Capítulo 9
723palabras
2023-11-07 15:20
En medio de la noche, Cha despertó temblando de pies a cabeza.
Como era casi finales de febrero, el frío era intenso. No obstante, la calefacción en su cuarto permaneció apagada.
El frío intenso no era lo único que debió soportar durante esos tres días.
¡Aiguo quería matarla de hambre!
Muchas veces la despertó una punzada aguda en la boca de su estómago. Los guardias hicieron oídos sordos a todas sus súplicas por algo de comida y solo le concedieron un poco de agua.
Al tercer día, perdió todas sus esperanzas de recibir una resolución y decidió movilizarse.
Su madre todavía la estaba esperando en el hospital. Si moría, ¿quién la cuidaría?
No podía quedarse de brazos lamentando su situación. ¡Tenía que escapar a como dé lugar!
Durante el día había meditado todos los medios de escape y estaba familiarizada con los cambios de guardia como para saber que a medianoche no había casi nadie vigilándola.
Sin embargo, el frío y la falta de alimento le habían quitado casi todas sus fuerzas. Apenas podía levantarse de la cama, mucho menos enfrentarse a sus atacantes.
Pero la imagen de su madre la impulsó a avanzar.
Trastabilló hasta la ventana casi sin aliento y sacó la cuerda hecha de tiras de sábanas que había escondido detrás de la cortina. Luego, ató un extremo a un pequeño pilar y el otro a su cintura.
Después de probar su firmeza, tomó un profundo respiro para armarse de valor y se deslizó lentamente por la tubería que estaba junto a la ventana.
A mitad de camino, su cuerpo perdió la poca resistencia que le quedaba y cayó al vacío.
Cerró los ojos y jadeó a la espera del doloroso impacto, pero tuvo suerte y una espesa hierba amortiguó un poco su caída.
Se permitió unos segundos de descanso antes de liberarse de la cuerda. Se puso de pie con dificultad y comenzó a alejarse, pero una voz suave vino se oyó detrás de ella.
"¿Señorita Chu? ¿Es usted?".
La chica se dio la vuelta y vio a Si Wu caminando hacia ella con una linterna.
"¡No te acerques!", ordenó en voz baja y amenazadora.
Aunque la mujer fue la única que la ayudó y la trató bien, sus instintos le gritaban que no podía confiar en nadie.
"Si te quedas callada, te daré dinero. Puedes ir a mi tocador y tomar el brazalete de jade y...".
La otra suspiró y sacó algunos billetes de poco valor de su bolsillo: "Tome esto, señorita Chu. Es poco, pero la ayudará a escapar. No se preocupe, no le diré a nadie que la he visto".
"¿No harás nada? ¿Me dejarás ir?", le preguntó aturdida mientras recibía el dinero.
"Señorita... Este es el nido del mal. Su vida mejorará cuando se vaya de aquí", le explicó con una gran tristeza ante su rostro demacrado.
Cha se mordió los labios.
Sabía que Si no tenía mucho. La chica ni siquiera había terminado la escuela secundaria y comenzó a trabajar para la familia Chu a una edad temprana. La mayor parte de su salario mensual lo enviaba a casa para que su madre pudiera tratar su enfermedad crónica.
Probablemente, el dinero que le había dado era lo poco que le quedaba para sobrevivir.
"Gracias", le dijo con seriedad. "Te devolveré el dinero, te lo prometo".
Pensando que Dehua y su hija regañaban a menudo a Si, se volvió y le recordó: "No notaste nada inusual durante la patrulla de esta noche. ¿Entiendes? No digas nada".
La otra asintió.
Más tranquila, prosiguió su viaje por el este. Temía que la atraparan de inmediato y sabía que no tomarían en cuenta esa ruta.
Pero le restaba fuerza física y tenía mucha hambre y sueño, por lo que avanzó con extrema lentitud.
En ese momento, las luces de un automóvil se acercaron hacia ella. Rápidamente levantó la mano y se dirigió al medio de la carretera, tratando de pedirle a la otra persona que la llevara.
El simple esfuerzo la llevó al límite y cayó al suelo como una bolsa de papas.
El conductor pisó el freno provocando un chirrido que resonó en la silenciosa ladera de la montaña.
El hombre que iba en el asiento trasero miró a la figura que yacía en el camino con el ceño fruncido.
"¡Ma*dita sea!".
¡Se trataba de esa mujer!