Capítulo 37
1297palabras
2023-11-22 10:30
Después de descansar, ambos fueron a las tiendas departamentales. Graham la llevó primero a la sección de damas para comprarle algo de ropa, y Elvira lo siguió sin objeciones, pues ya no le quedaba energía para interferir con sus decisiones.
Una vez que llegaron a una boutique muy reconocida, la vendedora los atendió de inmediato. "¡Buenas tardes, señor y señora!", les saludó con dulzura. Como la joven Hidalgo notó que la chica tenía la mirada fija en Thiago, rodó los ojos con molestia y se apartó de él.
"Planeamos comprar ropa para ella, pues irá a una cena", el joven Liu explicó con sequedad.
"¡Thiago!", Elvira exclamó al notar que no le hacía caso, a lo que Graham se encogió de hombros y le dedicó una sonrisa a la vendedora.
"Nos llegó una nueva colección. ¡No me cabe duda de que le va a quedar espectacular!", la muchacha comentó a la vez que les mostraba diferentes modelos de vestidos.
El empresario examinó cada una de las prendas y no pudo evitar entrecerrar los ojos, ya que una le resultaba peor que la anterior. La mayoría eran muy provocativas, algunas eran ajustadas y con escote bajo; otros tenían aberturas que quedaban por encima del muslo, por lo que la gente podría ver lo que hubiera debajo de la tela con tan solo un ligero movimiento o descuido. Por si fuera poco, muchas de ellas dejaban la espalda al descubierto.
A pesar de todo, Elvira ya se había fijado en un atuendo: un vestido de color crema con el dobladillo justo por encima del tobillo y con un escote en forma de corazón. Si se lo pusiera, de seguro le resaltaría su atractiva y hermosa clavícula.
"¿Puedo probar este?", le preguntó con molestia a la vendedora que estaba al lado del hombre. Se suponía que la encargada debía guiarla al probador. No obstante, en lugar de eso, se encontraba ocupada charlando con el magnate.
"¡Sí, señora! Por aquí, por favor", la otra mujer se limitó a mostrarle el vestidor y regresó a donde Graham.
La señorita Hidalgo se puso furiosa, y en un arranque de ira, eligió un vestido de color rojo intenso con un escote pronunciado y una gran abertura en el lado izquierdo.
Al entrar en el probador, se puso la primera prenda que agarró, y cuando salió, Graham se quedó boquiabierto. Hasta la vendedora estaba asombrada, puesto que el vestido le quedaba bastante bien.
"¡Ejem!", Thiago tosió para ocultar lo encantado que estaba de ver lo hermosa que lucía. Luego, se le acercó y la admiró de pies a cabeza. "¿Estás segura de que... te vestirás así esta noche?", tartamudeó mientras le preguntaba.
De repente, se preocupó de que, durante la cena, aquel hombre fuese a morderle su provocativo cuello cuando ya no estuvieran sobrios. Sin dejar de observarla, se imaginó todo lo que podría ocurrir en aquella noche mientras ella cenara con ese sujeto.
"Por supuesto. ¡Creo que a mi novio le encantará verme con este vestido!", ella pronunció aquello de forma deliberada para darle celos al magnate, y vaya que lo logró. En el instante que terminó la frase, el rostro de Graham se volvió sombrío.
La mujer también seleccionó unos tacones altos con tiras negras para combinar con su prenda.
Incluso después de salir de la tienda, el joven Liu no se dio cuenta de que ella había comprado en secreto el vestido rojo que había escondido en el probador.
Enseguida, se dirigieron a la sección de hombres. Dado que Elvira era bastante veloz al momento de comprar, no tardó en fijarse en ciertos artículos y supo de inmediato qué se llevaría.
"Damen suele usar prendas de mangas largas, así que las mancuernillas quedarán geniales con su atuendo, ¿no crees, Thiago?", miró al magnate a la par que escogía un par de mancornas de los cajones de cristal. Si bien el joven Liu asintió, internamente aborrecía su idea.
"Creo que me llevaré estos. ¡Son de su estilo!", la mujer tomó unas mancuernillas azules marinos de cristal para Damen. Justo cuando estaba a punto de entregárselos a la vendedora, Graham agarró otro par y los llevó al mostrador de inmediato.
"¡Date prisa! ¡Envuélvelos de inmediato!", le exigió con autoridad al cajero, cosa que hizo que los presentes se sobresaltaran.
Una vez que terminaron de comprar, Graham la llevó a su apartamento. "¡Gracias por acompañarme, señor Zhang! En verdad te lo agradezco muchísimo", Elvira le dijo con dulzura mientras miraba al hombre que aún lucía molesto y que traía el entrecejo fruncido. En el momento que ella salió del auto, el empresario se fue con prisa.
Entretanto, Elvira se reía con satisfacción. «¡Jum, es tan obvio que sientes algo por mí!», pensó.
Llegó la noche y Damen fue a buscarla a su apartamento, se encontraba muy nervioso e inquieto. Tan pronto como Elvira apareció frente a la puerta, no podía quitarle los ojos de encima. En su opinión, lucía como una diosa andante.
La joven Hidalgo se puso el vestido rojo que había comprado en secreto. Se soltó el cabello para que combinara con su atuendo, aunque pasó un par de horas alisando su pelo. Elvira parecía una sirena a la vista de los demás.
"¡Te ves preciosa!", Damen la elogió con timidez. Por primera vez en su vida se sintió cohibido al halagar a una mujer. Entonces, se sonrojó, la sujetó por la cintura y la guio hasta su vehículo.
"Gracias", ella le dedicó una sonrisa y se sostuvo el dobladillo de su vestido.
...
Por otro lado, Graham se encontraba en su propio apartamento y no podía concentrarse en nada. Había estado caminando de un lado a otro en su sala, y de vez en cuando observaba a través de la mirilla. Resultaba que Damen era su vecino, pues vivía justo enfrente de él.
Tan pronto como escuchó a un hombre y a una mujer hablando con entusiasmo en el pasillo, reconoció sus voces al instante.
«¿Por qué te ríes a carcajadas? ¿Tan feliz estás de verlo?», Thiago regañó a la mujer en su mente. Al no soportarlo más, abrió de par en par la puerta y se quedó impactado por lo que vio: Damen sostenía la cintura de Elvira, y el vestido de la chica no era el que compró horas atrás, sino uno más revelador y seductor; el color por sí solo era capaz de despertar la l*juria en los ojos de los hombres que la vieran.
"¡Hola, señor Zhang!", la señorita Hidalgo también se quedó atónita. Al percatarse de cómo reaccionó el empresario, se puso nerviosa por alguna razón.
Graham la contempló por unos segundos, y cuando se volteó hacia Damen, vio que el otro joven traía una sonrisa victoriosa en su rostro.
"Hola. Me presento, me llamo Damen. Debes ser Thiago, ¿verdad? La persona que llamó a Elvira la otra vez", estiró la mano hacia su vecino, pero Graham lo ignoró.
Como la mujer se sintió avergonzada por su forma de comportarse, le tomó la mano al chico que estaba a su lado y le dijo: "Deberíamos entrar, Damen. Me muero de hambre".
"¡Me parece perfecto!", replicó con alegría mientras le apretaba las manos a la mujer.
Cuando Elvira se dio la vuelta, Graham se percató de que su suave y encantadora espalda estaba descubierta ante los ojos de todos, por lo que sintió una oleada de rabia recorrer su cuerpo. Debido a la gran molestia que sentía, volvió a su vivienda y cerró la puerta de un solo golpe.
El magnate no se fijó en el tiempo, sino que se dedicó a esperar en el sofá mientras observaba la pared con una mirada vacía. Tenía los ojos rojos debido al vino que había estado bebiendo desde que vio a la señorita Hidalgo entrar a la casa de Damen.