Capítulo 53
1062palabras
2023-12-08 00:01
Fue entonces cuando el auto de Bagrat se detuvo frente a Constructor Morales. Bajó del vehículo de inmediato. Aún le temblaban las piernas por la conversación que había tenido con Graham hacía un rato. Tuvo que apoyarse en la puerta y calmarse para no caer al suelo.
El conductor quiso tomarle la mano para sostenerlo, pero él se la apartó de un manotazo. "Puedo valerme por mí mismo. No soy minusválido", gruñó avergonzado.
Maturo solo pudo observar cómo se tambaleaba como un borracho.

Él mismo fundó Constructor Morales a los dieciocho años. Todo empezó a partir de un pequeño proyecto de desarrollo que se centró en dúplex y pequeñas subdivisiones en una gran ciudad.
Luego creció hasta convertirse en un promotor internacional centrado en torres y parques temáticos.
Caminó a toda prisa hacia su despacho y llamó a su secretaria por el interfono. "¡Lúa, prepara la reunión en diez minutos!", ordenó.
"¡Sí, presidente!", contestó enseguida la secretaria.
En menos de diez minutos, los gerentes y los directores de los distintos departamentos se dirigieron rápidamente a la sala de conferencias.
"¡Esto es malo! Me he enterado de que el Grupo Liu ha excluido a nuestra empresa de un proyecto de viviendas en la ciudad", comentó uno de los directores al gerente que junto a él.

"¿Acaso nuestro presidente ha ofendido al imponente y misterioso presidente del Grupo Liu? Me ha entrado un interés repentino por buscar información sobre él", respondió el director en un susurro.
"Sin embargo, es muy cuidadoso. Lleva casi nueve años al frente del Grupo Liu y nadie lo ha visto en persona", afirmó el director.
Ellos estaban en pleno cotilleo cuando se abrió la puerta. La primera en entrar fue una mujer vestida con un blazer negro y falda de corte lápiz llamada Lúa. Era la secretaria de Constructor Morales desde hacía casi cinco años. Tenía unos veintitantos años y era una mujer muy guapa y capaz. En el interior de su blazer llevaba un top blanco con rayas rosas en el escote. Su largo cabello negro caía sobre sus delgados hombros.
Bagrat se encontraba detrás de ella con el entrecejo fruncido.

Casi nunca veían y se reunían con su jefe, pero sabían muy bien cómo era su actitud. Era alguien despiadado y abusivo cuando estaba enfadado. También se comportaba con generosidad cuando estaba contento.
En pocas palabras, era un hombre peculiar.
Cuando entraron los dos, todos se pusieron de pie y se sentaron frente a la mesa ovalada.
"¡Siéntense!", ordenó Bagrat.
Una vez sentados, Lúa encendió el ordenador y apareció una imagen en el proyector.
"Presidente, ¿quién es ese hombre?", inquirió el director del departamento de finanzas.
"Ese es el origen de nuestro dolor de cabeza y un día el de su desgracia si no hacen nada", expresó Bagrat en un tono tajante e inflexible.
"¿Está relacionado con una de nuestras mayores catástrofes en este momento?", preguntó el director de proyectos y diseño al tiempo que arqueaba una ceja.
Este director siempre tuvo dudas de la gestión de Bagrat como líder de Constructor Morales, por lo que cada vez que tenían una reunión, siempre se mostraba hostil con él.
En ese instante, Bagrat le lanzó una mirada fulminante: "¿Piensas que aparecería en mi compañía si no estuviera relacionado?", gritó, lo que sobresaltó a todos los presentes en la sala de conferencias.
"Lo lamento, presidente. Cometí un error", el director que había preguntado se puso en pie y bajó la mirada.
"Te puedes sentar. No quiero perder el tiempo contigo", indicó mientras agitaba la mano.
"¡Lúa! Explícales todo", añadió y luego se acomodó en su asiento.
Primero Lúa se aclaró la garganta y luego empezó a hablarles del hombre de la foto. "Se trata de alguien de confianza del presidente Liu y fue él quien gestionó el contrato firmado entre nuestra empresa y el grupo Liu. En resumen, ¡también fue él quien lo canceló!", respondió apretando los dientes.
Ella era una mujer ambiciosa que siempre había estado enamorada de él, así que cualquiera que fuera el enemigo de Bagrat también lo era de ella.
"El objetivo principal de esta reunión es vigilar todos sus movimientos e informar de ellos enseguida a nuestro presidente. La persona que consiga darnos buena información sobre él será recompensada", concluyó.
Los presentes en la reunión se volvieron algo ruidosos. Se pusieron a hablar entre ellos y algunos incluso le preguntaron a Bagrat cuál era el objetivo de obtener información sobre Graham.
Tras la reunión, Bagrat y Lúa volvieron a su despacho. Antes de volver a su escritorio, ella se preparó un café.
Él se limitaba a observar todos sus movimientos. En ocasiones, su secretaria agachaba el cuerpo para tomar algunos documentos del escritorio y su falda ajustada de corte lápiz delineaba con fuerza su tr*sero abultado.
Bagrat hizo una mueca. Cuando miró el dobladillo de su blusa, su escote quedó a la vista de sus ojos lujuriosos.
"¿Desde cuándo trabajas aquí?", le preguntó de pronto a la atónita mujer que tenía delante.
"¡Casi cinco años, presidente!", le contestó.
"¡Ya veo!", asintió con satisfacción. "¡Ven aquí! Ponte sobre mi regazo", exclamó de inmediato.
"¿Presidente?", se sobresaltó, pero también se alegró.
Era el momento que estaba esperando. Sentía celos de Reka, que no era nadie y de repente se había convertido en la mujer de Bagrat por una aventura de una noche.
"Ya me has oído. Que te sientes en mi regazo", susurró con voz lasciva.
"Pero presidente, nos encontramos en su despacho. ¿Y si alguien nos ve?", le preguntó haciéndose la pícara delante de él.
"Cierra la puerta y ponte en mi regazo. No volveré a decírtelo", le espetó impaciente.
Enseguida, Lúa cerró la puerta y se acercó a él a grandes pasos.
"Presidente, ¿qué me quiere hacer?", susurró ella mientras se sentaba en su regazo.
"¡Eso ya lo sabes!", contestó él y sus manos empezaron a explorar su cuerpo mientras le daba besos en el cuello.
Lúa alzó la cabeza para abrirle paso. A medida que su boca le devoraba el cuello hasta la clavícula, ella cerraba los ojos de placer.
El despacho de Bagrat permaneció cerrado un par de horas antes de que Lúa volviera a su escritorio con el cabello alborotado y los labios hinchados, pero sonriente. Además, tenía algunas marcas de mordiscos en el cuello y el pecho.
Ella se convirtió en un instante en uno de los juguetes de Bagrat.