Capítulo 49
1041palabras
2023-12-04 14:30
Puesto que pidió que su situación se mantuviera en secreto para su familia, la tía de Elvira no sabía que estaba en el hospital. Simplemente dejó el mensaje de que su vuelo había sido reprogramado para dentro de dos días.
Al estar sentada en la cama del hospital, apoyada en el cabecero reclinable, se sentía tan aburrida que solo pensaba en marcharse, pero los médicos y las enfermeras velaban por su seguridad, y ahora redoblaron la vigilancia ante su plan de fuga. Si antes hubiera podido escapar con facilidad, ¡esta vez no!
Cuando la puerta de su sala VIP se abrió, la mujer estaba sumida en sus pensamientos. En cuanto vio al inesperado visitante, frunció el ceño.

"¡Buenos días! ¿A qué viene esa cara malhumorada?", comentó Graham mientras ponía el termo en la mesa. Luego puso las comidas que había traído una por una.
"Come esto. Lo que preparan en el hospital es insípido", expresó él mientras le servía la sopa de verduras.
"¡Ya he desayunado!", respondió de golpe, dejando a Graham atónito.
"¿Sigues enfadada conmigo?", le preguntó sin dejar de mirarla con severidad.
"¿Por qué tendría que enfadarme contigo? ¿Acaso hay algún motivo?", le replicó Elvira. Ella también lo observó con seriedad.
Graham se quedó callado. Juntó con fuerza sus finos labios para no decir nada.

"¿Qué deseas que haga?", preguntó él tras un largo e incómodo silencio. Tenía la voz ronca por culpa de su respiración agitada mientras lanzaba un largo y profundo suspiro.
"A partir de ahora quiero que me dejes en paz", afirmó con claridad y determinación.
"¿Lo dices en serio?", susurró mientras se acercaba a ella. Sintió un dolor punzante en su corazón al oír sus palabras.
Elvira se mordió el labio inferior y, sin poder resistirse, contestó: "¡Sí!"

"¡Elvira!", la llamó por su nombre e intentó agarrarle la cara, pero ella le retiró la mano.
"¿Tanto me odias ahora?", inquirió.
De repente, sus profundos ojos marrones, que siempre imponían un aura de superioridad, se convirtieron en una mirada sombría e impotente.
"¡Sí!", volvió a contestar poco después.
Le consternó su respuesta, pero no lo manifestó. Tras un largo e insoportable silencio, Graham declaró:
"¡Muy bien! De acuerdo, si así lo deseas, cumpliré lo que me pidas. Pero mientras estés aquí en el hospital, deja que te haga estas cosas", contestó de forma contundente.
"¡Está bien!", contestó mientras desviaba la mirada hacia la ventana.
Graham hacía cuanto podía por mantener la calma. Su actitud distante estaba acabando con él, pero tenía que aguantar.
"Entonces, cómete lo que he preparado", respondió en su lugar.
Elvira asintió con la cabeza y dejó que la alimentara como antes. Él esbozó una leve sonrisa mientras la observaba con cariño.
"¿Qué estuviste haciendo en tu ciudad natal durante los últimos seis meses?", preguntó de repente al tiempo que cortaba una tira del sándwich que había preparado.
"Algunas cosas. Mi madre también me forzó a tener algunas citas a ciegas. ¿Cómo supiste de Renato?", preguntó de pronto al recordar que él había mencionado su nombre ayer.
"Mandé a alguien para que te siguiera", contestó indiferente mientras volvía a poner todas las cosas en el termo.
"¿Por qué has hecho eso?", ella entrecerró los ojos al sentirse entre molesta y curiosa.
"Simplemente quise hacerlo", se limitó a contestar mientras le limpiaba la boca con un pañuelo.
"Si quieres salir a dar un paseo, me avisas", continuó. Ella siguió sus acciones con la mirada cuando se sentó en el sofá y abrió su cuaderno.
"Thiago, quiero que seas sincero conmigo", le espetó sin más, lo que hizo que él la mirara fijamente.
"¿Sincero con qué?", preguntó en respuesta.
"¿Llegaste a echarme de menos cuando no estaba?", Elvira se aclaró primero la garganta antes de hacer la pregunta que la había estado inquietando durante los últimos seis meses.
Se levantó el que acababa de sentarse y se acercó muy despacio a ella. "¿Y si te dijera que sí, qué harías?", le contestó mientras sostenía su rostro. La miraba fijamente, como si examinara su alma.
"Yo... ¿quisiera saber por qué?", preguntó tranquila pero sumida en sentimientos caóticos.
"Porque nadie me fastidiaba como tú y me había acostumbrado", pudo haberle dicho que también sentía algo por ella, pero en lugar de eso respondió de otra manera.
"¿Y?", añadió, queriendo saber más.
"¡Solo eso!", la respuesta final de Graham enmudeció a Elvira, que se mordió el labio inferior para aguantarse.
"¿También puedo hacerte una pregunta?", le respondió. Se sentó en el borde de la cama mientras la observaba. Para poder ver su expresión, tuvo que girar la cabeza por encima del hombro.
"¿Cuál es?", preguntó molesta mientras cruzaba los brazos sobre el pecho y pataleaba bajo la manta.
Él esbozó una sonrisa al ver su reacción y añadió: "¡Te has olvidado de hacer pucheros!"
"¡Thiago!", exclamó y lo miró con rabia.
"¡De acuerdo! ¿Por qué le diste un beso en la mejilla a Renato?", de pronto se puso serio, lo que hizo que ella se sobresaltara.
"Solo tenía ganas de hacerlo", le contestó imitando su respuesta de hace un rato.
"¡Mmm! Entiendo", asintió con indiferencia. "¿Y qué pasa con Damen entonces? ¿Por qué le dejaste que te diera un beso en los labios?", volvió a preguntarle como si estuviera escarbando en su pasado no deseado.
"Solo tenía ganas", siguió respondiendo igual. Por lo tanto, también actuó de manera similar.
"¿Por qué siempre me dejabas besarte?", en esta ocasión su pregunta tenía un significado muy profundo, pues su mirada se estaba apoderando de su alma.
"También... solo tenía ganas...", tartamudeó mientras contestaba a la que creía su última pregunta. Antes de poder reaccionar, Graham volvió a besarla.
Tras el beso, le formuló la última pregunta con voz firme mientras la miraba con fijeza: "¿Y qué hay de ahora?"
"¡Thiago!", ella no sabía cómo responder a esta pregunta. Ya que no sabía por qué dejaba que esos hombres la besaran así.
"Debes tener claros tus sentimientos antes de decir que me amas, señorita Hidalgo. Tal y como dije ayer, ¡no tengo intención de compartir mi comida favorita con otros!", recalcó. Sus palabras fueron determinantes.
Antes de que pudiera volver en sí, él ya se había sentado en el sofá y la observaba con fijeza al tiempo que encendía su ordenador.