Capítulo 16
1552palabras
2023-10-23 16:26
Cuando terminó de hablar con Naín, salió de su habitación y fue hacia la de Elvira, tocando dos veces su puerta. Elvira abrió, y como acababa de bañarse, tenía el cabello mojado y solo traía puesta una bata de baño.
“¿Qué pasa?”, preguntó con una simple mirada.
“Ponte un vestido de fiesta. Tenemos una cita con alguien esta noche”, le ordenó él fríamente.

Como a Elvira no le importaba mucho la reunión, se puso un atuendo sencillo: un vestido informal de manga corta con cuello redondo y de bloques de color, y tacones de color rosa con punta abierta. Se peinó con elegancia, recogiéndose el rizado y castaño cabello.
Cuando salió de su habitación, Graham ya la esperaba en la sala, mirando su reloj. Su traje negro hacía que se viera más elgante y fino. Elvira lo miró con admiración. Pensó que parecía el hombre de acción perfecto, vestido así, como un Mister Bond.
“¿Acaso soy tan guapo?”, le preguntó Graham con molestia, pero seguía mirando su reloj.
Elvira se sobresaltó y se movió a toda prisa de donde estaba: “¡Eres muy guapo!”, comentó con una sonrisa llena de orgullo y cariño.
Graham solo la miró fijamente y caminó hacia la entrada, dejándola anonadada. “Oye, ¿no me tomarás de la mano? ¿O no me agarraré a tu brazo?”.
Graham se dio la vuelta y la miró. “¿Por qué lo haría? ¡Tú no eres mi chica!”.

Elvira de repente se puso roja por la vergüenza.
¡Lo hizo de nuevo! ¡Van dos!
Graham no lo sabía, pero ella se las estaba contando, y cuando Graham la molestara por tercera vez, le haría algo que por ahora no podía. Así, su sonrisa cariñosa se reemplazó por un ataque de ira.
Dentro del auto, Elvira no podía dejar de moverse, y no se sentía nada cómoda con la silenciosa atmósfera. Tenía muchas ganas de hablar.

Cuando Graham se dio cuenta de ello, puso un poco de música para animar la situación.
“¡Oh! ¡Es Lesath Exposito!”, exclamó Elvira.
Siempre le había gustado Lesath, y añoraba conocerla en persona.
“¿La conoces?”, preguntó Graham.
La emoción invadía la cara del hombre. Cada vez que la gente admiraba a su prima, se sentía sumamente orgulloso.
Para ser honesto, le enorgullecían los triunfos de sus hermanos. Y cuando ellos tenían problemas, él siempre estaba ahí para ayudarlos. Graham era, sin duda, no solamente un hermano cariñoso, sino un verdadero amigo.
“Sí, es famosa. Me encantan sus canciones y sus películas. A veces se me viene a la mente, que me gustaría emparejarla con mi hermano…”.
“¡Eso jamás!”, la interrumpió Graham, quien apretaba los puños con fuerza sobre el volante. “¡No digas tonterías!”, añadió con el rostro ensombrecido.
Elvira solo lo miró fijamente y se encogió de hombros. “Está bien, está bien, entiendo. Muchos hombres adoran su belleza y carácter, así que no hay problema. Sé bien que hay algunos fanáticos que adoran tanto a sus ídolos, que a veces se ponen furiosos cuando escuchan a otros admirándolos”.
Graham frunció las cejas, ya que entendía bien a qué se refería ella, pero prefirió simplemente ignorarla.
Al llegar al restaurante, vieron a las personas con quienes se reunirían: el presidente Tamayo de SuperH y su hijo, Pello.
El presidente Tamayo era un hombre de mediana edad que tenía un solo heredero: su hijo. Este era dos años menor que Graham y un año mayor que Elvira.
“¡Señor Zhang!”. El presidente Tamayo se puso de pie y saludó a Graham y su hijo hizo lo mismo. Graham, por su parte, lo saludó con respeto, sonriendo. “Presidente, siento haber llegado tarde, tuve un contratiempo”.
“No te preocupes. Nosotros también acabamos de llegar”, le respondió.
Luego miró a Elvira, que los observaba en silencio. Pello no podía dejar de admirar su simple, pero encantador estilo.
Cuando se sentaron, el joven le preguntó de inmediato. “¿Quién es esta hermosa mujer que te acompaña, señor Zhang?”. No dejaba de mirar a Elvira, la que la puso muy incómoda, así que se abrazó con fuerza a Graham.
Este la miró fijamente y sonrió. “Ella es Elvira. ¡Es mi socia!”.
Elvira estaba confundida. ¿Por qué siempre la presentaba como su socia? ¿Qué clase de negocios tenían?
“¡¿Tu socia?! ¡Es demasiado bella como para serlo, señor Zhang! ¿Estás seguro de que no es tu chica?”, preguntó alegremente el presidente Tamayo. Había notado que su hijo estaba interesado en ella.
Graham solo sonrió y se bebió el vino que tenía frente a él. Por su parte, Elvira se molestó por su indiferencia.
“Elvira, ¿verdad? ¿Cuál es tu negocio? Te ves muy joven como para ser la jefa de una empresa”. La sonrisa carismática de Pello y sus resplandecientes ojos, le provocaban náuseas y ganas de vomitar.
Ella pudo notar sus intenciones, y no estaba impresionada. Lo que más la enfurecía, era la persona que estaba a su lado. ¡Cómo le gustaría darle una lección a ese hombre arrogante y desalmado!
“Soy diseñadora de modas. Trabajo en Tabita's Studio”, declaró, con una sonrisa y una voz encantadoras. Parpadeó, mientras tocaba el borde de la copa con sus largos y delgados dedos.
Pello tragó saliva, y para disimular su vergüenza, se tapó la boca con el puño.
Graham, por otra parte, quería cerrarle la boca a la mujer.
“¿Y cuál es tu apellido, Elvira?”, cuestionó el presidente Tamayo, pero no dejaba de observar a su hijo, que tenía los ojos fijos en la joven.
“Soy la señorita Hidalgo, presidente”, comentó.
Graham le pellizcó la mano por debajo de la mesa para decirle que se callara, pero Elvira lo ignoró.
“¿Eres pariente del Director del Imperio Hidalgo?”, preguntó Pello con curiosidad. Su rostro era amable, pero severo.
“Soy la hermana menor”. Esto dejó estupefactos a ambos.
Durante un rato, padre e hijo permanecieron en silencio, y Elvira bebió un trago, percatándose de que Graham estaba furioso.
De pronto, Pello alzó su copa y dijo con una sonrisa de satisfacción: “Señorita Hidalgo, qué maravilla haber podido conocido a una mujer tan hermosa y excepcional esta noche. Espero que esta no sea la primera ni la última vez que nos vemos”.
Elvira brindó con él y respondió con gracia: “Claro, señor Tamayo. ¡Hay mucho tiempo para poder volver a vernos!”.
Graham, quien seguía pellizcándole la mano, ahora le pisaba el zapato. Pero aun así, ella continuó ignorándolo.
“Señorita Hidalgo, con tu belleza y la familia a la que perteneces, seguramente tienes muchos admiradores, ¿o es que ya tienes novio?”. El presidente Tamayo insinuaba algo pensando en su hijo.
“Presidente Tamayo, si tuviera novio, no estaría aquí hablando con ustedes. Seguramente a mi chico no le gustaría que hablara con otros hombres. Pero no, señor. No soy la chica de nadie”. Hizo hincapié en cada palabra, e incluso mencionó de nuevo lo que Graham había dicho antes de que salieran de su casa. ¡Que ella no era su chica!
Graham ya estaba furioso, ya que los otros tres lo ignoraban por completo. El propósito de la reunión era hablar sobre sus proyectos en curso, y debido a que Elvira estaba en peligro, había ido con ella en lugar de con Naín. No obstante, justo ahora estaba a punto de perder los estribos.
Así, y de repente, Graham la sujetó del rostro, lo obligó a mirarlo y le dio un intenso beso en los labios, dejando estupefactos y boquiabiertos a los otros dos.
Elvira sonrió, y pensó que, por fin, Zhang había aprendido la lección y recibido lo que merecía.
Ambos dejaron de besarse hasta que se quedaron sin aliento. El presidente Tamayo estaba por decir algo cuando Graham se puso de pie y tomó de la mano a la chica.
“Presidente Tamayo, gracias por venir esta noche, pero ya tenemos que irnos. Mi socia comercial y yo tenemos algo que hacer”. Le guiñó un ojo y llevó a Elvira a rastras afuera del restaurante.
Dentro del auto, Graham estaba, como siempre, malhumorado. Elvira, por otro lado, sonreía de oreja a oreja. “¿Por qué me besaste? ¡¿Así proclamas que eres quien manda?!”.
“Te besé para salvarte de ese loco. ¡No seas tan egoísta!”. Él se había dado cuenta de que Pello la miraba lujuriosamente, así que decidió actuar.
“Pero si no te importo, no tenías por qué hacerlo. ¿Por qué no admites que también sientes algo por mí?”. Él se preguntó si Elvira estaba tratando de provocarlo de nuevo.
Graham no quiso decir nada más por el momento, así que mantuvo la mirada fija en el camino.
“Señor Zhang, ¿qué tal estuvo mi beso?”, preguntó Elvira. Le emocionaba la idea de haber cumplido las expectativas del hombre.
Graham ya no quiso permanecer callado hasta llegar a casa, así que se detuvo en el carril lateral y la miró fijamente.
“¡No sabes besar!”, susurró, muy cerca del rostro de ella, burlándose.
“¡Pues podrías enseñarme a hacerlo ahora!”. Ella dijo.
La mujer sabía justo lo que él iba a decir, por lo que estaba preparada.
El rostro de Graham era severo mientras observaba a Elvira. 'Esta mujer necesita que le den una lección', se dijo a sí mismo.
Enseguida, se acercó a ella y la besó en los labios con fuerza, como si la estuviese castigando. Elvira se defendió e incluso se abrazó a su cuello, hasta que ambos gemían de deseo y placer. Cuando por fin se detuvieron, estaban jadeando…