Capítulo 44
1252palabras
2023-11-29 00:01
La cita a ciegas entre Elvira y Renato transcurrió sin contratiempos. Ella se dio cuenta de que el caballero tenía buen sentido de humor y una genial personalidad. A pesar de ser miembro de una familia acaudalada, Renato se comportaba de manera humilde.
Después del primer encuentro en Skyrise, le siguieron otras reuniones.
Era un fin de semana y Elvira tenía otra cita pautada con Renato. Justo se encontraba bajando las escaleras cuando su hermano llegó a la puerta principal de la vivienda.

"¡Hola, Ferran!", Elvira lo saludó con la mano y se detuvo a su lado.
"¡Ey! ¿A dónde vas?", el chico le preguntó a la par que la miraba con intensidad. "¿Tendrás otra cita con el joyero?".
"¡Oye! Él tiene un nombre y es Renato. ¡Y sí, voy a salir con él!", ella exclamó con entusiasmo y dio algunas vueltas.
"¡Vaya, parece que van demasiado rápido!", asintió y se rio por el comportamiento de su hermana. "Supongo que es algo bueno. ¡Al menos habrá alguien que te controle de ahora en adelante!", añadió en broma antes de ir directo a su dormitorio que quedaba en el segundo piso.

"¡Bueno, ya lo veremos!", Elvira gritó a la vez que miraba hacia las escaleras.

Cuando la mujer salió de la mansión, Renato ya la estaba esperando en la entrada; se hallaba golpeteando el canal de la ventanilla de su auto deportivo mientras seguía el ritmo de la canción que se reproducía en su radio. Se veía bastante guapo y varonil con su cabello negro despeinado y sus gafas de sol negras. Aparte, portaba una camisa de color azul cielo que combinaba con el tono bronceado de su piel.

"Whoa! I feel good, I knew that I would, now. I feel good, I knew that I would, now. So good, so good, I got you", él cantó al tiempo que esperaba a que Elvira saliera. Se había distraído tanto que no se percató de que ella ya estaba cerca de él, sonriéndole y observándolo con una mirada divertida.
La señorita Hidalgo se dedicó a escucharlo con atención y le sorprendió que al hombre no le importara que los guardias de seguridad estuvieran presenciando todo.

"¡Qué sorpresa! ¡No imaginé que cantarías tan bien!", comentó de manera abrupta, haciendo que él se sobresaltara y se avergonzara.
"¿Cuánto tiempo llevabas ahí?", preguntó sin atreverse a mirarla a los ojos. Luego, salió de su auto y abrió la puerta del copiloto para que la bella dama se subiera.
"¡Estuve ahí por un buen rato!", ella replicó a la par que se acomodaba en el vehículo. "¡Gracias!".
"¡Ah, qué vergüenza!", Renato declaró con timidez y se rascó la cabeza.
"¿Por qué? ¡Tienes una voz muy bonita!", Elvira lo elogió antes de subir el volumen al reproductor y seguir el ritmo de la música.
"¡Vamos, canta conmigo!", Renato le propuso al tiempo que la observaba con una sonrisa.
Ambos cantaron una variedad de canciones mientras iban de camino a la exposición de pinturas. Los dos se rieron y suspiraron al terminar de cantar, y cuando el hombre estacionó su auto, Elvira se levantó de su asiento y examinó su alrededor.
"El evento comenzará en treinta minutos, ¿verdad?", él preguntó en voz baja, puso una mano en la espalda de la mujer y la guio hasta la puerta principal de vidrio.
De repente, la señorita Hidalgo escuchó que su teléfono sonó. "Lo siento, mi tía me llama de Londres, así que debo atender la llamada", explicó a la vez que sacaba el celular de su cartera.
"No te preocupes, te esperaré adentro", él replicó de manera caballerosa.
La mujer se dirigió al estacionamiento para atender la llamada de su tía. Debido al sonido de los vehículos entrando y a la gente caminando hacia la entrada, tuvo que taparse el otro oído antes de hablar. "¿Aló, tía? ¿Sucedió algo?", preguntó con preocupación.

"¿Qué más podría ser? ¡Te llamé porque necesito que regreses urgentemente!", Tabita enfatizó cada palabra en su segunda oración.
"¿Eh? ¿Por qué?", Elvira se quedó confundida. Todavía no quería volver, ya que estaba disfrutando de sus vacaciones largas en su ciudad natal.

"¡Oye! ¡No creas que porque eres mi sobrina puedes hacer lo que se te dé la gana! ¡¡¡Ya te has ausentado por seis meses!!! ¡¿Acaso quieres que te despida?!", regañó a la jovencita en voz alta.
Debido al dolor de oído que le provocó el tono tan agudo que utilizó su tía, la señorita Hidalgo tuvo que sacudirse la cabeza y cerrar los ojos. "¡Tía, aún no quiero regresar!", ella se mordió el labio inferior tras contestarle.
"Elvira, eres la única que puede ayudarme. ¿Qué estás haciendo? ¿Por qué me pones las cosas tan difíciles?", inquirió en un tono lastimero. La única arma que tenía Tabita era hacerse la víctima para inducirle culpa a su sobrina, y si Elvira siguiera sin caer en su trampa, sacaría la carta del «gato con botas». Si bien su estrategia siempre había funcionado, aquella vez fue diferente…


"Lo siento, tía. En serio no estoy dispuesta a volver todavía. Puedes contratar a un nuevo diseñador para que te ayude, o capacita a Jael y Amabel. Me parece que ellas también tienen potencial para el diseño de moda", la chica sugirió con elocuencia y firmeza. Dado que alcanzó a oír el largo suspiro de su tía al otro lado de la línea, se la imaginó sacudiéndose la cabeza y frotándose las sienes.

"Elvira, la cuestión es que nos llegó un pedido enorme, y la cliente solo quiere que seas tú quien diseñe y confeccione su ropa personalmente", confesó después de una larga pausa.
A la joven le costaba creer que en verdad tuvieran un pedido de esa magnitud y tampoco se imaginaba quién podría ser la persona en cuestión, por lo que se rio entre dientes y le preguntó a su tía: "¿A qué te refieres con eso? ¿Y quién es la cliente?".

"No me crees, ¿verdad?", Tabita inquirió con molestia, pues se estaba impacientando.
Por su parte, a Elvira le dieron ganas de colgar. Llevaba alrededor de veinte minutos hablando de tonterías con su tía y había un apuesto hombre esperándola dentro del edificio.
"¿Quieres saber cuántos? ¡Son tres…!", Tabita exclamó.
"¡Son solo tres, tía! ¡Puedes hacerlo sola!", la señorita Hidalgo frunció el ceño y entrecerró los ojos.
"¡Tres docenas de vestidos para entregarlos en un mes!", su tía rugió a la par que acercaba más el teléfono a su boca.
Elvira se quedó boquiabierta y observó su celular por unos segundos para asimilar lo que acababa de escuchar. «¡¿Cómo que tres docenas de vestidos para entregarlos en tan poco tiempo?! ¿Acaso la cliente va a abrir una boutique?», pensó.
"Em, tía… ¿Q-quién es la cliente?", preguntó entre tartamudeos.
"¡Jacinta Ávila!", Tabita respondió al instante.
En ese momento, Elvira quiso desvanecerse; sin embargo, su cuerpo no cooperó y solo se quedó tan tiesa e inmóvil como un árbol.
Tan pronto como ella entró al edificio, Renato vio su pálido rostro, por lo que le preguntó consternado: "¿Qué ocurre?".
De manera inconsciente, la señorita Hidalgo tomó la mano del hombre y se recargó en la pared más cercana. Entonces, susurró en un tono abatido: "Creo que pronto tendré que volver… a Londres".
La exposición era bastante animada y vibrante; hermosas cortinas adornaban los marcos de las paredes y todos se detenían a admirar las obras. No obstante, Elvira no podía ver más que blanco y negro en ese lapso. Todo lo que pensaba era en la posibilidad de volver a ver a Graham.