no existiera.
¡Ah, bueno!
Ella tenía mucha autoestima. Al ver su actitud fría, perdió el apetito y el ánimo.
"Gracias, tía Fang, pero ya no la molestaré".
Al ver que estaba a punto de irse, la tía la agarró por la muñeca y remarcó: "¿Adónde crees que vas? ¡Aún no te has recuperado!".
Era era la primer mujer que su amado señor llevaba a la casa. Ya la había considerado su futura señora y dueña de la casa. No podía dejarla ir.
"Cuando el joven maestro te trajo tenías mucha fiebre. ¡Aún debes descansar! Tú...".
"¡Tía Fang!". El hombre frunció el ceño con impaciencia. "Hablas demasiado".