Capítulo 22
1442palabras
2023-10-27 14:27
Una vez que se fueron de la zona de aterrizaje, un Cadillac One negro apareció frente a ellos. El conductor, quien portaba un uniforme, se bajó, se dirigió al asiento trasero, abrió la puerta y le dedicó una reverencia a un apuesto hombre de edad mediana. Luego, dirigió su atención hacia Graham y Jacinta, los saludó y los ayudó a mover sus equipajes.
Graham le tendió la mano al sujeto de edad mediana. "¡Un gusto en saludarlo, presidente Exposito! ¿Cómo ha estado, señor?", inquirió y se inclinó de manera respetuosa mientras escondía un mensaje detrás de su gesto.
"¡Representante Zhang!", el señor le estrechó la mano y esbozó una sonrisa tan deslumbrante que hasta Jacinta se quedó fascinada. "Muy bien. ¡Bastante bien, de hecho!", respondió al comprender las palabras del joven Liu y observó a Jacinta, quien se quedó atónita detrás de Thiago. "Eres la señorita Ávila, ¿cierto?".


"¡Hola, presidente Exposito! ¡Es un placer conocerlo!", la chica le sonrió de manera cortés a la par que le estrechaba la mano.
"Dejémonos de formalidades, ¿sí?", Naín Exposito se rio entre dientes.
En realidad, Naín Exposito era el tío de Graham, el padre de Lesath y de Juanjo. No obstante, dado que tenían que ocultar la verdadera identidad de Thiago, todos en su familia contribuían a mantenerlo en secreto.
Los dos jóvenes se rieron con ligereza antes de que todos se subieran al lujoso vehículo para marcharse.
Durante el viaje, Naín trató de entablar conversación con Jacinta, ya que deseaba saber más sobre la bella dama que acompañaba a su sobrino.

"Graham me dijo que eres una pianista internacional, ¡me parece maravilloso!", la elogió a la vez que le guiñaba un ojo a Thiago.
Jacinta vio su expresión y siguió el juego: "Sí, me encanta tocar el piano. Me transmite paz y tranquilidad", comentó con una sonrisa cautivadora mientras observaba al joven Liu, quien la miró, sacudió la cabeza y le sonrió.
Naín asintió para mostrarse de acuerdo con su declaración. Sin embargo, como su última frase atrajo sumamente su atención, preguntó fascinado: "Y bien, ¿cómo fue que se conocieron, Jacinta?".


"¡Ejem!", Graham se aclaró la garganta a la vez que observaba a su tío para que dejara de intentar ser su cupido, ya que no quería que la señorita que tenía al lado malinterpretase algo. No obstante, lejos de hacer que se detuviera, parecía que aquello lo volvió más juguetón, justo como un adolescente.

A pesar de la incomodidad que percibía en el ambiente, Jacinta se sentía emocionada y le agradaba la idea de que el señor Exposito tratase de emparejarlos.
"¡Nos conocimos en la escuela primaria y nos volvimos mejores amigos!", reveló con entusiasmo.
"¿En serio? ¡Qué interesante! Cuéntame, ¿cuál fue tu primera impresión del señor Zhang?", alzó una ceja y le sonrió a su sobrino.
Cuando Graham se rio con incomodidad, no pudo evitar ahogarse con su propia saliva.
"Thiago me seguía a todas partes. ¡Siempre me hacía enojar y llorar!", Jacinta le dio un codazo a Graham al recordar aquellos momentos de su infancia. "¡Ahora que lo pienso, era como un insecto molesto!", añadió, y Naín soltó una carcajada.

Al escuchar el término que usó su amiga, Graham recordó a cierta persona que llegó a su vida y que la llenó de caos recientemente. Por ello, entró en pánico y miró por la ventana con la esperanza de ver a Elvira caminando por las calles.
"¿Qué pasa, Thiago?", Jacinta preguntó al notar el cambio tan drástico en su semblante.
"¡Ah, no es nada! Solo estaba admirando el paisaje. Hacía mucho que no visitaba este país, ¡me sorprende que siga siendo tan hermoso!", respondió sin pausas y sin dejar de mirar hacia afuera.
Jacinta se quedó confundida, puesto que era casi la una de la madrugada, todo estaba oscuro y lo único que podían apreciar eran las luces de la calle.
Naín, quien conocía a su sobrino a la perfección, supo de inmediato que algo le preocupaba, por lo que se prometió a sí mismo que indagaría al respecto cuando llegaran a la vivienda.
El Cadillac One se detuvo en una mansión de estilo europeo con un maravilloso paisaje y un portón gigante de hierro. Dos guardias de seguridad vigilaban la entrada con suma atención y cautela.
Cuando uno de los vigilantes presionó un botón y la puerta se abrió de par en par, el auto entró y se detuvieron frente a otro portón de hierro tras recorrer alrededor de cuatrocientos metros.
Al verlos llegar, los sirvientes los saludaron y llevaron sus equipajes al tercer piso de la mansión.
"Señorita Ávila, siéntete libre en casa. ¡Puedes considerar este lugar como tu hogar en Suecia!", el señor Exposito le indicó a Jacinta, quien se quedó asombrada por la belleza y elegancia de la enorme casa.
"Disculpa, representante Zhang, ¿puedo hablar contigo?", le preguntó a Graham, haciendo un gesto para indicarle que lo siguiera al estudio que quedaba al final del tramo de las escaleras.
El joven le hizo caso, y tan pronto como entraron, Naín no dudó en cerrar la puerta con llave. Dado que el estudio estaba insonorizado, podían hablar tan fuerte como quisieran.
"Dime, ¿qué es lo que tanto te preocupa?", inquirió con seriedad a su sobrino.
"Tío, ¿podrías pedirle a tus hombres que busquen a una persona? Su nombre es Elvira Hidalgo y acaba de llegar a Suecia", le suplicó al instante.
"¿Elvira? ¡¿La hija de Marcel Hidalgo?!", como reconoció aquel nombre, frunció el ceño y entrecerró los ojos.
"Sí, tío, es ella. Es una larga historia, pero me preocupa que siempre esté en peligro por culpa de los enemigos de su hermano", Thiago explicó con cautela.
No hacía falta que le diera tanta información a Naín, ya que, al ser un empresario, conocía muy bien el estilo de vida de los Hidalgo.
"Está bien. No te preocupes, le diré a mis hombres que la busquen… ¡Vamos, es hora de que vuelvas con tu novia!", comentó en broma y le guiñó un ojo.
"Tío, ella es como una hermana menor para mí", aclaró a la par que metía las manos en los bolsillos.
"Puede que tú la veas de esa manera, ¡pero es todo lo contrario para ella!", se rio antes de darle palmaditas en el hombro de su sobrino.

Casi al amanecer, en uno de los bares del centro de la ciudad, una bella pero abatida dama bebía sin parar en la barra. Traía los ojos hinchados de tanto llorar, y dado que llegó al aeropuerto alrededor de la medianoche, fue directo al bar más cercano. Llevaba su equipaje consigo y era evidente que no tenía intenciones de abandonar el lugar.
Como eran las tres y media de la madrugada, el barman se preocupó y le preguntó de manera cortés: "Señorita, ¿planea dormir aquí?".
Era muy arriesgado que una mujer tan hermosa bebiera sola en un bar. Sobre todo, porque se notaba que era una turista que visitaba aquella ciudad.
"¿Me dejas dormirme aquí? Es que no tengo un lugar en donde quedarme", preguntó con sus ojos llorosos y rojos.
El camarero estaba a punto de negarse, pero un joven se le acercó a Elvira con intenciones de llevársela a su casa. El barman se alarmó de inmediato, por lo que llamó a alguien y la vigiló mientras esperaba que llegaran por ella.
El hombre desconocido no dejó de molestar a Elvira en ningún momento, aprovechándose de que estaba ebria. "¡Vamos, puedo llevarte a casa!", la agarró con fuerza por la muñeca y trató de alejarla de la barra. Por suerte, el camarero lo detuvo.
"Señor, ¿en serio conoce a esta mujer?", preguntó con una mirada penetrante.
"¡Por supuesto, es mi esposa! Vámonos, cariño", pese a que el sujeto intentó cargarla, otra persona tomó a Elvira por la cintura y la alejó de él.
La joven Hidalgo se tambaleó y se quedó confundida, puesto que reconocía aquel encantador aroma. Cuando levantó la vista, vio que Graham la contemplaba con frustración. Sin confiar en sus ojos, parpadeó un par de veces para comprobar si él era real. Al mismo tiempo, esbozó una pequeña sonrisa y mantuvo una expresión sombría.
Si bien Thiago estaba molesto, no dudó en cargarla sobre el hombro. Sin embargo, parecía que el joven que la molestaba no quería darse por vencido.
"¡Oye! ¡¿Cómo te atreves a tocar a mi esposa?!", protestó y presionó con fuerza el hombro de Graham, lo cual enfureció aún más al magnate.
Sin dejar de sujetar a Elvira en uno de sus brazos, logró arrojar al desconocido en el suelo con total agilidad, dejándolo inconsciente. Por su parte, el camarero no pudo evitar admirar la gran fuerza del joven Liu.