Capítulo 33
1439palabras
2023-10-30 11:12
Mientras Elvira sostenía el trapeador que le habían dado para comenzar su trabajo, no pudo evitar golpear los pies contra el suelo molesta y murmurar con ira: "Thiago Zhang, ¿cómo pudiste hacerme esto? No vine aquí para limpiar tus pisos. Vine aquí para estar contigo".
Cuando Cintia notó las pocas ganas que la mujer le ponía al trabajo que le había encargado, la reprendió de inmediato. "¿Qué estás murmurando? Deja de quejarte, ¿vale? ¿No postulaste aquí para ganar dinero? Así que deja de hacer escándalo".
"¡No lo hice~!" exclamó Elvira; sin embargo, al notar que no valía la pena explicar su situación, simplemente cerró la boca.
"Olvídalo" murmuró.
Sin embargo, su estado de ánimo seguía siendo el mismo, ni siquiera se encontraba trabajando de la forma adecuada, por lo que Cintia siguió reclamándole: "¡Oye! ¡No trapees el piso de esa manera! Lo estás mojando demasiado. ¿Quieres que la gente de aquí se resbale?" Elvira había estado mojando el trapeador en el agua pero sin escurrirlo. La encargada del área le arrebató el trapeador de las manos y de inmediato intentó ensañarle cómo hacer la limpieza correctamente.
"Cuando sumerges el trapeador en el agua, también tienes que escurrirlo. Luego, después de eso, frótalo suavemente así. ¿Ves?" Su voz era suave pero firme. Elvira se limitó a asentir. Lamentablemente, su mente no estaba del todo centrada en su supuesto "trabajo actual", sino en el hombre que se encontraba en el piso más alto de aquel edificio.
"¿De qué sirve venir aquí si no lo veo?" pensó afligida.
Cintia, que la observaba en silencio, le dio un codazo cuando vio que, de un momento a otro, los labios de Elvira se convirtieron en un puchero.
"¿En qué estás pensando? Concéntrate en lo que haces, si no tendrás que trabajar hasta la noche. ¿Quieres que eso suceda?" Cintia preguntó.
"¡¿Eh?! ¿Eso servirá? ¿Puedo quedarme aquí hasta la noche?" Los ojos de Elvira brillaban de alegría ante la idea de la nueva posibilidad.
Cintia se rio al pensar que era una persona extraña. "¡Sí! ¿Por qué? ¿Eso deseas? ¡Entonces adelante! ¡Oh! Por cierto, es la hora del almuerzo. ¡Ya puedes tomar tu descanso!" la mujer le informó y, finalmente, se fue.
Cuando Elvira se enteró de que era la hora del almuerzo, se dirigió apresuradamente a la oficina de Graham; sin embargo, cuando estaba a punto de abrir la puerta, la mirada de Naín cayó sobre ella, lo que la detuvo, debido a la expresión de sorpresa e incredulidad del hombre.
"¿Señorita Hidalgo? ¿Es usted?", Naín preguntó confundido mientras entrecerraba los ojos analizando la apariciencia de la mujer.
"¡Oh! ¡Señor Beltran, hola! ¿Sorprendido?" ella le contestó con una sonrisa.
Naín no dijo nada pero su mente volaba con un montón de teorías imposibles sobre la razón por la que ella se encontraba en aquel lugar vestida de aquella forma. "Parece ser que Elvira realmente estaba dispuesta a hacer cualquier cosa solo por estar con el presidente", pensó Naín sorprendido.
"¿Está Thiago adentro?" preguntó la mujer de repente, arrancándolo de sus pensamientos.
"Bueno, sobre eso... Sí, está adentro, pero está almorzando con la señorita Ávila" respondió Naín vacilante.
"¿La señorita Ávila? ¿Ambos están adentro? ¿A solas?" el sentimiento de alegría que parecía rodearla, abruptamente cambió por un aura de molestia y celos.
"Así es, Señorita Hidalgo. Por lo que le sugiero que no entre allí viéndose de aquella forma. Es muy probable que la señorita Ávila pueda reírse de usted", añadió Naín con un tono de simpatía en su voz, justo en el momento en el que ella había estado a punto de girar la perilla.
"¡Tienes razón! ¡Está bien, Naín! Gracias por recordármelo. ¡Adiós!" Elvira se dio la vuelta y caminó hacia el ascensor.
Ante aquella situación, regresó al departamento de limpieza desanimada. Se sentó en una de las sillas y apoyó su cabeza sobre las palmas de sus manos, ambos codos reposaban sobre la mesa frente a ella. Se podía ver en su rostro que el mal humor se había apoderado de ella.
"¡Es inútil! ¡Vine aquí por nada!" dijo mientras golpeaba sus pies contra el suelo por debajo de la mesa.
Por otro lado, apenas Jacinta y Graham terminaron de almorzar, la mujer se apresuró por retirarse del lugar. No podía seguir molestar a Graham sabiendo la montaña de documentos sobre su escritorio que debía revisar.
"Me iré, entonces. ¡Nos vemos esta noche!", dijo Jacinta y luego le dio un suave beso en la mejilla a Graham. El hombre, ya se acostumbrado a dicho gesto por parte de la mujer, simplemente optó por ignorar el significado implícito.
"Adiós. Te acompaño al ascensor.", Graham respondió.
Ambos comenzaron a caminar hacia el elevador, sin saber que Elvira también se dirigía hasta aquel lugar; sin embargo, cuando Elvira los vio, se escondió inmediatamente en un rincón.
"¡No lo olvides esta noche! ¡Tienes que recogerme!", pudo escuchar ver exclamar a Jacinta en un tono amoroso mientras le guiñaba un ojo a Graham y le daba un beso infantil, con los labios en posición de puchero.
"No te preocupes. No lo olvidaré. Te recogeré por la noche", pronunció suavemente Graham mientras le sonreía con dulzura.
Elvira había sido testigo aquella íntima interacción, lo que la había dejado sin palabras por un largo momento. Sin querer saber nada más, se dio la vuelta y subió las escaleras de inmediato para alejarse del lugar.
Una vez que Jacinta se había ido, Graham llamó a Cintia de inmediato. Cuando la mujer se presentó frente a él, le informó con lujos de detalle todo sobre Elvira.
"Señor, ¿no sé cómo logró obtener el trabajo? Es obvio que no tiene ninguna experiencia. Sus dedos ya estaban llenos de rasguños con solo limpiar un piso", se quejó la mujer.
Cintia continuó quejándose un poco más mientras negaba con la cabeza. Ante todo ello, Graham simplemente la escuchaba con atención. Le alegraba saber que Elvira limpió con éxito un piso. Para él eso ya era un logro por parte de ella, debido a que la mujer había nacido con muchos privilegios.
"¡Ah! Casi lo olvido. ¡La chica ni siquiera fue a la cantina a almorzar!" Cintia exclamó de repente, mientras se daba unas leves palmaditas en la frente.
"Muy bien, Cintia. Gracias. Puedes retirarte ahora", Graham dijo con indiferencia.
"Cómprale algo de comida a Elvira", dijo Graham apenas Naín pisó su oficina inmediatamente después de que Cintia se fue.
"¡Sí, presidente!" Naín respondió sin preguntar. Era muy probable que su jefe haya descubierto que la mujer no había almorzado.
Cuando Naín compró la comida y la llevó al departamento de limpieza para entregársela, no pudo encontrarla por ninguna parte, por lo que de inmediato comenzó a preguntarle a los otros trabajadores si la habían visto.
"¡Estaba limpiando el último piso hace un rato!" respondió una señora de la limpieza.
"¿El último piso?" Naín inmediatamente corrió hacia aquel lugar. En aquel piso se encontraba la oficina de Graham, pero al llegar al lugar, escuchó un fuerte golpe en el pasillo. Parecía haber sonado como si algo hubiera caído al suelo con fuerza. Incluso los empleados de ese piso salieron a ver qué había ocurrido.
Sin embargo, una vez que vieron lo sucedido, ninguno de los presentes pudo evitar la expresión de sorpresa y diversión en sus rostros: en el pasillo yacía su jefe en el suelo, sentado sobre su trasero mientras sus manos se doblaban en el aire.
"¡Elvira Hidalgo!" Graham simplemente atinó a rugir.
Su voz resonó en todo el pasillo. Nunca había sido humillado así en toda su vida.
Era evidente que había resbalado en el suelo mojado. Los empleados no pudieron controlarse y, cuando entraron a sus oficinas de nuevo a sus oficinas, las risas se comenzaron a escuchar alrededor de aquel piso del edificio.
Sin embargo, por otra parte, ni Naín ni Rita sabían cómo reaccionar. Ambos simplemente se miraron mientras se mordían el labio inferior. Ambos jadeaban conflictuados entre la preocupación y la gracia de la situación, tratando firmemente en no reírse. Era una ventaja para ellos que Graham estuviera de espalda a ellos, de lo contrario, hubieran tenido que asumir las duras consecuencias de sus propias acciones.
"Señor, ¿se encuentra bien?" Naín reaccionó y rápidamente se acercó a su jefe. El hombre casi se olvida de ayudarlo. Cuando Graham se levantó lentamente y se dio la vuelta, Naín pudo notar su rostro rojo y apagado.
"¡No te atrevas a dejarla volver a mi edificio!" ordenó como un soldado, lo que sobresaltó a Naín. En el fondo, Naín y Rita le agradecían a Elvira por haber logrado aquello, aunque fuera de casualidad. "Ella volvió a ganar", ambos pensaron de inmediato.