Capítulo 28
1209palabras
2023-10-27 14:28
Aun así, en el campo de tiro, Elvira se divertía aprendiendo a disparar un arma. Esta vez no usó el protector auditivo. Parecía que sus oídos se estaban acostumbrando al ruido atronador del arma.
Graham la miraba con satisfacción. Cuando vio que le fascinaba lo que estaba haciendo, se levantó y le quitó el arma.
"Thiago, todavía me estoy divirtiendo", protestó ella, y golpeó el suelo con los pies.
"Es suficiente por hoy. Es casi la hora del almuerzo. ¿No tienes hambre?", le dijo Graham mientras estiraba la mano en el aire y ponía el arma fuera de su alcance.
Cuando ella oyó la palabra "hambre", su querido estómago cooperó. Se sintió avergonzada cuando dejó escapar un sonido sordo que hizo a Graham levantar las cejas.
"Vamos. Regresemos a la mansión", dijo él mientras la tomaba de las manos.
Estaba tan feliz con la forma en que Graham la trataba que se olvidó del beso que él le dio a Jacinta ayer.
"Thiago, ¿puedes llevarme a caballito?", le preguntó repentinamente, dándole a entender que quería que él la llevara en la espalda.
"Puedo, pero no quiero". Graham descartó abruptamente su deseo.
Ella no tuvo más remedio que darse por vencida. Puso mala cara. Mientras andaba pesadamente, sonó su teléfono. Se sorprendió cuando miró el identificador de llamadas. "Hola, Bagrat", dijo por formalidad.
Graham, que caminaba velozmente, de repente se detuvo al oír ese nombre. Se dio la vuelta con las manos en la cintura.
"No. Todavía estoy en Suecia".
"Bueno, hubo un imprevisto en el aeropuerto".
"Claro. Entonces, nos vemos en Londres".
"De acuerdo, adiós".
Después de colgar, miró a Graham, quien tenía el semblante oscuro y los ojos alertas. La estaba mirando profundamente.
"Eh. ¿Nos vamos?". Elvira reaccionó de inmediato, y evitó su mirada iracunda.
"¿Cómo él sabe tu número?". La voz severa de Graham fue como un trueno.
"Se lo di... ayer". Elvira respondió su pregunta tartamudeando.
Ella no lo sabía, pero cada vez que Graham la trataba de modo autoritario, se sentía como si fuese un ratón que quería huir rápido y esconderse en un agujero.
Graham entornó los ojos cuando oyó que fue ella quien le dio su número de teléfono. "¡Estúpida!", pensó.
"Parece que tienes interés en él", ¿eh?, dijo con sorna.
"¿Qué quieres decir?", preguntó Elvira. No solo le confundían sus preguntas, sino también sus acciones.
"Tú sabes lo que quiero decir". Rugió.
Discutían mientras iban hacia el auto. Cuando Graham estuvo delante de la puerta del asiento del conductor, se dio la vuelta y la miró fijamente.
"Escúchame, Elvira. Aléjate de él". Era un consejo y a la vez una súplica.
"¿Por qué? Dime el motivo para que pueda entenderte". Las palabras y los gestos de Graham la tenían ofuscada.
A veces pensaba que él se preocupaba por ella. Otras veces pensaba que la odiaba.
Él no le respondió, pero le dijo que subiera al auto. Después de eso, subió y la dejó parada frente al asiento del conductor. Ella no se movió de su lugar, y él bajó la ventanilla y la miró. Se estaba poniendo rojo. "¿No vas a entrar?".
Ella ni asintió ni negó con la cabeza. Se limitó a mirarlo intensamente.
"Está bien. Si no quieres entrar, no lo hagas". Estaba tan enojado que arrancó, se fue y la dejó.
Elvira se quedó mirando el coche, que desapareció de su campo visual. Rompió en llanto. Inclinó la cabeza mientras se dirigía lentamente hacia la puerta del espacioso campo de tiro.
Al pasar por la puerta de hierro, la lluvia comenzó a caer sobre su cabeza, y en el suelo. Miró hacia el cielo y observó la lluvia que caía en la tierra. Sus lágrimas también caían sin parar y pensó que, en ese momento, el cielo estaba a su favor.
Continuó caminando despacio, hasta llegar a la mansión. Le tomó unos treinta minutos llegar a su destino. Su cárdigan tejido estaba empapado de agua y estaba desgreñada. Se abrazó a sí misma y siguió mirando el suelo mojado.
El repiqueteo de la lluvia sustituyó a sus pasos mientras andaba de puntillas.
Fue directamente a su habitación. Se dio una ducha caliente, se arregló y se acostó. El tiempo lluvioso estaba sereno y fresco. Sintió que la invitaba a descansar y tomar una siesta por un momento. Mientras sus pesados párpados caían, oyó un suave golpe en la puerta.
Al ver que nadie respondía, Graham giró ligeramente el pomo y abrió lentamente, evitando hacer ruido.
Miró fijamente a la mujer que dormía acurrucada como una gatita en busca de refugio. Se le acercó y se sentó a su lado. Tocó su suave mejilla, sus hermosos ojos, su nariz fina y sus suaves labios, donde sus dedos permanecieron durante un rato.
"Ah". Elvira murmuró al sentir que una piel cálida tocaba sus labios. Graham contrajo los labios al sonreír.
Antes de salir de la habitación, la cubrió con una manta y luego volvió a besarla en la frente, como ya había hecho.
Elvira no bajó a cenar. Estuvo durmiendo hasta después de las nueve. Cuando despertó, ya estaba oscuro fuera. Recordó que aún no había almorzado ni cenado.
Cuando bajó las escaleras, Graham estaba sentado en el sofá, leyendo un libro.
"¿Tienes hambre?", preguntó, sin dejar de mirar el libro que tenía en las manos.
"Sí", se limitó ella a responder. La timidez la ruborizó. Ella era una visitante en esta lujosa mansión, pero era muy dormilona.
"Ven. Te preparé unos bocadillos", dijo Graham al tiempo que dejaba el libro sobre la mesa, se levantaba e iba para el comedor.
Ella lo siguió obedientemente. "¿Tú preparaste todo esto?". Abrió mucho sus hermosos ojos marrones con incredulidad. Él dijo que era un refrigerio, pero para ella, esto parecía más una espléndida cena tardía.
Graham le preparó tres tipos de chucherías escandinavas: galletas de azúcar noruegas, galletas de vainilla danesas y galletas de cardamomo con mermelada, con un toque escandinavo. También preparó chocolate caliente con malvaviscos.
"Siéntate aquí", dijo mientras le acercaba una silla.
Elvira se sentó. Los deliciosos dulces que tenía delante le hacían la boca agua.
Graham se sentó a su lado. Cogió un tenedor y cortó un pedazo de una de las galletas.
"Prueba esta. Es mi favorita". Le metió el trozo de galleta en la boca.
"Gracias. Es deliciosa", respondió ella, agradecida.
Iba a coger más, pero Graham le puso otra galleta en la boca. Cuando terminó de comer, se percató de que él le había dado la comida todo el tiempo. Luego, también le limpió la boca con una servilleta.
Sus extrañas acciones para con ella la tenían perpleja. "Thiago, ¿por qué me haces esto?", preguntó con severidad.
"¿Hago qué?", preguntó él, como dando poca importancia.
"Estas cosas ¿Por qué lo haces?, como si te preocuparas por mí". Estaba muy ansiosa y comenzó a nublársele la vista.
"Thiago, ¿tú sientes algo por mí?". Soltó un profundo suspiro después de hacer esta pregunta, era algo que la había tenido desconcertada todo el tiempo.
Al oír su pregunta, Graham se quedó sin palabras. Antes de responder, la miró detenidamente durante largo rato.
"No siento nada por ti. No malinterpretes mis acciones". Dicho eso, se levantó y se fue a su habitación, desconcertado. Volvía a dejarla sola, una vez más.