Capítulo 40
1033palabras
2023-11-25 00:01
Elvira condujo su Mercedes Benz negro de regreso al estudio de su tía y cerró la puerta de golpe al salir del auto. En lo que arrastraba los pies hacia la entrada, se pasó los dedos por el cabello y ladeó la cabeza, haciendo que su cuello descubierto cautivara a los que transitaban por el estacionamiento. Entonces, dio un profundo suspiro antes de presionar el botón automático de la puerta. Su rostro desanimado pedía a gritos por consuelo.



"Señorita Hidalgo, ¿cómo se encuentra el señor Zhang?", Jael preguntó y caminó hacia la otra mujer mientras sostenía un vestido. Justo se hallaba atendiendo a un par de clientes cuando vio entrar a Elvira con una expresión de angustia.
"Él está bien", respondió, suspiró abatida y dejó caer su cartera en la mesa de la recepción. "Por cierto, me iré de viaje la próxima semana, así que ocúpate del estudio por un tiempo. No te preocupes, le pediré a Amabel que te ayude. Además, mi tía Tabita regresará pronto", le avisó al tiempo que se dirigía a la despensa.
Amabel era una nueva empleada, tenía la misma edad que Jael y era amigable.
"¡Ayúdalos a elegir un vestido para su aniversario de boda!", Jael le dio la prenda a Amabel y le indicó que asesorara a la pareja, a lo que esta le hizo caso de inmediato.
La primera chica siguió a Elvira, quien se sentó en el sofá inglés blanco de brazos enrollables. La señorita Hidalgo tenía su taza de café contra los labios mientras admiraba la pintura que se hallaba en la pared; había doblado los brazos sobre el regazo y traía sus esbeltas piernas separadas. Si bien su postura era simple, lucía como una hermosa sirena ante los demás.
Asimismo, su atuendo acentuaba su atractivo cuerpo: vestía una prenda de mangas blancas de tres cuartos, unos jeans ajustados de un tono azul descolorido y un par de tacones sin tirantes con puntas abiertas. Estaba tan absorta en sus pensamientos, tan distante y desconcertada que parecía una mujer que anhelaba que el amor de su vida llegara.

"Elvira, ¿estás bien?", Jael le preguntó después de observarla durante un largo rato.
"Sí, solo estoy un tanto cansada", respondió a la vez que bajaba la vista hacia sus zapatos.
"¿A dónde irás la próxima semana?", la asistente se sentó frente a ella, pues estaba confundida y preocupada.
"Al extranjero. Necesito despejar mi mente", contestó a la par que se aclaraba la garganta. "Por favor, dile a mi tía Tabita que iré a China a visitar a mi familia", añadió, se levantó y se dirigió a su oficina.

Aunque Jael no hizo ningún comentario al respecto, sus ojos siguieron los pesados pasos de la mujer. Sabía que algo andaba mal con ella, pero no lograba descifrar qué era.
Mientras tanto, en el hospital, Graham se acostó en la cama, se llevó una de las manos a la frente y se dispuso a observar el techo con una mirada vacía. Él también estaba pensando en ella.
Seguía estando en aquella posición al momento en que su asistente entró a la habitación con unos papeles en la mano. "Presidente, no hay duda de que la persona que intentó matarlo en la mañana fue el guardaespaldas de Bagrat Bermudez, Markel Ramos".
Al oírlo, Graham se levantó al instante, le quitó las hojas y las revisó una por una. Al cabo de unos segundos, entrecerró los ojos cuando vio la foto de una mujer que estaba con Markel. Se trataba de Selene, la joven de la que el guardaespaldas se había enamorado desde su infancia. El empresario intuía que se habían tomado la fotografía hacía varios años, ya que ambos vestían su uniforme de la preparatoria y parecía que era el día de su graduación.
"¿Quién es esta mujer?", le preguntó a Naín a la par que le devolvía los papeles.
"Su nombre es Selene Miao. Era novia de Markel, pero terminaron después de que se graduaron de la preparatoria", su asistente detalló.
Graham se acercó a la ventana, contempló el paisaje del exterior y metió las manos en los bolsillos.
"Presidente, ella es la mujer con la que está saliendo el director", complementó.
Al escucharlo, Thiago se volteó de forma abrupta hacia su asistente y lo miró por unos instantes. "Gracias por la información, ya puedes retirarte. Volveré a la oficina mañana", el magnate le indicó a la vez que volvía a dirigir su atención hacia la vista que le ofrecía la ventana.
"Señor, es muy pronto para salir del hospital, aún no ha sanado por completo", Naín argumentó con preocupación. Conocía muy bien a su jefe y sabía que era una persona bastante testadura que siempre cumplía con su palabra.

"¡¿Cómo te atreves a sermonearme, Naín?!", inquirió en un tono tan alto y furioso que al asistente le dieron ganas de encogerse.
"Es que me preocupa su integridad, señor", replicó con suavidad antes de inclinar la cabeza.
"En lugar de preocuparte por mí, deberías concentrarte en protegerla", el joven Liu le ordenó a su asistente y le dio unas palmaditas en el hombro.
"¡Sí, señor!", replicó de manera respetuosa antes de irse, y tan pronto como entró al ascensor, marcó el número de Elvira.
"¿Aló?", una voz suave contestó al otro lado del teléfono.
"Hola, señorita Hidalgo. Soy yo, Naín… La llamaba para decirle que el representante Zhang quiere verla". Dado que pretendía evitar que su jefe saliera del hospital, necesitaba a una persona que fuese capaz de persuadirlo.
"¿Para qué?", la mujer inquirió de forma casual.
"No lo sé, pero la está esperando. ¡Ah, casi se me olvidaba avisarle! No puede usar su celular porque se rompió en el accidente, por eso no se ha comunicado directamente con usted", continuó forjando mentiras que resultasen convincentes para la joven.
Como hubo un largo silencio, el muchacho comenzó a entrar en pánico, pues en verdad deseaba y necesitaba que ella creyera su cuento.
"Muy bien, iré entonces. ¡Dile que me espere!", Elvira accedió después de dar un profundo suspiro.
"Eso haré, señorita Hidalgo. ¡Adiós!". Tras colgar, Naín apretó las manos en puños para celebrar su victoria. A partir de entonces, se lo dejaría todo en manos de la mujer.